Miércoles 08 de mayo 2024

Crónica de la crisis autoinfligida de Evo Morales y el peor final para el presidente más exitoso de Bolivia



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Infobae.- La llegada al poder de Evo Morales en 2006 fue un hecho hist�rico. Por primera vez, Bolivia ten�a un presidente ind�gena como el 60 % de su poblaci�n. Cargado de la �pica y el simbolismo de la hora, el l�der cocalero le dio un tinte refundacional a su gobierno. Seg�n todos los indicadores econ�micos y sociales, la gesti�n de Morales fue un �xito. Sostenido en la nacionalizaci�n temprana de los hidrocarburos, el PBI creci� sin descanso a un promedio de 4,9% anual durante 13 a�os, la pobreza se redujo del 60 al 35%, mejor� la distribuci�n del ingreso y cay� el analfabetismo. Llev� adelante una mezcla de pol�ticas ortodoxas y heterodoxas con tanto consenso que su gesti�n no s�lo fue celebrada por las fuerzas de izquierda y progresistas del continente sino que fue elogiada m�s de una vez por el Banco Mundial y hasta el FMI. Pero a la par del boom econ�mico del pa�s m�s pobre de Sud�merica, se fue consolidando el sesgo totalitario que suele acompa�ar a los l�deres que en alg�n momento se sienten la encarnaci�n �ltima de la Patria. Uno de los primero hitos de Morales fue la reforma de la Constituci�n. La nueva carta magna otorg� una cantidad de derechos y representaci�n in�dita en el sistema de poder a los campesinos e ind�genas bolivianos. Tambi�n habilit� la posibilidad de una sola reelecci�n consecutiva para el Presidente, que Morales logr� en forma contundente en 2009 con el 64% de los votos. El Presidente comenz� entonces a sentirse todopoderoso. Invencible. Y forz� entonces la primera triqui�uela. En 2013 se present� ante el Tribunal Constitucional y logr� que ese segundo mandato pasara a considerarse el primero. �El argumento? Que con la nueva Constituci�n hab�a refundado el pa�s, que ahora era un nuevo �Estado Plurinacional�. As�, en 2014, Morales pudo presentarse para re-reelegirse para un tercer mandato (el segundo con la nueva Constituci�n) y logr� otro triunfo contundente con el 63%, ante una oposici�n dispersa. Parec�a que Morales ingresaba, ahora s�, a su �ltimo per�odo constitucional con un desaf�o in�dito en su carrera: apoyar a un delf�n para su sucesi�n, algo que no hab�a hecho ni en la Federaci�n Especial del Tr�pico de campesinos productores de coca que preside ininterrumpidamente desde 1991. Decidi� que tampoco lo har�a como Presidente de Bolivia. Convoc� entonces a un referendum nacional para modificar el art�culo 168 de la Constituci�n y habilitar una nueva re-reelecci�n. El 21 de febrero de 2016, el 51,3% de los bolivianos vot� �No". �Asunto concluido? No. Tras una presentaci�n de legisladores oficialistas, en 2017 el Tribunal Constitucional (en manos de jueces afines a Morales) declar� inv�lido el art�culo de la Constituci�n que imped�a presentarse a Morales alegando que vulneraba el derecho humano esencial de todo persona de elegir y ser electa. Con ese desgaste pol�tico y con la econom�a comenzando a mostrar signos de fatiga (el d�ficit fiscal alcanz� el a�o pasado un 8,1%, el m�s alto de Sudam�rica), Morales lleg� este a�o a una elecci�n en la que todas las encuestas previas mostraban que su popularidad se hab�a reducido sensiblemente y que para conservar el poder ten�a que mantener a la oposici�n dispersa y lograr una victoria en primer vuelta. Los sondeos le auguraban una derrota si hab�a balotaje. Los intentos de unidad opositora fracasaron. En los �ltimos meses de campa�a, aparecieron nuevos candidatos de la nada, entre sospechas de que eran fogoneados por el oficialismo. El 20 de octubre, Morales se enfrent� a nueve fuerzas. Esa noche, el escrutinio provisorio, con el 83% de las actas verificadas, le otorgaba una ventaja de poco m�s de 7 puntos (45,28% a 38,16%) sobre Carlos Mesas. Hab�a balotaje. Pero de pronto todo se detuvo. Durante casi 24 horas no hubo m�s datos oficiales. Cuando se volvieron a computar las mesas faltantes, la ventaja de Morales se hab�a ampliado. Comenzaron a surgir las denuncias de fraude en diferentes regiones. El vicepresidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), Antonio