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Marcelo Ostria Trigo

Entre la guerra y la paz


2014-02-26 - 19:57:30

Se dice que luego de la Segunda Guerra Mundial, en la que murieron millones de personas entre militares y civiles, la humanidad ha gozado del más largo período de paz (1946 – 2014). Se menciona que las Naciones Unidas, la OEA y otros organismos internacionales, han sido decisivos para la preservación de la paz. Se recuerda que entre las dos guerras mundiales, transcurrió poco más de una década y que, ahora, ya se han cumplido  más de seis decenios sin que se haya desatado un nuevo conflicto bélico mundial que pudiera ocasionar la desaparición de la humanidad.

Lo anterior es parcialmente cierto. Es que el hecho de que no haya estallado una nueva conflagración mundial, no significa que hayamos vivido en paz; tampoco muestra que no hayan muerto muchísimas personas en conflictos regionales, en guerras civiles y en matanzas a manos de dictaduras empeñadas en permanecer en el poder a cualquier precio.

Se dice que en la Segunda Guerra Mundial, hubo más de 50 millones de muertos. En estos años de postguerra se va igualando, si no superando, ese número en conflictos bélicos regionales, guerras civiles, matanzas y persecuciones genocidas. Esto se comprueba revisando el número de víctimas que produjeron las guerras de Corea, Viet Nam, Irak-Irán, los Balcanes y docenas de otros conflictos internacionales, así como muy cruentas guerras civiles, insurrecciones y persecuciones por tiranías feroces. Si, además,  se toma en cuenta el número de muertos en el “Gran Salto” de Mao, la Revolución Cultural china y los gulags de Stalin, se comprueba que hubo más victimas que las ocasionadas en la última guerra mundial.

Lo que ahora preocupa ya no son sólo las guerras entre países; es la violencia desatada internamente, como la que Venezuela y la que sufrió Ucrania. Ahora, cualquiera sea el resultado de la resistencia al régimen chavista y el destino del nuevo gobierno de Kiev, habrán de pasar años para que se restañen las heridas causadas por esas tiranías.

En nuestro ámbito, es notorio que la OEA incumple su deber de cooperar efectivamente a la paz en América. Lamentablemente, la Carta Democrática Interamericana que despertó tantas expectativas, no funcionó –o no se la  quiere aplicar– y es dudoso que en adelante sea un instrumento eficaz para preservar la democracia y la paz. Por ello, se esparce el temor de que se siga persiguiendo, apresando, exilando y aún matando, en nombre de ideales espurios.

Ojalá, algún día, podamos repetir la frase de José María Gironella: “Ha estallado la paz…”.

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