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Susana Seleme Antelo

Contra viento y marea


2019-08-01 - 21:36:26
En este escabroso tiempo electoral, un amigo me preguntó ¿a dónde vamos? Vamos mal le contesté.

Ante todo, los candidatos Evo Morales Ayma y Álvaro García Linera forman un binomio inconstitucional, ilegítimo y vetado por el voto popular para las elecciones del 20 de octubre de 2019. A partir de ese dato, democráticamente hablando, no se trata de una liza electoral normal. Aquí hay un binomio que no debiera estar porque así lo dicta el artículo 168 de la Constitución Política del Estado: no más de dos elecciones continuas. Esta es la cuarta.

Es un binomio inconstitucional, aunque la sentencia 084/2017 del Tribunal Constitucional (TC) lo hubiera ‘habilitado indefinidamente’. Lo hizo a título del ‘derecho humano’ del candidato Morales, según el artículo 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Con esa complaciente sentencia, el TC degeneró su naturaleza como salvaguarda de la Constitución y defensa de los DDHH de toda la sociedad, no solo de quienes ejercen el poder, que lo quieren para ‘toda la vida’, según Morales. Los catorce años que lleva ejerciéndolo, no les son suficientes.

El TC sepultó su independencia. Con ella, la voluntad popular que aprobó la Constitución en 2009, y que en el Referéndum de 21 de febrero de 2016, votó NO a la modificación del 168. Dijo NO a una nueva postulación de Morales y García. Sin embargo, ahí van campantes contra la voluntad popular.

Muchos dirán que de nada sirve llorar sobre la leche derramada, cuando el mal ya está hecho y no hay vuelta atrás. Me queda el recurso del reclamo a la oposición política. ¿También sin vuelta atrás? Convocadas las elecciones, el remedio no era abstenerse. Pero tampoco, haberse lanzado a disputar unas elecciones con un binomio trucho, haciendo coro a una democracia electorera corrupta e impune, sin división de poderes, sin controles y contrapesos. Sin institucionalidad que respete las libertades civiles y políticas, venidas a menos de la mano de un infame poder judicial, no menos corrupto.

Como si fuera poco, vamos a unas elecciones con un Tribunal Electoral que nunca se pronunció sobre el resultado del 21F, que era vinculante y de cumplimiento obligatorio. Con un poder que debiera ser independiente, pero está subordinado al poder político y con un Padrón Electoral ahíto de irregularidades que facilitarán el fraude. En otras palabras, con las cartas ya marcadas.

Me sigo lamentando de que algunos candidatos de esa oposición, sin consulta alguna con otras fuerzas políticas, se hubiera lanzado al ruedo, aceptando como natural la presencia de los impostores. Más todavía, que no se hubiera logrado una alianza entre los afines. Primó la ausencia de reconocimiento a la práctica política, a la democracia plural, al respeto a las diferencias entre iguales y la construcción de acuerdos mínimos para enfrentar al binomio inconstitucional e ilegal. ¿Acaso una democracia plena puede construirse al margen de estructuras políticas organizadas, abiertas e inclusivas? Entre otras razones, por esas ausencias también vamos mal.

Como decía Agnes Heller (+), “Si los viejos partidos se derrumban y nuevas formaciones sin tradición surgen de la nada; si los tiranos pueden ser elegidos una y otra vez por mayoría; si la riqueza se redistribuye a la inversa, ¿qué es lo que mueve a la gente? La respuesta es simple: la ideología combinada con las políticas de la identidad.” Estamos lejos de esa combinación, aplicada a la Hungría de Heller, pero válida para otras geografías. En Bolivia la ideología brilla por su ausencia, y las cuestiones regionales, donde reside en gran medida el núcleo de la identidad, la indígena, por ejemplo, también.

Lejos estamos de esa combinación. Tanto que algunas personas piden la renuncia del candidato que está tercero en las encuestas, como si la encuesta fuera el voto ya depositado. Escudan el pedido bajo el argumento de que se debe apoyar al candidato que esté mejor ubicado en las preferencias, después de Morales, para ganarle en primera vuelta o, en su defecto, en la segunda. Todo quedaría resuelto con el voto, como si Morales ya estuviese derrotado. Creo que no es así de simple, dada la complejidad de asuntos a resolver. Sobre todo, sin haber intentado crear mínimos consensos para enfrentar las próximas coyunturas que hacen al entramado estructural económico, político, social, indígena y del narcotráfico, que permea todo. ¿Lo debatirán o resolverán en el Parlamento, confiados en que habrá más presencia opositora capaz de imponerse a un eventual rodillo oficialista?
Reitero, pedir a un candidato que renuncie en aras del segundo mejor votado, es un acoso político.

Si hubiese habido una discusión seria y argumentada, aceptaría el criterio de Fernando Mires de que “En política hay que votar por lo menos peor… el mejor de todos no existe”. Lo escribió pensando en Venezuela en 2015. Lo reeditó en 2018. Y recordaba a Kant con la frase “Con esa madera carcomida con la cual está formado el ser humano hemos de carpinterear”.

¿Cómo ‘carpinterear’ con quienes que no desean mezclarse con políticos y andan ensimismados? Cada quien va contra viento y marea.

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