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Venezolanos venden sus pertenencias frente a sus casas para poder comer




22/10/2019 - 11:50:17
VOA.- Su negocio era pr�spero hace a�os. Una multitud de clientes hac�a fila en sus veh�culos al frente de su casa, en el oeste de Maracaibo, Venezuela, donde desde su juventud administraba un negocio en el que vend�a peri�dicos, cigarrillos, caf�, tiques de loter�a y bocadillos.

El quiosco mut� de facto en 2015. Hoy, es una venta de garaje.

Sus productos ya no son novedades. Tienen tufo a antig�edad, a desgaste, a uso.

�He vendido hasta cauchos, zapatos, tubos, las protecciones de mis aires acondicionados. Lo hago pa� defenderme�, cuenta Henry Cervantes, un venezolano de 48 a�os, mientras gesticula como quien se lleva un pedazo de comida a la boca.

Hoy, remata lo que le queda: dos sacos de traje de vestir sucios; una camisa de mangas cortas; revistas sobre la mujer y la salud de 15 y 20 a�os atr�s; viejos libros y discos compactos; y pel�culas pirateadas, entre ellas Los Juegos del Hambre e Invictus.

De su antiguo negocio, no quedan ni los anaqueles de diarios y revistas.

�Tuve que venderlos. Ya no tengo capital y ahorita lo que te provoca es comer. Tengo el est�mago medio vac�o�, confiesa el hombre, delgad�simo.

El salario m�nimo mensual en Venezuela cubre el 1,1 por ciento de la canasta b�sica alimentaria, seg�n el Centro de Documentaci�n y An�lisis para los Trabajadores, una asociaci�n civil que analiza el universo sociolaboral del pa�s desde hace 43 a�os.

La Organizaci�n de las Naciones Unidas para la Alimentaci�n y la Agricultura report� en julio pasado que la subalimentaci�n en Venezuela aument� casi cuatro veces entre 2012 y 2018 y advirti� que 6,8 millones de venezolanos no pueden alimentarse.

En ciudades como Maracaibo, en el occidente del pa�s, fronteriza con Colombia, es com�n que ciudadanos pongan a la venta sus pertenencias en urbanizaciones de clases media y baja, cazando clientes que transitan a pie o en sus veh�culos.

Las ventas de garaje en Venezuela no son un fen�meno nuevo.

El pa�s, rico en hidrocarburos, atrajo a miles de trabajadores estadounidenses de compa��as petroleras durante d�cadas. Gracias a ellos, se pusieron de moda costumbres como las ventas de garaje para renovar mobiliarios o financiar mudanzas.

Ellas tomaron auge desde 2015 con un tono diferente, sin embargo, desde que inici� la ola migratoria de centenares de miles de venezolanos hacia otros pa�ses.

La mayor�a vend�a ropas, maquillajes, antig�edades y todo tipo de herencias familiares, como joyas, para cubrir los gastos de viajes y mudanzas al exterior.

En los �ltimos tiempos, a medida que la crisis econ�mica arreci�, el prop�sito de esos comercios caseros dio su en�simo giro: es vender para poder comer.

Gustavo Machado, economista y profesor de la Universidad del Zulia, explica que es una pr�ctica comercial que busca paliar la crisis financiera que atraviesa el pa�s.

�Dada la insuficiencia de sus ingresos, los ciudadanos se ven obligados a liquidar sus activos para tener recursos para satisfacer sus necesidades�, detalla.

Antonio Cabrera, un ex transportista de 58 a�os, copa desde hace dos a�os la acera de su vivienda en la urbanizaci�n San Jacinto con electrodom�sticos y muebles a la venta.

Sobre dos mesones, muestra taladros, una licuadora, una tostadora, una m�quina de coser, una plancha de ropa, dos m�dem de Internet y m�ltiples herramientas.

Vendi� en los �ltimos meses dos camas, un aire acondicionado y una cocina suyos para subsistir junto a sus dos hijos varones, mientras su esposa y su hija viven en Medell�n, Colombia.

�Lo hago para comer, pero las ventas est�n mal�simas�, apunta.

Este mes, no ha vendido un solo art�culo. Esta tarde, comenz� a ofrecer a sus clientes paquetes de arepas asadas para intentar que repunten las ventas.

Antonio ha perdido 60 kilos de peso en dos a�os. Ingiere menos alimentos, admite. �Estamos controlando las comidas. Solo comemos dos veces al d�a�, dice.

En la ciudad, operan desde hace a�os mercados en avenidas principales, como El Milagro y La Limpia, donde centenares de personas alquilan entre viernes y domingos un puesto para ofrecer sus productos, generalmente usados.

Lo curioso de los �ltimos tres a�os es que centenares de venezolanos decidieron abrir de manera permanente las puertas de sus casas para vender lo que tengan a mano.

Esas ventas de garaje est�n disponibles la mayor�a de los d�as de la semana. La mayor�a de los pagos se realizan con monedas extranjeras, especialmente con d�lares en efectivo. Las transacciones en bol�vares son poco apetecibles.

�La devaluaci�n de nuestra moneda es triste. La cara de Bol�var da l�stima�, ironiza Ricardo, de 55 a�os, quien desde 2016 vende todo tipo de art�culos en el frente de su casa en el sector 18 de Octubre.

Su exhibici�n es quiz� la m�s variopinta de la zona norte de la ciudad: tiene una jaula de p�jaros; una guitarra ac�stica; una carretilla para construcciones; dos raquetas de tenis; un carrito de juguete a control remoto; y salvavidas para transportes lacustres.

Un hombre en una camioneta se detiene en la calle para preguntarle por un mueble de cuatro gavetas. Arranca, decepcionado, cuando le contesta que cuesta 100 d�lares.

�A veces, estoy sentando solo viendo los carros pasar. Las cosas est�n duras. Esto es pa� puro comer. Muy rara vez es pa� uno vestirse (comprar ropa)�, admite.

Meses atr�s, vendi� dos de sus muebles, una m�quina de coser y ollas de su propiedad, pero ahora transa casi exclusivamente con productos de terceros, a quienes llama �gente de confianza�, como vecinos y familiares.

Jaime Dur�n, de 63 a�os, trabaja como obrero en una universidad p�blica, pero al menos tres veces a la semana se instala en una calle principal del norte de la ciudad para ofrecer zapatos, cunas de beb� y neum�ticos de amigos y conocidos.

Exhibe hasta una silla de ruedas en estado aceptable.

A cada venta, le gana un m�nimo de 10 por ciento.

Dos d�as antes, fue su �ltimo negocio �bueno�: una se�ora que caminaba cerca de su puesto le pag� 20 d�lares en efectivo por una maleta peque�a.

�S� se mueve el negocio�, asegura, mientras recibe el pago de un hombre por un paquete de cigarrillos.

Guarda el billete de bol�var en una cajita de madera.

Y sonr�e. �No se puede uno quejar�.

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