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Marcelo Ostria Trigo

Entre la crisis y la esperanza


2016-04-14 - 10:24:25
“La corrupción política como abuso de poder público en beneficio privado, es un fenómeno que no distingue ideologías, culturas o países”, dice el escritor uruguayo Hebert Gatto (El País, Montevideo, 21.03.2016). Es cierto, pero ahora se advierte que nunca hubo una tan difundida red internacional de corrupción. ¿Habrá que esperar, al fin, un cambio de este ciclo perverso?

Por su parte, el profesor Carlos Malamud, Investigador principal de América Latina del Real Instituto Elcano, plantea la cuestión, esencialmente para nuestra región, e indica que “el declive y la pérdida de prestigio de algunos de los gobiernos “largos” comenzados en la década anterior es una de sus principales características”. Afirma, sin embargo, que aún debe haber cautela, pues sólo se ha cambiado el gobierno en Argentina; pero al fin la tendencia es restablecer las fórmulas democráticas.

No puede atribuirse sólo a una casual la simultaneidad en la aparición del populismo depredador en sus distintas formas. Fueron muchas que las que lo originaron: abandono de principios, indolencia y hasta el culpable conformismo de los satisfechos. Y como se vienen inevitablemente nuevos tiempos, ahora uno de los pecados más graves sería, además de abandonar los principios democráticos y de convivencia civilizada, dejar de corregir los males morales, entre los que —como ya es tan ostensible— son los que más agobian y ocasionan injusticias. Y para preservar la armonía social, tan frágil ahora, se debe convenir en que son imprescindible nuevas, ideas, nuevos estilos, renovados dirigentes políticos e imaginación creadora.

Esta crisis que nos envuelve podría impulsar a que se le dé contenido —como decía Albert Einstein— como nueva oportunidad, que puede ofrecerse “a personas, a organizaciones o a países porque trae consigo progresos; los grandes descubrimientos y estrategias surgen de la angustia…”. “Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado”, sentenció.

Estamos ante una trascendental disyuntiva­: seguir la actual ruta que conduce a los Estados fallidos, o reconstruir un Estado encaminado a la modernidad. Hasta ahora, el intento fue —parece que persiste— consolidar el prorroguismo y, con él. la crisis generalizada. Por ello, vale la pena recordar una amarga hora de la historia humana, en la que se inmolaron millones de personas, cuando surgió la pregunta de Virgil Gheorghiu Constantin: ¿Ésta no es la hora 25 en la que, ni la venida del Mesías, podría salvarnos? No, es la hora 24; mañana será el amanecer…”.

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