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Susana Seleme Antelo

El derecho a elegir


2019-10-02 - 14:08:57
En aras a mi derecho de libertad personal y a desarrollar acción política, votaré por Óscar Ortiz Antelo y Shirley Franco de la Alianza Bolivia dijo NO, el próximo 20 de octubre.

Lo haré para garantizar pluralidad político partidaria en un futuro Congreso de Bolivia. Lo haré porque Óscar Ortiz es el candidato cruceño que puede cambiar la historia del Estado centralista y concentrador, impotente para contener al ser social diverso que da vida al país. Votaré por él, porque es garantía de lucha implacable contra la corrupción. Mi voto reflejará mi identidad regional, que no nubla mi razón política democrática.

Estas elecciones acarrean mucha impostura: una ley de partidos políticos a favor del oficialismo, primarias incluidas; un padrón sin depurar, alto crecimiento del mismo en zonas donde los oficialistashan perdido antes y, el sumun de los dislates, el binomio Evo Morales-Álvaro García, inconstitucional y vetado por voto popular.

¿Por qué se aceptó el desprecio a la voluntad soberana que dijo NO a la reelección, en el Referéndum del 21 F de 2016? Esa derrota, indujo a los autoritarios a la violación del Art. 168 de la Constitución Política del Estado que permitía solo dos elecciones continuas. Van a la cuarta, mediante una grosera ‘maniobra envolvente” del Tribunal Constitucional: el supuesto derecho humano de Morales.

¿Por qué obligar a la ciudanía a ver en la papeleta electoral a dos personas vetadas por un Referéndum que era vinculante y de cumplimiento obligatorio?

¿A quién correspondía -y aún corresponde- responder esa pregunta? Pues nada más ni nada menos a quien aceptó ingresar a la lid electoral sin consultar con la sociedad política, que existe a pesar de sus falencias. Tampoco preguntó a la sociedad civil. Y se lanzó solo porque alguna encuesta le daba un buen porcentaje de aceptación ciudadana. Lo hizo apenas una semana después del fallo de la CIJ, en La Haya, que puso otra lápida a la recuperación marítima. Fue su vocero 4 años, pero no dio explicación alguna. Tampoco sobre otros asuntos. ¿De quién hablo? De Carlos Mesa, primero ex vicepresidente, luego presidente de la entonces República de Bolivia, y hoy candidato.

Lanzarse al ruedo como un superhombre fue un acto de antipolítica. Es decir, desprecio a la pluralidad político partidaria y la negación de acuerdos, pactos, alianzas o transacciones ante las incertidumbres del futuro. Ya lo pensó Hannah Arendt: “Sin un ámbito público políticamente garantizado, la libertad pierde el espacio para hacer su aparición.” En eso estamos.

Ahora acosan al electorado con ‘el voto útil’, e instan a votar por el segundo mejor ubicado en las encuestas, que es Mesa. Esgrimen el miedo y el chantaje frente a la reproducción de Morales en el poder. Caen en simplismo político y piden al tercero, que es Ortiz con más de 10 % de intención de voto, que retire su candidatura para sumar ese porcentaje a Mesa. Agregan que no es el tiempo de Ortiz.

¿Creerán quienes así deliberan, que en política el trasiego de votos es sumar ‘uno más uno igual dos’? Cierto que el poder, aunque sea imaginario, se impone bajo amenaza. ¿Qué pasaría si pidiésemos que los votos de Mesa se trasladaran a Ortiz? Recibiríamos desde un “Vade retro Satanás” a otras admoniciones de grueso calibre.

El meollo es el árbol, pero también el bosque, aparte de los chiquitanos arrasados por el fuego y los pirómanos de Morales. Veamos: Carlos Mesa candidato representa a la burguesía paceña y a un medio de prensa en la sede del Gobierno; a las élites intelectuales, sirvan o no a la clase dominante o a sus sectores de clase; a la masa de burócratas e informales que se mueven lenta o aprisa, incluida la elástica clase media. Ninguno de esos actores desea que el poder político “se mueva”. Esa era la consigna que esgrimían, cuando Chuquisaca reclamaba volver a ser la sede de gobierno (2007). Es la determinante política en primera instancia.

La económica, hace rato se trasladó a Santa Cruz. Aquí, alguna clase dominante y sus élites apoyan a Mesa. Otra, anda con Morales a título de preservar la ‘estabilidad y gobernabilidad’. Nadie los acosa.

A Óscar Ortiz lo apoyamos quienes defendemos la identidad mestiza cooperativa/solidaria. Esa fue una de las variables del exitoso proyecto político colectivo cruceño, allá por los años 60/70 del siglo pasado. Sigue con vida, a pesar de que hoy se campea la individualista/competitiva. Mesa y Morales han dividido Santa Cruz, pero aquí ganará Óscar Ortiz.

Cito a James Petras, intelectual de izquierda norteamericano, para ahorrarme palabras. Petras sostiene que Morales “es al mismo tiempo, el paladín regional del capital extractivo. Radicalismo al servicio de la ortodoxia… centraliza el poder político y la toma de decisiones económicas en manos de una pequeña élite tecnócrata mestiza… no es un revolucionario social y ni siquiera un reformista. Su régimen no es, desde luego, ningún gobierno de los trabajadores ni de los pobres.”
Mucha gente, entre las que me cuento, coincidimos con Petras. Podemos agregar más hechos durante los 14 años en los que la democracia ha sobrevivido peligrosamente, amputada bajo la línea que “Fidel y Hugo”le dieron a Morales en 2006.

El 20 de octubre usaré de mi derecho a elegir, sin que nadie lo ponga en entredicho. Yo votaré por Óscar Ortiz, porque ya Bolivia dijo NO.

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