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La lucha de las docentes para una vida digna en medio de la crisis en Venezuela




21/10/2019 - 12:25:30
Infobae.- La iglesia estaba repleta de oraciones y vocaciones. De a ratos silencio, de a ratos algarab�a. Pancartas, afiches y disfraces. Por un momento, da la impresi�n de estar no en un templo sino en una pista de baile a punto de estallar. El Jesuita que preside el momento de oraci�n da gracias por la vida, por la salud y hasta por la forma de caminar. Sonr�e a carcajadas. Canta. El recinto cat�lico est� a reventar, en sus butacas hay maestros, maestras y religiosas que dedican su vida a ense�ar en los sectores menos favorecidos de Caracas. Es mi�rcoles. Son las nueve de la ma�ana. En la calle est� la polic�a y el ambiente se enrarece. El cielo est� nublado, �nublado como el futuro de la educaci�n�, dice una voz que sobresale por encima del parlante que usa el sacerdote mientras lee una par�bola de la biblia.

�Esta es nuestra forma de protestar, aunque no basta rezar. Hoy vamos a decirle al ministro de educaci�n que el sueldo no alcanza, que la quincena no da ni para pagar el pasaje del autob�s. No somos esclavas, somos maestras�, dice.

La profesora me pide encarecidamente que no muestre su rostro, que no escriba su nombre. Es la �nica que trabaja en casa y no se puede dar el lujo de perder el empleo. El p�nico es parte de la rutina.

En la sala se oyen cantos y aplausos. Afuera se atrinchera la polic�a y la presunci�n se convierte en certeza. No habr� marcha, no habr� caminata, no habr� parada frente al ministerio. Sin embargo, un mensajero anuncia que una comisi�n de padres, maestros y maestras ya fueron recibidos por Arist�bulo Ist�riz �ministro de educaci�n de Nicol�s Maduro-.

La demanda de estos profesionales de la educaci�n es clara: un salario que les garantice dignidad; que les permita comer, vestirse, pasear, viajar, formarse y vivir con tranquilidad.

�No estamos pidiendo nada, estamos exigiendo lo que dice la constituci�n, lo que dice la ley, lo que dice la contrataci�n colectiva�, reclama ante los medios una maestra jubilada, a la que el salario no le alcanza ni para comprar un par de zapatos. Sus ojos se llenan de l�grimas como resultado de una evidente verg�enza en indignaci�n.

La constituci�n de la Rep�blica Bolivariana de Venezuela reza en su art�culo 91: �Todo trabajador o trabajadora tiene derecho a un salario suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para s� y su familia las necesidades b�sicas materiales, sociales e intelectuales.� A todas luces es letra muerta. Al escribir esta cr�nica, un trabajador de la educaci�n gana 1,6 salarios m�nimos �en promedio- y para comprar la canasta b�sica familiar se necesitan m�s de 160 salarios m�nimos, seg�n estudios del Centro de Documentaci�n y Analisis Social (Cendas). Una condici�n de esclavitud evidente. �Para qu� trabajar?

Esclavitud moderna

Esta semana, un representante de la cuestionada Asamblea Nacional Constituyente inform� por Twitter que el salario m�nimo aumentaba de 40 mil bol�vares a 150 mil y que el salario integral (sueldo m�nimo m�s bono alimentario) sub�a de 65 mil bol�vares a 300 mil. El anunci� indign� a los trabajadores, que al un�sono declararon que se trataba de una burla y que iba a empeorar la inflaci�n.

Del aumento se cuestiona todo, desde quien hizo el anuncio, hasta lo que representa para el poder adquisitivo. Al cambio oficial, el salario qued� en 7,5 d�lares por mes. Menos de 0.25 d�lares por d�a. Esclavitud, en t�rminos salariales, el trabajador venezolano es un esclavo y su opresor es el Estado. No es una opini�n, es un dato objetivo, contrastable con lo que establecen las Naciones Unidas y la Organizaci�n Internacional del trabajo sobre esclavitud moderna.

Morir de hambre

Muri� la profesora Yasmeli Parra, pesaba 33 kilos. Claro, muri� porque padec�a c�ncer y una severa desnutrici�n. Viv�a en el estado Zulia �el m�s golpeado por la crisis-. Su tr�gico fallecimiento se hizo viral en las redes sociales y caus� conmoci�n en el gremio docente. La vida de esa mujer trabajadora se acab� por su condici�n de esclava moderna. No ten�a recursos para tratar su enfermedad y tampoco para comprar los aparatos que le permitieran alimentarse a trav�s de sondas. Su muerte es una evidencia m�s de la condici�n de vulnerabilidad absoluta en la que viven las maestras.

Los profesores no aguantan m�s y el pr�ximo 22 y 23 de octubre realizar�n un paro nacional de actividades. Los agremiados de la educaci�n no asistir�n a los centros educativos para mandar un mensaje al gobierno de que sin maestros no hay escuela.

En la protesta de los maestros y maestras hay colores y una alegr�a que se contrasta con la precariedad su profesi�n. Una de ellas se visti� con una falda y un sombrero, de su cabeza cuelgan frases que describen la situaci�n que est�n viviendo. Otros suenan tambores y en la iglesia de Nuestra Se�ora de las Mercedes retumba el grito de la dignidad. La polic�a los espera en la calle para no dejarlos caminar, pero en un acto de disciplina absoluta todos acatan el llamado de retirarse para evitar enfrentamientos innecesarios.

El vocero designado para hablar con �las autoridades� anuncia que efectivamente el ministro los recibi� unos minutos y se comprometi� a dialogar en profundidad los pr�ximos d�as, les asegur� que una nueva tabla salarial est� por salir y que atender�n las exigencias de mejorar la instalaciones de las escuelas. La masa que escucha atenta no queda conforme, no creen en la promesa del funcionario, pero se retiran en sentido contrario al ministerio y dando la espalda a la polic�a que se queda �con las ganas� de cerrar la calle y parar el tr�fico.

Seg�n Naciones Unidas, la esclavitud moderna ata de pies a cabeza a m�s de 40 millones de personas en el mundo. Se les reconoce porque bajo ellas �recaen amenazas, violencia, coacci�n, abuso de poder o enga�o, se les priva de su libertad para controlar su cuerpo, elegir o rechazar un empleo o dejar de trabajar.� Los trabajadores venezolanos entran en esta categor�a, su esfuerzo no les otorga libertad ni capacidad de satisfacer necesidades b�sicas. Las amenazas de despidos y la sumisi�n ante las d�divas alimentarias del gobierno, so pena de morir de hambre, refuerzan la evidencia de una esclavitud a la venezolana.

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