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Marcelo Ostria Trigo

La redes sociales en la pandemia y en la política


2020-06-16 - 20:58:20
Estamos ante un fenómeno que hace poco era inimaginable: la aparición de las redes sociales en Internet: Facebook, WhatsApp, Twitter y Linkedin, y aplicaciones como Snapchat, que usamos para comunicarnos, enviar mensajes de diversa índole, recoger informaciones sobre acontecimientos sociales, políticos, económicos, opinar y, en su caso, plantear acciones ante los problemas que se susciten.

Pocos avizoramos a fines del siglo pasado que la difusión de estas redes tendrían este enorme impacto en la sociedad y su gran influencia. Esto se acrecienta ahora, con la cuarentena decretada por la pandemia del coronavirus que nos induce a usar esas redes con mayor frecuencia para obtener informaciones y, por supuesto, para opinar. Esto, ahora, ya es rutina general. Eso lo vemos a diario, por ejemplo, en Facebook.

Sin embargo, las redes que deben ser útiles para informar, opinar, establecer vínculos personales, entretenerse y en ocasiones para protestar ante hechos repudiables, se han convertido, en ciertos casos, en un medio para insultar. Las falsedades, denuncias irresponsables y hasta calumnias y graves ofensas, en este tiempo de crispación política, se han hecho corrientes.

Proclamar falsamente que una persona –destacada en la política o en las actividades privadas- es culpable de supuestos delitos, se repite constantemente. Los llamados “guerreros digitales”, están siempre presentes con insultos y falacias.

Se dice que los administradores de las redes sociales, no toleran este tipo de conducta, y bloquean temporal o definitivamente a los usuarios que no guarden respeto, que quiebran las leyes, que insultan, que señalan delitos inexistentes, y que se inventan conflictos y los inducen. Pero no se ve que haya acción generalizada que asegure una conducta respetuosa y civilizada de ciertos usuarios.

Acusar sin pruebas, referirse sin ninguna consideración a la investidura de un dirigente, oficialista u opositor, es censurable.
Por supuesto que hay personajes que, ante sus atropellos, procuran justificarse con el derecho a la libre expresión, consustancial a las libertades democráticas. Se deforma así, uno de los elementos de la convivencia pacífica de los ciudadanos que debe basarse en el respeto mutuo; es decir, sin insultos, calumnias y excesos verbales. Es totalmente aceptable la discrepancia en cualquier ámbito, pero no ofendiendo sin ninguna consideración, lo que, al final de cuentas, constituye delito contra el honor de la personas.

Es difícil controlar los excesos en las redes pero, no por ello, se justifica la pasividad y la sola protesta de los ofendidos. Corresponde a los administradores de las redes bloquear definitivamente a los culpables y, por cierto, las autoridades deben actuar en casos en los que se llega al delito.

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