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José Percy Paredes Coimbra

04 de mayo, día de la dignidad nicaragüense


2021-05-18 - 22:58:13
El cuatro de mayo recordamos la profunda consecuencia de Augusto César Sandino, con sus ideales, sus principios y, fundamentalmente, su compromiso incorruptible con su pueblo y su patria. Este día fue declarado, acertadamente y con mucha lucidez histórica, por el Consejo de Estado de la Revolución, como día de la Dignidad Nicaragüense; esta declaración no pudo ser más oportuna, en un tiempo en el que los valores como solidaridad, dignidad y ética se vienen trastocando de tal manera que, para muchos, el individualismo es una virtud y el egoísmo una necesidad de sobrevivencia.

Hace casi cien años, un cuatro de mayo de mil novecientos veinte y siete, luego de haber conformado un ejército revolucionario con el fin de reinstalar en el poder, de manera constitucional, al vice presidente Juan Bautista Sacasa, quién fuera alejado del gobierno luego del golpe de Estado de Emiliano Chamorro contra Carlos Solórzano y su gabinete; el general Moncada, luego de reunirse con Henry Lewis Stimson, representante del gobierno de Estados Unidos, firma el Tratado de Tipitapa, donde se compromete a desarmar a su ejército, con tal de asegurar que el presidente de facto continúe hasta la realización de las elecciones y que, se asegure una jornada de paz durante la votación de la población; es decir que aceptaba que el golpista, o su títere, Adolfo Díaz continuara ocupando un cargo que no le correspondía, que continúe siendo una autoridad ilegal y anticonstitucional.

Ante el acuerdo firmado por Moncada – Díaz – Stimson y la evidencia de que Moncada había utilizado al ejército liberal para sus intereses personales en desmedro del pueblo nicaragüense, Sandino se niega al desarme y, a partir de entonces, no responde orgánicamente a ningún partido ni a representante de partido alguno; Sandino con su ejército continúa en la lucha por liberar a Nicaragua del intervencionismo estadounidense.

«El 4 de mayo debe ser, efectivamente, día de fiesta nacional, no porque en ese día Moncada haya vendido al Ejercito Liberal, del cual era General en jefe, como a una partida de bestias; debe ser fiesta nacional porque ese fue el día en que Nicaragua probó ante el mundo que su honor nacional no se humilla; que le quedan todavía hijos que ofrendarían su sangre para lavar las manchas que sobre ella puedan echar los traidores«. (Augusto César Sandino – General de hombres libres)

Este pensamiento encierra el valor, que para Sandino, tenía la coherencia entre el hacer y decir, entre el pensar y sentir. No titubeó ni un solo momento cuando tuvo que dar la espalda y desobedecer una orden directa dada por el hasta entonces, General en jefe del Ejército Liberal, José María Moncada, militar a quien más le importó el cálculo político y cuánto iba a ganar en el corto plazo, que verdaderamente defender la constitución nicaragüense y su pueblo (al que juró defender y proteger de amenazas internas y externas).

El año 1927, cuando Sandino marca distancia entre estos pseudo revolucionarios y el pueblo con su gesta libertaria, se siente lejano, como algo muy distante de nuestra realidad; sin embargo y, a pesar que apenas faltan seis años para su centenario, el accionar, el pensamiento y la coherencia del General de Hombres Libres durante toda su vida y, en este momento en particular, cobra vida y nos llama a mirarnos en este espejo; ni la dignidad de un pueblo es cosa del pasado, ni la entrega y defensa de nuestros ideales pierde sentido frente a la globalización y a los albores de este nuevo orden mundial, ambos sutilmente impuestos por quienes no cesan en sus intentos de adueñarse de nuestros países, de nuestros recursos naturales y de nuestras vidas.

“Mi resolución es esta: Yo no estoy dispuesto a entregar mis armas en caso de que todos lo hagan. Yo me haré morir con los pocos que me acompañan porque es preferible hacernos morir como rebeldes y no vivir como esclavos”.

Probablemente ya no es tiempo de alzarse en armas, talvez sea tiempo de la diplomacia y de los acuerdos; lo que no cambia es el hecho de que la Soberanía de los pueblos, reside en el pueblo y es él quién, mediante su voto, entrega su poder a quienes elige para que le representen, y no al contrario, como estamos cansados de ver a lo largo y ancho de nuestro Abya Yala; la soberanía del pueblo y de los pueblos, se respeta y se defiende, ayer – hoy – siempre, no está en discusión.

