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Nostalgia del perico

Los vimos desde niños habitando la arboleda de la Plaza Principal de Santa Cruz, despeinados, con sus ojillos minúsculos y somnolientos, arrastrándose por las aceras rumbo al tronco más cercano, para ascender por sus ramas a la copa de los árboles donde desde hace milenios vive su especie, vegetariana y silenciosa.

Estas "mascotas" de la ciudad -que fueron diezmadas por los surazos, derribados de su sueño por vendabales nocturnos o atropellados por apresurados vehículos sobre las losetas- eran la atracción de los niños y de los recién llegados. Los veíamos a diario, como primates sonámbulos moviéndose en cámara lenta, sitiados por las calles, veredas y edificios de la plaza, en esa isla verde de lo que quizá en tiempos pretéritos fue parte de un denso bosque prehistórico.

Hoy han desaparecido de nuestro paisaje urbano, solo queda como nostálgico vestigio de su existencia, una escultura en madera, que lo representa trepando el tronco firme de una palmera. Investigaciones demostraron que estos animales sufren cuando no están en su hábitat natural, ya que no beben agua en forma directa, sino que la aborben de hojas especiales que hoy en día no hay en la ciudad.

Texto y Fotos: Jorge Orías Herrera
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