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Marcelo Ostria Trigo

Poder para siempre


2018-05-23 - 12:16:44
Después de la victoria de los colonos americanos encabezados por George Washington, que selló la independencia de las trece posesiones inglesas en el norte del continente que dio origen a los Estados Unidos, uno de los oficiales del líder le sugirió lo que muchos pensaban que era lo razonable en la época: seguir el modelo que predominaba en el siglo XVIII, y fundar una monarquía, y que Washington tendría que ser coronado como rey del nuevo Estado. Se dice que Washington, horrorizado, "rechazó la idea que consideraba inapropiada y deshonrosa".(Ver Mattew Spalding: “George Washington, el hombre que no quiso ser rey”).

Algo similar le sucedió al Libertador Simón Bolívar. El 19 de diciembre de 1825, el general José Antonio Páez, le dirigió una carta proponiéndole que imitara a Napoleón y se hiciera coronar rey. La respuesta del Libertador fue categórica: “Usted no ha juzgado, me parece, bastante imparcialmente el estado de las cosas y de los hombres. Ni Colombia es Francia ni yo Napoleón. Yo no soy Napoleón ni quiero serlo; tampoco quiero imitar a César…”.

Pero luego, a más de cien años de la gesta libertaria, se lanzó como consigna: “los comunistas, una vez conquistado el poder, no lo entregan jamás”. Y, lo que proclamó su autor, Vladimir Ilich Lenin, recientemente ya fue mandato para los populistas del Socialismo del Siglo XXI. Así se entronizaron caudillos en procura de retener el poder indefinidamente, como sucede en la Venezuela chavista, donde solo la muerte del líder Hugo Chávez hizo posible el cambio de presidente. También fue el objetivo del ahora tambaleante presidente nicaragüense, Daniel Ortega, que forzó una nueva reelección, acompañado por su esposa y una corte familiar que se atrinchera ciegamente en el poder.

Entre nosotros tampoco hay apertura para la alternancia. El terco ‘reeleccionismo’, también se basa en un slogan de comienzos de la era masista: "No somos inquilinos: hemos venido para quedarnos (quinientos años)" y, ahora, “para toda la vida”. Esto ya fue ostensible cuando se impulsó una segunda reelección presidencial, contrariando la Constitución. Y, luego, se repitió la intención prorroguista con la convocatoria del referendo del 21 febrero de 2016 que, al fin, resultó adverso al oficialismo.

Los empeñados en perpetuarse no advierten que el prorroguismo inflama la resistencia popular. Es que la ciudadanía sabe que “la democracia se funda y se recrea en base a la alternancia, noción según la cual el poder no es propiedad de ningún partido, grupo, familia o persona”. (Héctor F. Schamis. El País, Madrid, 12.12.2015).

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