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La feminista que dejó de ser abogada para ser prostituta


2017-02-28 - 15:40:57

Cansada de trabajar en un mundo donde lo masculino es dominante, Claudia de Marchi decidió que solo iba a tratar con hombres dispuestos a pagar por su compañía.
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La brasileña Claudia de Marchi se define como una persona de alma -y cuerpo- libre. Un día, de improviso, decidió cambiar de trabajo, a uno mejor pagado y que, según cuenta, le reportase mayor satisfacción. Así que, consecuente con sus ideas, sorprendió a clientes y compañeros abogados cuando se aventuró a dejar su puesto en un prestigioso bufete y empezó a anunciar sus nuevos servicios como prostituta de lujo.
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Todo fue muy rápido. Se trasladó a Brasilia, la capital del país, no para continuar sus estudios en derecho constitucional, sino para prestar servicios sexuales a políticos y empresarios adinerados por 185 dólares la hora. “Descubra que la elegancia, la belleza, la cultura y la inteligencia pueden coexistir en una sola mujer. Soy Claudia de Marchi, su mayor placer”, dice el anuncio.

Se lo recomendó su madre
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Por extraño que parezca, fue su madre, de 64 años, la que le aconsejó -tras ver un programa de televisión sobre escorts- que hiciera este cambio de carrera tan poco convencional. ¿La razón? Claudia no podía tolerar el “egoísmo machista” y “la auto indulgencia” del mundo jurídico en el que había trabajado durante 11 años. “Desde el principio, vi que el derecho es muy machista, lleno de hombres que confían en sus papás para ayudarles a ascender. Ni mi padre ni mi madre son abogados, así que tuve que escalar por mi cuenta. Pero, con el paso del tiempo, me sentí más infeliz y frustrada”, asegura.

Creo que el feminismo es una liberación. Es poder hacer lo que uno desea. Y es lo que hice: tomé una decisión pensando en mi placer y en mi sustento

Cansada de trabajar en un mundo donde lo masculino es dominante, decidió que solo iba a tratar con hombres dispuestos a pagar por su compañía y sostiene que prefiere “el orgasmo y el pago” a tener que soportar los “defectos masculinos” de su anterior trabajo. Ahora se define como una evolución más madura y feminista de Claudinha, la abogada: “La Claudia que soy ahora nunca habría surgido de haberme casado. Soy la evolución de 'Claudia el amor de mi vida', de 'Claudia mi alma gemela', de la esposa que hizo mousse de chocolate para complacer a su marido”, dice en su web.

Se declara feminista
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El debate sobre prostitución no es nuevo en el feminismo. Para algunos, ejercerla es sinónimo de libertad y reclaman que cada mujer haga con su cuerpo lo que quiera. Para otros, la defensa de la profesión más antigua del mundo favorece el discurso legitimador de discriminaciones y esconde la aceptación de la demanda masculina de mujeres. Aunque se saque fotos leyendo a Simone de Beauvoir, no es muy difícil adivinar de qué lado se encuentra nuestra Claudia: “Creo que el feminismo es una liberación, no una obligación. Es poder hacer exclusivamente lo que uno desea. Es lo que hice: tomé una decisión pensando en mi placer y en mi sustento”.

Precisamente, comenzó su blog -hoy con más de 8.000 visitas al día- para ayudar a las mujeres a demandar lo mejor para ellas, tanto dentro como fuera de la cama. “Soy una feminista con aversión a los analfabetos funcionales y las personas que abren sus bocas sin antes abrir su cerebro a nuevos textos, informaciones y conocimientos”, declara.

Aunque muchas prostitutas utilizan un pseudónimo para proteger su identidad, Claudia se enorgullece de lo que ha logrado e incluso escribe con su nombre real sobre sus encuentros sexuales. Ella asegura que el cambio de oficio ha sido “la mejor decisión de su vida” y ahora dice sentirse -por fin- liberada de los hombres. Además, gana cerca de 125.000 dólares al año, mucho más que su salario como abogada.

Exigente con sus clientes

No obstante, se niega a llamarse 'prostituta', alegando que ella tiene más clase y cuidado que el resto y que tan solo elige hacer el amor porque lo disfruta: “Una prostituta hará todo por dinero. Yo no. Solo tengo relaciones con hombres cultos. Trato de olvidarme del dinero y así mis encuentros no son algo mecánico, sino muy afectuosos".

Por mucho que me encante el sexo, no puedo intimar con un fascista. Solo con pensar en las tonterías que algunos defienden, me apago

Claudia rechazaría compartir lecho con clientes con mala gramática o incluso que no coincidan con sus opiniones políticas: “Por mucho que me encante el sexo, no puedo intimar con un fascista. No hay que que hablar de política para tener sexo, pero solo con pensar en las tonterías que algunos defienden, me apago. No tengo estómago”. Asimismo, solo aceptaría un segundo encuentro con un hombre con el que haya disfrutado.

EL CONFIDENCIAL



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