Costas, renunci� en desacuerdo con c�mo se hab�a llevado adelante el escrutinio provisorio. Enseguida, la misi�n de observaci�n electoral de la OEA recomend� que, ante las irregularidades detectadas, lo mejor era convocar a la segunda vuelta. El clima se iba caldeando. Cinco d�as m�s tarde, el TSE anunci� que el conteo definitivo le otorgaba a Evo Morales una ventaja de 10,57% sobre Mesa, justo por encima del umbral de 10 puntos para triunfar en primera vuelta y evitar el balotaje. La oposici�n sali� a las calles a clamar �fraude�. Morales tuvo la peor reacci�n posible. Desoy� las protestas, se proclam� reelecto y denunci� que se hab�a puesto en marcha un golpe de Estado. As� transcurrieron dos semanas de fuego en Bolivia con marchas opositoras que iban creciendo en magnitud a medida que las pruebas del fraude iban apareciendo por todos lados: desde ingenieros inform�ticos que mostraban errores groseros en las actas hasta la propia auditoria oficial encargada por el TSE que dictamin� que los comicios hab�an estado �viciados de nulidad�. En medio de la crisis, el gobierno aval� que la OEA realizara una auditor�a y anunci� que aceptar�a sus conclusiones, pero Morales no recul�. Sigui� denunciando golpismo y alent� a sus partidarios a que salieran a las calles a contrarrestar las protestas y defender su re-re-reelecci�n. Los choques violentos se sucedieron cada d�a. Los heridos se comenzaron a contar por centenares. Hubo al menos tres muertos, dos cerca de Santa Cruz y otro en Cochabamba, todos opositores. Los sectores m�s duros ya no ped�an el balotaje, ahora reclamaban la renuncia del Presidente. Este domingo, la OEA emiti� un informe de su auditor�a con conclusiones contundentes que ratifican todo lo que ven�an denunciando la oposici�n y observadores independientes. Habla de �falsificaci�n de firmas y actas�, de un �proceso re�ido con las buenas pr�cticas�, de �manipulaci�n del sistema inform�tico de tal magnitud que deben ser investigadas profundamente por el Estado�. Tal es el �c�mulo de irregularidades� que el equipo auditor �no puede validar los resultados de la presente elecci�n" y recomienda otro proceso electoral con nuevas autoridades electorales. Horas despu�s, Morales intent� un volantazo a medias. Aceptaba finalmente llevar a cabo nuevos comicios, con un nuevo Tribunal Electoral. �He renunciado al triunfo que he ganado�, anunci� sin conceder que ese �triunfo� estaba a esa altura cargado de irregularidades comprobadas. �Toca ir a las nuevas elecciones�, acept� a rega�adientes. Se qued� cort�. Quiz�s si en ese mismo acto anunciaba que iba a respetar la Constituci�n que �l mismo hab�a impulsado y que no se presentar�a a los nuevos comicios, habr�a comenzado a desactivar el conflicto. Pero no. Llam� a movilizarse a sus bases. Todas las se�ales eran de que volver�a a presentarse como el candidato del MAS. La calle no se calm�. Comenzaron las renuncias de funcionarios de su confianza uno tras otro. Siguieron los levantamientos policiales y finalmente las fuerzas armadas sugirieron su dimisi�n, trayendo a la memoria los peores fantasmas de los latinoamericanos. La renuncia del Presidente lleg� minutos m�s tarde. Es inevitable preguntarse qu� pasa por la cabeza de un l�der pol�tico exitoso con indudable sensibilidad popular para echar por la borda su legado con tal de permanecer en el poder tras 14 a�os. Si este ba�o de sangre no se hubiera podido evitar si Morales aceptaba los l�mites que le impon�a su propia Constituci�n; si aceptaba los resultados del referendo que �l mismo convoc� en 2016; si aceptaba, hace apenas tres semanas, que el resultado de los comicios determinaba que ten�a que haber un balotaje; si aceptaba, en definitiva, que uno de los principios de la democracia es la sujeci�n a las leyes, que los mandatos presidenciales tienen l�mites y que la alternancia en el poder es sana. La pregunta excede a Morales e interpela a todos los dirigentes regionales que le dieron su apoyo en el alocado proceso final para aferrarse al sill�n presidencial a como d� lugar. Por m�s exitosa que haya sido su gesti�n. Por m�s simpat�a ideol�gica que se le tenga.

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