Con las primeras luces del nuevo día, los pescadores zarpan de las orillas de greda resbaladiza con sus anzuelos y cañas de pescar.
El despertar del bosque se expresa con mil sonidos desde ambas orillas del caudaloso río. En la copa de un árbol canta un tucán de pico amarillo y rojo, y desde el fondo de la floresta un compañero le devuelve las mismas notas; un chuubi cruza el río sosteniendo firmemente entre sus garras a su presa, un roedor del monte que agita su cola resignado; bandadas de hermosas parabas azules de pecho amarillo alborotan la madrugada, volando uniformemente sobre la arboleda; varios monos agitan bulliciosos las ramas de los árboles tupidos, solamente superados por las espigadas palmeras que dan el toque tropical al paisaje.
Navegar en semejante escenario vale la pena un viaje, e incluso el insomnio de una noche bochornosa, eternizada por el hostigamiento incesante de los mosquitos. Más adelante, una vez amarrada la embarcación en los palos hundidos del río, comienza la paciente espera después de lanzar los anzuelos.
traduciendo...
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