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Las pruebas de olfato podrían ayudar a detectar y contener al coronavirus




25/01/2021 - 20:22:54

NY Times.- En un mundo perfecto, se ofrecería una prueba del coronavirus en la entrada de cada oficina, restaurante y escuela. Esa prueba tendría una precisión absoluta y sería capaz de determinar al instante quién está libre de virus y a quién, por infectado, debería negársele la entrada.

Esa realidad no existe. Pero mientras el país lucha por recuperar algún atisbo de cotidianidad en medio de una propagación descontrolada del virus, algunos científicos creen que una prueba rápida que consiste básicamente en una tira de papel oloroso podría, al menos, acercarnos a esa realidad.

La prueba no busca el virus en sí ni puede diagnosticar la enfermedad. En vez de eso, detecta uno de los síntomas característicos de la COVID-19: la pérdida del sentido del olfato. Desde la primavera pasada, muchos investigadores han terminado por reconocer que el síntoma, también conocido como anosmia, es uno de los mejores indicadores de una infección por coronavirus en curso, capaz de identificar incluso a las personas que no se sienten enfermas.

Una prueba de olor no puede detectar a las personas que contraen el coronavirus y no desarrollan síntomas. Pero en un estudio que todavía no se ha publicado en una revista científica, un modelo matemático reveló que las pruebas basadas en el olfateo, si son administradas con suficiente frecuencia y amplitud, podrían detectar suficientes casos como para reducir de manera sustancial la transmisión.

Daniel Larremore, investigador de salud pública de la Universidad de Colorado, en Boulder, y autor principal del estudio, enfatizó que el trabajo de su equipo todavía es puramente teórico. Aunque algunas pruebas de olfato ya se utilizan en entornos clínicos y de investigación, los productos tienden a ser costosos, complicados de utilizar y no tienen amplia disponibilidad. Además, en el contexto de la pandemia, aún no hay datos del mundo real que respalden la efectividad de las pruebas de olfato como un mecanismo de detección frecuente para el coronavirus. Dados los muchos problemas relacionados con las pruebas que han obstaculizado los esfuerzos de control de la pandemia hasta ahora, algunos expertos dudan que las pruebas de olfato puedan distribuirse con la amplitud suficiente o ser creadas con un mecanismo aceptable a prueba de trampas, como para reducir la propagación de la infección.

“He estado desde el principio involucrada de íntimamente en presionar para que la pérdida del olfato sea reconocida como un síntoma de COVID-19”, dijo Claire Hopkins, cirujana otorrinolaringóloga en el Guy’s Hospital y el St. Thomas’ Hospital en el Reino Unido y autora de un artículo reciente sobre el tema en The Lancet. “Pero simplemente no le veo ningún valor como prueba de detección”.

Una prueba de olfato confiable ofrece numerosos beneficios potenciales. Podría detectar muchos más casos que las pruebas de temperatura, que han fracasado en gran medida como herramientas de detección de COVID-19. Los estudios han revelado que alrededor del 50 al 90 por ciento de las personas que dan positivo por el coronavirus experimentan algún grado mensurable de pérdida de olfato, resultado de los estragos causados por el virus cuando invade las células de las vías respiratorias.

“Es realmente como si fuera una función del virus estar en la nariz en este momento exacto”, dijo Danielle Reed, directora asociada del Monell Chemical Senses Center en Filadelfia. “Complementa en gran parte la información que se obtiene de otras pruebas”. El mes pasado, Reed y sus colegas de Monell divulgaron un estudio, que aún no se ha publicado en una revista científica, donde describieron una prueba rápida de olfato que podría detectar COVID-19.

En contraste, solo una minoría de personas con COVID-19 terminan manifestando un incremento de temperatura corporal. Las fiebres también tienden a ser pasajeras, mientras que la anosmia puede durar muchos días.

Una prueba de olfato también podría tener un atractivo bajo costo, quizás de apenas unos 50 centavos por tarjeta, dijo Derek Toomre, biólogo celular de la Universidad de Yale y autor en el artículo de Larremore. Toomre espera que su versión se ajuste al presupuesto. La prueba U-Smell-It consiste en una pequeña mezcla heterogénea de aromas dispuestos en tarjetas de papel que deben rasparse para poder ser olidos. Las personas que toman la prueba seleccionan un grupo de olores, inhalan y escriben lo que creen olieron en una aplicación para celular, con el objetivo de adivinar correctamente al menos tres de los cinco olores. Las diferentes tarjetas contienen diferentes combinaciones de aromas, por lo que no hay una respuesta clave que se pueda memorizar.

