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The Economist: En América Latina solo hay 3 democracias plenas




04/02/2021 - 13:08:19

La democracia fue otra víctima de la pandemia de coronavirus alrededor del mundo, según un nuevo informe de la Unidad de Inteligencia de The Economist.

La crisis sanitaria global y en particular las medidas tomadas por los gobiernos para limitar el avance de la covid-19, llevaron en 2020 al peor puntaje promedio global del Índice de Democracia que esa unidad realiza anualmente desde 2006.

"Vimos un enorme retroceso de las libertades individuales, creo que el mayor jamás emprendido por los gobiernos en tiempos de paz, y quizá aún en tiempos de guerra", dice Joan Hoey, autora del informe, en una entrevista con BBC Mundo.

En América Latina la democracia de la región registra su quinto año consecutivo de retroceso y recibe su puntaje más bajo en la historia del índice (6,09 promedio sobre 10 puntos posibles).

El puntaje se otorga en función de variables en los países como proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles.

Noruega encabeza el ranking 2020 con 9,81 puntos y apenas tres países latinoamericanos clasifican como democracias plenas: Uruguay (15º con 8,61), Chile (17º con 8,28) y Costa Rica (18º con 8,16).

En el otro extremo, tres países de la región son clasificados como autoritarios: Nicaragua, Cuba, Venezuela.

Hoey, quien también es directora regional para Europa en la Unidad de Inteligencia de The Economist dice que no hay duda de que las medidas que tomaron los gobiernos para mitigar el impacto de la pandemia tuvieron un impacto enorme en la democracia en 2020, como se refleja en el índice.

Creo que vimos en todas partes cómo la democracia podía volverse fácilmente prescindible en una emergencia de salud pública mundial. No solo en los regímenes autoritarios o en las democracias menos desarrolladas, sino que en las democracias desarrolladas de Europa, Norteamérica y América Latina vimos una regresión muy grande en los puntajes regionales.

Eso se debió esencialmente a que vimos un enorme retroceso de las libertades individuales, creo que el mayor jamás emprendido por los gobiernos en tiempos de paz, y quizá aún en tiempos de guerra. Esta fue la característica sorprendente del año y tuvo un gran impacto en los resultados generales del índice.

A la vez, especialmente en el mundo desarrollado, hubo un grado bastante alto de cumplimiento público de las medidas implementadas. La gente abandonó voluntariamente libertades fundamentales ante esta nueva enfermedad mortal. La mayoría concluyó que prevenir una pérdida más catastrófica de vidas justificaba una pérdida temporal de libertad.


Joan Hoey, autora del informe

Una gran pregunta para el futuro es hasta qué punto estas libertades serán restauradas o no.

Los críticos del confinamiento fracasaron en proponer una alternativa convincente a estas políticas de distanciamiento social y encierro, seguimiento y rastreo, etcétera. Y creo que muchos evitaron responder a la pregunta de cuántas vidas están dispuestos a sacrificar en nombre de restaurar la libertad.

Es un intercambio muy difícil y serio. Supongo que se podría decir que gobiernos que debieron actuar muy rápido en respuesta a la pandemia no involucraron lo suficiente a sus poblaciones en una discusión abierta y transparente sobre esto.

Por el contrario, los poderes de emergencia se pusieron en marcha muy rápido, sin ningún escrutinio real por parte de los parlamentos u otros órganos de supervisión.

El puntaje de América Latina disminuyó el año pasado, como en casi todas las demás regiones del mundo, debido principalmente a las restricciones a las libertades civiles en respuesta a la pandemia.

Pero también vimos una continuación de las tendencias que llevaron a ese retroceso de cinco años. Y en áreas en las que la región estaba bastante bien —en proceso electoral y pluralismo, así como en libertades civiles— hemos visto una regresión.

Hubo tendencias autoritarias crecientes en países como Venezuela y Nicaragua, por ejemplo.

En 2020 las autoridades de esos países aprovecharon la situación para reprimir aún más a la oposición.

En El Salvador se impusieron medidas de confinamiento draconianas, que han recibido muchas críticas. Y hubo acusaciones externas de corrupción. Así que El Salvador fue degradado de democracia defectuosa a régimen híbrido.

Pero también vimos protestas que comenzaron en 2018 y se aceleraron en 2019, con la gente cada vez más frustrada por las deficiencias de los gobiernos. La pandemia frenó en gran medida esos movimientos de protesta. Sin embargo, es probable que ganen terreno en 2021, a medida que las poblaciones sienten las consecuencias económicas de la pandemia.

Si comparamos dónde está América Latina hoy respecto a cuando comenzamos a producir el índice en 2006, vemos una disminución en el puntaje regional promedio en general.

Pero 11 países han mejorado su puntaje durante ese período. Países que lo han hecho bien son Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Perú, Surinam y Uruguay.

El informe clasifica sólo a tres países de la región (Chile, Costa Rica y Uruguay) como democracias plenas. ¿No es muy poco?

Creo que es un desempeño bastante bueno. La mayoría de los países de América Latina clasifican como democracias imperfectas, algo que la región tiene en común con Europa del Este. Se caracterizan por ciertas deficiencias, sobre todo en el funcionamiento de los gobiernos.

Ahora, Latinoamérica en términos de su puntaje regional general (6,09) es la región de mercados emergentes con mejor desempeño. Está mejor que Asia (5,62) y Europa del Este (5,36).

La región está siendo arrastrada hacia abajo por los países donde hubo esas grandes regresiones: Venezuela, Nicaragua, Bolivia, etcétera.

Es correcto decir que la gente reacciona de dos maneras. Una es desencantarse con la democracia y tal vez eso explique algo la proclividad en América Latina y Europa del Este por hombres fuertes o populistas, porque lo que tienen no está funcionando.

Pero lo otro que creo que se expresa es una demanda de más y mejor democracia, mejor representación.

Ese es el tipo de impulso subyacente detrás de estos movimientos. No quiere decir que sus líderes o sus políticas vayan a ser una solución al problema. Sin embargo, hay algo positivo en eso. Obviamente pueden ir en diferentes direcciones, una negativa y otra más positiva.

Entonces el final es abierto. Y depende de las personas involucradas en esos movimientos y que luchan por la democracia que ganen el debate quienes tengan los mejores argumentos.

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