Las dos sólidas torres de ladrillo que se divisan desde la lejanía, producto de una obra popular que movilizó a toda la población de la Santa Cruz de antaño para construir su propia Catedral, es el edificio-monumento que, con su silueta suave y ondulada, color tierra, identifica a la ciudad a primera vista.
Monseñor José Belisario Santistevan, el célebre obispo que en 1904 reinició las obras iniciadas 64 años antes, para darles el impulso final hasta su conclusión en 1915, y el Padre Carlos Gericke Suárez, rector de la Catedral, que en 1968 decidió llevar a cabo la ambiciosa obra de su restauración...