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¿Por qué nos elegimos? La ley de atracción en las parejas


2016-11-12 - 09:31:08
Todos hacen sus apuestas para tratar de dilucidar dos cuestiones aparentemente mágicas, ¿por qué nos enamoramos? ¿Qué factores hacen que las parejas duren en el tiempo? .

Los factores que intervienen en la atracción amorosa han sido por siempre una gran pregunta para la ciencia, desde del campo de la biología, la psicología, la sociología, o de otras disciplinas. Más allá del ámbito académico, solemos preguntarnos qué nos gustó del otro, si fue la mirada, el cuerpo, la forma de pensar, la sensualidad, etc. Sin embargo, desconocemos a ciencia cierta los fenómenos que suceden en ese instante en que empezamos a sentir que ese otro adquiere un significado en nuestra vida.

Y yendo más allá en el tiempo, ¿qué hace que una relación persista durante años o se termine a poco de empezar? Es indudable que la pasión no es duradera, que el amor como sentimiento se apaga si no existen acciones que lo estimulen, y que muchas parejas pueden amarse, pero en otros niveles no existen acuerdos posibles. En fin, los vínculos no son rígidos, están sometidos a constantes cambios, algunos más sutiles, otros más evidentes, y en otros casos, existen fuertes resistencias a la capacidad de cambio.

Dentro de este contexto relacional, las afinidades o las diferencias pueden ser causa de atracción o de rechazo. El concepto popular dice que “los opuestos se atraen y las semejanzas se rechazan”. No obstante, en la relación amorosa y desde el punto de vista emocional, esto no suele ser tan así. Nunca somos tan diferentes ni tan parecidos, las formas de relación se integran en un todo que se va modificando.

Aportes de la ciencia

Las ciencias biológicas contribuyen cada vez con más datos a explicar la conducta humana, pero no somos solo moléculas traducidas en instinto. Sobre este nivel signado por las reglas de la naturaleza, se configuran otros que nos convierten en sujetos con deseos, emociones, pensamientos, capacidades intrínsecas, y otras provenientes del entorno. Si desde la biología los cuerpos están preparados para buscar el candidato más seguro para procrear, desde las ciencias humanas la elección es sinónimo de estima, placer, empatía, proyección personal y vincular.

Un estudio reciente de la Facultad Médica de la Universidad Técnica de Dresde publicado en la revista Nature concluye que “la ley de la atracción en las parejas” está marcada por los denominados antígenos de histocompatibilidad (HLA), es decir una serie de moléculas que se hallan en la superficie de los glóbulos blancos y que tienen como función reconocer las propias células de las extrañas, además de responder con diferentes líneas de defensa al ataque de virus, bacterias u otros agentes.

Parece ser que estos mismos antígenos intervienen en la atracción amorosa haciendo que la persona busque como pareja a sujetos con antígenos diferentes, de tal manera que la unión favorecería una descendencia con más variedad de antígenos, protegiéndose mejor contra los agentes patógenos. En este caso podríamos decir que “a mayor diferencia, mayor variedad y mayor defensa”.

El estudio, basado en la conducta sexual de 254 parejas, revela que aquellas que tienen antígenos de histocompatibilidad diferentes tienen mayor deseo de procrear y más satisfacción sexual.
        
Desde la perspectiva biológica, se sabe desde hace tiempo que el intercambio de genes diferentes (cruce entre personas que provienen de distintas familias) permite que se elimine o se atenúe la trasmisión de enfermedades hereditarias, cosa que no ocurre cuando la trasmisión se da en un mismo clan, raza, o grupo étnico.

¿Qué hacer con las afinidades o las diferencias?

Como decía antes, la biología puede servir para entender algunas conductas, pero no llega a explicar la diversidad de los comportamientos humanos. Respecto a las afinidades o las diferencias en el ámbito de la relación es fundamental evaluar cómo se desarrollan estas experiencias. Uno puede ser muy diferente al otro, pero para que este vínculo se nutra de la disparidad, debo “empatizar” con la diferencia, ponerme en el lugar del otro y comprender su punto de vista.

Esto es una forma de acordar con el desacuerdo.

Ahora bien, si se usa la incompatibilidad para cerrarse cada uno en su mundo y compartirlo a “cuenta gotas” no creo que sea muy efectivo. Por otro lado, las relaciones basadas en la afinidad deben enfrentar el desafío de romper con tanto acuerdo. Cuando ambos coinciden en trabajos o gustos semejantes, deben salir de la monotonía proponiendo acciones nuevas que traigan “nuevos aires” a tanto conocimiento compartido.

ENTRE MUJERES



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