Otro elemento constitutivo del pensamiento de Sandino que trasciende el tiempo y nos llega intacto es el respeto a la Constitución; el regirse por normas que nosotros mismos creamos para ordenar la convivencia en sociedad. La Constitución de cada país, ya en nuestros tiempos, ha sido ampliada, modificada e inclusive re inventada con la participación mayoritaria del pueblo; asumimos que nuestras Constituciones, reflejan el pensar y sentir de cada pueblo al cual representa y, por lo tanto, no existe razón que justifique su irrespeto, alteración o modificación inconsulta, a espaldas del pueblo.

El ejército de Sandino logró enfrentarse a los marines estadounidenses y a la Guardia Nacional, como lo hizo el pequeño David contra el poderoso Goliat, a pesar de la enorme desventaja numérica y logística porque cada uno de los miembros de este valiente ejército, creía firmemente en su propio valor, en su deseo de libertad y en la posibilidad de que su sueño de una patria libre, con posibilidades para todos y con menos injusticias era posible; creyeron en sí mismos y creyeron en su comandante Sandino, que pregonaba con el ejemplo, que exigía disciplina siendo él mismo disciplinado. Un ejército que era alimentado, vestido y protegido por el pueblo, pudo darle batalla por años a grupos bien entrenados, bien alimentados y muy bien remunerados.

Las semillas que sembró, dieron sus frutos en el Frente Sandinista de Liberación Nacional y todos sus aliados; de diferentes frentes se unieron y el pueblo – campesinos/campesinas, maestros/maestras, intelectuales, clero, burgueses/burguesas, trabajadores/trabajadoras del campo y de la ciudad, enarboló nuevamente la bandera roja y negra, los ideales de Sandino volvieron a vibrar en cada corazón y finalmente, en 1979, se instaura una nueva manera de vivir en sociedad. Desde 1934, fecha en la que asesinan al General de Hombres Libres, hasta 1979, cuando vence la revolución, pasaron cuarenta y cinco años, tiempo que no hizo mella al ideal de una Patria Libre, de una sociedad más justa y equitativa.

Hoy, cuarenta y dos años después de la victoria del pueblo nicaragüense, a pesar de las conspiraciones y de los intentos de desestabilizar al país, Nicaragua avanza con dignidad en la construcción de una sociedad más justa, más humana, más inclusiva, porque su gente, su pueblo tiene como herencia esos ideales que corrían por las venas de Sandino y de sus muchos hijos e hijas revolucionarios; ese sueño está camino a su concreción; avanzó a pasos agigantados y sigue creciendo; sus hijos e hijas siguen encontrando nuevas formas de hacer crecer y consolidar la solidaridad, el respeto, la comprensión y la flexibilidad de criterios para aceptar al otro/otra, tal cual es, sin imposiciones ni intromisiones en la vida privada de cada uno de los nicaragüenses. En Nicaragua se puede pensar, disentir, discutir sin por eso temer ser encarcelado o desaparecido; allí el sueño sigue creciendo y tomando nuevas formas, nuevas perspectivas, mayores proyecciones.

Sólo que el Día de la Dignidad Nicaragüense, trascendió sus fronteras y, como dije anteriormente, nos invita a mirarnos en su espejo, nos invita a revivir valores como la solidaridad, el respeto, la dignidad y aterrizarlos en nuestro día a día, nos invita a interactuar con el otro, con la otra en pos de construir una sociedad tal y como la queremos vivir, nos desafía a ser creativos, innovadores, sin perder de vista el bien mayor, sin perder de vista la importancia de vivir en libertad, sin sufrir intervenciones extranjeras dentro de nuestras fronteras, porque una cosa es la globalización de la información, de la comunicación y otra, bastante distinta, es la despersonalización o hegemonización de los pueblos.

Hoy la frontera entre respeto y la falta del mismo, impuesta por la hegemonización nos invita a estar atentos, para no terminar entrando en su juego y despersonalizandonos. La consigna es Ganar – Ganar, no entregarse en bandeja porque todos lo hacen o porque así debe ser.
Concluyo felicitando al hermano pueblo nicaragüense por su dignidad y por el cercano día que recordamos el nacimiento del General de Hombres Libres.

Yo no me vendo ni me rindo; tienen que vencerme.

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