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Marcelo Ostria Trigo

¿Es suficiente ganar elecciones?


2016-06-22 - 19:26:12
El resultado de las elecciones prueba que un sector de los ciudadanos goza de la confianza pública para administrar el Estado; claro está, a condición de que éstas sean libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto. (Artículo 3 de la Carta Democrática Interamericana). Pero la confianza así adquirida suele ser frágil; fácilmente se la pierde cuando no se respetan las libertades democráticas y, entonces, el antes ganador, se convierte en minoría, pese a que conserva el poder. Esta incoherencia es difícil de superar. ¿Será que hay que tragarse las deformaciones de la democracia? ¿Será que, por ello, Winston S. Churchill dijo: «La democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando»?

Lo que preocupa, no es solo la exhibición de una inicial victoria electoral, sino que los que envilecieron el ejercicio de la democracia no pierden la oportunidad de demostrar que, pese a su evidente declinación, gozan de eterno respaldo popular, pretendiendo así justificar conductas autoritarias.

La historia enseña que ninguna dictadura, por larga que haya sido, ha terminado bien. Perdido el favor ciudadano, su fin es inevitable. Por ejemplo, la ahora procesada presidente del Brasil, Dilma Rousseff, a poco de iniciado su segundo período presidencial, se vio favorecida con sólo el ocho o nueve por ciento de respaldo de sus connacionales. La pregunta es: ¿Seguía representado la voluntad de su pueblo? Obviamente la presidente y su partido, ya no gozaban de la confianza de los brasileños, y perdieron el poder.

Pero no es solo es cuestión de porcentajes de apoyo popular. Hay gobiernos que lo han perdido todo: respaldo y respeto, y que recurren a la fuerza para conservar el poder alzándose contra una mayoría creciente que exige un cambio de rumbo y una nueva administración del Estado. El chavismo, por ejemplo, desaparecido el apoyo popular mayoritario que gozó inicialmente, está recurriendo a la fuerza para acallar las enormes protestas ciudadanas por la crisis espantosa en que se debate el pueblo venezolano, y todo pese a la condena internacional. Esto siempre desemboca en una corrupción desenfrenada: práctica perversa que se pretende mantener impulsando nuevas re-reelecciones. Pero ganar elecciones no es suficiente para seguir gozando de la confianza popular, la que si se la pierde, pese a respaldos como los de los países del ALBA, abre un destino inevitable: el estado terminal. Entonces, “¡Ay de los vencidos!”.

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