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Marcelo Ostria Trigo

El día después..


2020-07-13 - 21:01:02
Ese es el título de un dramático film (en inglés “The day after”) estrenado en 1980 en plena Guerra Fría. En este se imagina lo que habría sido una guerra con armas nucleares entre los dos bloques antagónicos de entonces, liderados por Estados Unidos y por la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Su difusión fue un dramático mensaje al mundo de que esta tragedia pudiera significar destruirlo todo y aún el fin de la raza humana.

Menos cruenta que esa posibilidad de conflicto atómico pero igualmente trágica y amenazante contra la humanidad, ha estallado otro desafío existencial: la pandemia del coronavirus que suma muchos cientos de miles de contagiados y muertos y que, por lo que se sabe, sigue expandiéndose en el mundo. También se teme lo mismo que en los tiempos de la tensión mundial: Si estallaba el conflicto con armas atómica, no “habrá dónde refugiarse”. Ahora esto se repite.

Nuestro país está sufriendo los terribles efectos de esta pandemia; el número de contagiados y muertos crece cada día. Y no hay a la vista perspectivas de acabar pronto con este mal mundial. Mientras tanto, se advierte que la mayor preocupación de ciertos políticos sigue siendo la enconada lucha por alcanzar o para recuperar el poder, como si con esto desaparecieran nuestras carencias y nuestros males. No es que la política sea mala en sí misma; lo que la deforma es la ansiedad irrefrenable de predominar y gobernar, frecuentemente como sucedió en los pasados catorce años, con personeros corruptos e inmorales.

Hay algo que fatalmente sucederá –no hay que ser adivino para percibirla– es que pasada, la pandemia –“el día después” –, nada será igual. Cambiarán actitudes y planes. Esto en las familias y en los Estados. Ojalá que no predomine el fatalismo, o sea pronosticar que ya no hay remedio, que todo está irremediablemente perdido. Y no es solo lo deseable, sino lo sensato.

Con altas dosis de solidaridad se puede devolver la esperanza, en esto que no solo nos ha castigado a todos, sino hacer que también haya servido para hacer que la humanidad sea más sensata, menos conflictiva y, sobre todo, más solidaria. Así, no será la hora 25 en la que ni el Redentor podrá salvarnos como lo pronosticó Constantin Virgil Gheorghiu; por el contrario, mañana vendrá un nuevo amanecer.

Sí, un nuevo amanecer para nuestro país ahora divido y con enconadas visiones que, hasta ahora no se sabe si persistirán como rémora para la marcha hacia un futuro con menos infortunio, que busca, no la uniformidad, sino la tolerancia y, al fin, la colaboración y respeto mutuos y convergentes entre gobernantes y gobernados.

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