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Marcelo Ostria Trigo

El principio de no intervención


2017-07-05 - 13:18:21
La no intervención de un Estado en los asuntos internos de otro es un principio reconocido universalmente. La Corte Internacional de Justicia de La Haya lo define como el derecho de todo Estado soberano de conducir sus asuntos sin injerencia extranjera. La Carta de las Naciones Unidas —párrafo 7, artículo 2º— dice: “Ninguna disposición de esta Carta autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados…”. La OEA, también establece que ninguna de las disposiciones de su Carta, autoriza a intervenir en asuntos de la jurisdicción interna de los Estados Miembros.

Aparentemente este precepto no estaría sujeto a interpretaciones o a justificadas excepciones. Sin embargo, es evidente que las salvedades son plenamente aceptables en ciertos casos, pues nada es indiscutible o perfecto. Esto cuando se trata de restaurar la libertad cercenada por regímenes opresores, porque “ninguna de las disposiciones que prohíben a las Naciones Unidas y a la OEA intervenir en los asuntos de la jurisdicción interna de los Estados tiene un carácter absoluto” (Edmundo Vargas Carreño). La excepción se presenta cuando un Estado viola los derechos humanos o pone en peligro la paz y la seguridad internacionales.

La acción colectiva de defensa de la institucionalidad democrática y de los derechos humanos está consagrada en la Carta Democrática Interamericana. Claro está que, para esa acción, se requiere el respaldo de los miembros de la OEA. Pero no es aceptable el argumento de los que niegan la pertinencia de una acción colectiva en todos los casos, que argumentan que así se violaría el principio de no intervención. Es que no se trata de imponer un modelo político, sino de defender la libertad. No reparan los defensores de la santidad del principio, que ellos mismos aprobaron, sin objeciones, la Carta Democrática Interamericana.

Es poco consistente esgrimir el principio de no intervención cuando hay sufrimiento de un pueblo que demanda libertad, como en Venezuela, y se desangra. Lo imperativo es lograr el cese de la violencia oficial; que el gobierno chavista respete la constitución, la institucionalidad y la democracia. Es más: que acepte la voluntad ciudadana.

Finalmente, cabe una reflexión: Cuántos millones de vidas se habrían salvado, si se hubiera contado con un instrumento para enfrentar a tiempo a los regímenes nazi-fascistas que violaron los derechos de sus pueblos y procuraron dominar el mundo.

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