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Marcelo Ostria Trigo

Injerencia en la transición venezolana


2013-01-10 - 00:24:06

En su primer período, el presidente de Brasil, Luiz “Lula” da Silva nombró a Marco Aurelio García, un político ajeno a la diplomacia brasileña, como Asesor Especial de Asuntos Internacionales de la Presidencia, quien obtuvo una inusual influencia en la política exterior de su país en las dos gestiones del presidente. Desde entonces, y por supuesto contando con García como el principal consejero, el presidente “Lula” da Silva se embarcó en una serie de curiosas –por decir lo menos– acciones internacionales, mientras en el frente interno seguía la sensata línea de su antecesor, el presidente Fernando Henrique Cardoso.

En 2008, el presidente “Lula” da Silva, elogió a su par venezolano Hugo Chávez, a quien calificó como "el mejor presidente que ha tenido Venezuela en los últimos cien años". "Las victorias de Hugo Chávez, Evo Morales en Bolivia y de otros, como Fernando Lugo en Paraguay, son señales de avance democrático", añadió. Por su parte, el asesor presidencial Marco,  cuando se agudizaban las tensiones internas en Bolivia, Marco Aurelio García “decidió insultar a la oposición boliviana, llamándola parásita”.  “El brasileño había perdido la compostura…” (El Blog de Humberto Vacaflor).

Pero el mayor abandono de la tradición de seriedad de Itamaraty se produjo  durante la crisis de Honduras en 2009, cuando fue destituido por el congreso de ese país el presidente Manuel Zelaya que había mostrado sus intenciones de perpetuarse en el poder. Realmente fueron muchos los gobiernos americanos que reaccionaron contra el nuevo régimen  provisional hondureño, sin que faltare la intervención del secretario general de la OEA. Pero en ese tiempo se dio lo impensable: la Embajada de Brasil en Tegucigalpa otorgó “refugio” en su sede al depuesto Manuel Zelaya que había ingresado clandestinamente al país. La misión diplomática brasileña no comunicó esto al gobierno provisional hondureño, como estaba obligada por la Convención sobre Asilo Diplomático de 28 de marzo de 1954, suscrita durante la X Conferencia Interamericana de la OEA que tuvo lugar en Caracas. 

Lula, al parecer engolosinado con su popularidad, y consciente de que el Brasil crecía y se erigía como uno de los grandes países emergentes con influencia en la política mundial pensó, seguramente contando con la opinión favorable de su asesor, que ya estaba listo –él mismo– para jugar en las ligas mundiales, y se aventuró en dos intentos espectaculares. Se ofreció como mediador entre israelíes y palestinos para resolver el complicadísimo diferendo del Medio Oriente y, como era de esperar, su oferta quedó en nada. Después, en mayo de 2010, junto con el primer ministro de Turquìa, Recep Tayyip Erdogan, suscribió un acuerdo con el gobierno de Irán para intercambiar uranio enriquecido que permitiría al gobierno de los ayatolas evitar nuevas sanciones internacionales impulsadas por EEUU e Israel. Esto tampoco prosperó.

Con la llegada al poder de la presidente Dilma Rousseff, Brasil dio un  notorio giro diplomático. Sobria la nueva presidente, abandonó el osado estilo de “Lula”  y se distanció  del gobierno de Irán.
Parecía, entonces, que el discutido Marco Aurelio García había perdido poder en la diplomacia brasileña.

Pero sucede que ahora el asesor reaparece: viaja a La Habana supuestamente para “coordinar” con cubanos y venezolanos el papel de Brasil en la transición presidencial venezolana, ante la inminente desaparición de Hugo Chávez.

Y entonces surge otra injerencia: Marco Aurelio García se da la libertad de opinar públicamente sobre la aplicación de la constitución de Venezuela en el caso del juramento del presidente reelecto Hugo Chávez postrado en un hospital cubano. "Hay un vacío constitucional en ese punto –acaba de declarar García– y la interpretación que está siendo dada es que quien asume es el vicepresidente". Pero fue más allá: en franca injerencia, “el asesor especial de Asuntos Internacionales de la Presidencia de Brasil, Marco Aurelio García, afirmó … que según la Constitución venezolana el presidente de ese país, Hugo Chávez, tiene un plazo de 90 días, prorrogables por otros 90, para asumir un nuevo mandato al frente del Gobierno”. “García… explicó que ese plazo se otorga cuando no es declarada la ‘imposibilidad’ para asumir la Presidencia venezolana”.

Pensar que el mismo Marco Aurelio García, en entrevista concedida a Flávia Tavares e Ivan Marsiglia de O Estado de São Paulo, afirmó: “…no tenemos derecho a inmiscuirnos en las decisiones de la política interna venezolana”. Pero lo hizo.

Ni Brasil ni Itamaraty merecen estas incongruencias.

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