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Álvaro Riveros Tejada

La importancia de llamarse Ernesto


2017-03-22 - 16:39:59
Esa irrefrenable sensación de odio y rencor que pareciera acompañar a las acciones de este gobierno, cuando de amedrentar, perseguir y finalmente apresar a aquellos ciudadanos que considera sus opositores se trata, ha vuelto a manifestarse en la estrafalaria detención del exgobernador del Beni, Ernesto Suarez, bajo el irrisorio cargo de no contar con domicilio conocido, siendo que el mismo magistrado que lo condenó, conoce perfectamente que Suarez vive y duerme en la misma casa donde habitó desde hace 25 años, y donde día por medio recibe citaciones y notificaciones, por los 31 procesos abiertos en su contra por el Gobierno.

Algo similar sucedió con Leopoldo Fernández, una de las víctimas más vapuleadas de este gobierno desde su inicio, por el sólo delito de no ser incondicional al MAS, razón suficiente para arrojarlo durante ocho años a las mazmorras del escarnio, en San Pedro y Chonchocoro y, no suficiente con ello, dictarle una sentencia de 15 años de cárcel sin computar los ocho ya pasados, con el irrecusable propósito de que corra la misma suerte de Guillermo Fortún, José María Bakovic y aquellos que perdieron la vida bajo ese sutil, como cruel método judicial de aniquilar al enemigo.

Lo cierto es que estas persecuciones coinciden con los casos de corrupción que se vienen develando casi cotidianamente y su recurrencia debilita ostensiblemente al gobierno, que ve su ciclo de permanencia en el poder en franco agotamiento y cada vez más lejana su tan anhelada reelección. Asimismo, estos acosos sirven para tapar dichas fechorías o simplemente hacerlas desaparecer.

Lo que sí sería injusto e indigno es no retener los nombres de aquellos abogados, fiscales y jueces que se prestan a este tipo de ajusticiamientos, para utilizarlos en el momento de recrear un Nüremberg criollo donde, sin acudir a la venganza, se les aplique los rigores de una justicia incorruptible.

Sin embargo, esta forma de impartir injusticia no es nada nueva, ni novedosa en el continente, Venezuela es un paradigma de esta práctica obscena, con el añoso apresamiento de Leopoldo Lopez que, al igual que a su tocayo boliviano, le fue aplicado sin pruebas, a través de una condena casi perpetua, por haber dizque instigado a la matanza de unos inocentes caraqueños. El mundo entero se ha unido en torno al pedido de su libertad, solicitud que elude el régimen de Caracas.

El pueblo boliviano está cansado de mirar inerme los abusos que se cometen a diario, como la reciente detención del ex gobernador y líder beniano. Consideramos que se trata de un atropello que deberá ser enmendado a la brevedad, por las razones risibles que lo generaron y se exponen al comienzo de este artículo, no sólo por tratarse de un hombre de bien que ha demostrado su inocencia y que no pretende evadir la justicia y es consciente de la importancia de llamarse Ernesto.

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