Toomre estima que la prueba se puede aplicar en menos de un minuto. Es además el sueño ideal de un fabricante, dijo: una sola impresora “podría producir 50 millones de estas pruebas por día”. Con cifras como esa, alegó, se podría generar un gran impacto en un país menoscabado por la escasez generalizada de acceso a las pruebas que buscan de manera directa evidencias de coronavirus.

En su estudio, Larremore, Toomre y su colaborador Roy Parker, un bioquímico de la Universidad de Colorado, en Boulder, modelaron ese escenario utilizando herramientas computacionales. Administrada a diario o casi a diario, una prueba de olfato que detectaba al menos 50 por ciento de las nuevas infecciones pudo sofocar los brotes casi tan bien como una prueba de laboratorio más precisa y lenta administrada una vez por semana.

Estas pruebas, dijo Larremore, podrían funcionar como un punto de control de entrada en las universidades y oficinas, quizás en combinación con una prueba rápida del virus. Incluso podría haber un lugar para ellas en los hogares, si los investigadores logran conseguir una manera de minimizar su uso indebido.

“Creo que esto es perfecto”, afirmó Carol Yan, especialista en otorrinolaringología de la Universidad de California, en San Diego. “Aplicarles repetidamente pruebas a las personas será una parte valiosa de esto”.

Toomre busca una autorización de uso de emergencia para el U-Smell-It por parte de la Administración de Alimentos y Medicamentos, y se ha asociado con una serie de grupos en Europa y otros lugares para probar el test en condiciones reales.

Sin embargo, llevar la teoría a la práctica supondrá muchos retos. Las pruebas olfativas que pueden identificar de forma fiable a las personas que tienen el coronavirus, excluyendo a las que están enfermas de otra cosa, todavía no están ampliamente disponibles. (Hopkins se refirió a un par de pruebas olfativas, desarrolladas antes de la pandemia, que cuestan unos 30 dólares cada una y cuyo suministro sigue siendo limitado). Si alguna vez se distribuyeran en masa, inevitablemente pasarían por alto a algunas personas infectadas y, a diferencia de las pruebas que buscan el virus real, nunca podrían diagnosticar la enfermedad por sí solas.

Y la pérdida de olfato, al igual que la fiebre, no es exclusiva de la COVID-19. Otras infecciones pueden entorpecer el sentido del olfato de una persona. También lo pueden hacer las alergias, la congestión nasal del resfriado común o simplemente el proceso de envejecimiento. Alrededor del 80% de las personas mayores de 75 años tienen algún grado de pérdida de olfato. Algunas personas nacen anósmicas.

Además, en muchos casos de COVID-19, la pérdida de olfato puede persistir mucho tiempo después de que el virus desaparezca y las personas dejen de ser contagiosas, una complicación que podría llevar a algunas personas a un purgatorio poscovid si se ven obligadas a depender de las pruebas olfativas para reanudar su actividad, dijo Yan.

También hay muchas formas de diseñar una prueba olfativa. Los olores relacionados con alimentos que son populares en algunos países pero no en otros, como el chicle o el regaliz, podrían sesgar los resultados de las pruebas en algunos individuos. Las personas que han crecido en zonas muy urbanas pueden no reconocer fácilmente los olores de la naturaleza, como el pino o la hierba recién cortada.

El olfato tampoco es un sentido binario, estrictamente activado o desactivado. Reed abogó por un paso en el que los examinados calificasen la intensidad de los olores de una prueba, un reconocimiento de que el coronavirus puede reducir drásticamente el sentido del olfato pero no eliminarlo.

Pero cuanto más complicada sea la prueba, más difícil será fabricarla y distribuirla rápidamente. Y ninguna prueba, incluso una perfectamente diseñada, funcionaría con una precisión del 100 por ciento.

Ameet Kini, patólogo del Centro Médico de la Universidad de Loyola, señaló que las pruebas de olfato no estarían libres de los problemas asociados con otros tipos de pruebas, como cumplimiento deficiente o la negativa a aislarse.

Los controles olfativos son “probablemente mejores que nada”, dijo Kini. “Pero ninguna prueba va a detener la pandemia en seco a menos de que se combine con otras medidas”.

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