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Marcelo Ostria Trigo

Predestinados o caudillos mesiánicos


2016-03-09 - 17:49:33
La predestinación es una doctrina religiosa que, como tal, se distingue de otras ideas con respecto al determinismo o el libre albedrío. En la política hay quienes creen en la predestinación, es decir, en los pretendidamente iluminados que han nacido con el don de mandar, de gobernar bien, convencidos de que son insustituibles; creen ser los únicos capaces de salvar a un pueblo. Esto tiene íntima relación con el culto a la personalidad que endiosa a los caudillos.

El mesianismo en política también se presenta como síndrome del caudillo: creer que el mundo comenzó con él o con su gobierno; solo cuenta el presente y el futuro que se anuncia como promisorio y feliz. El predestinado se cree con el derecho de gobernar de por vida; nadie lo puede sustituir, y cuenta, para proclamarlo, con seguidores fanatizados (una diputada argentina proclamaba: “Cristina (Kirchner) eterna”).

Como en la brega política solo actúan mortales comunes, sin poderes sobrenaturales, al final los caudillos se enfrentan a una dura realidad: su voluntad arbitraria, sus caprichos y sus delirios no rinden frutos; no crean un estado de gracia colectivo bendecido por la justicia y la prosperidad.

Cuando el caudillo autoritario cae, queda atrás la supuesta condición de ‘Padre de la patria’, como en el caso de Rafael Leónidas Trujillo, o de Adolfo Hitler, constructor del Reich de los mil años, o de José Stalin: ‘Padre de las naciones’ y ‘Brillante genio de la humanidad’. Y la verdad, que siempre prevalece, los condena.

Para el caudillo la democracia no cuenta, porque es opuesta al supuesto atributo de la predestinación de los que sueñan con un Gobierno sin término, de los que reaccionan mal cuando se intenta la alternancia en el poder. Reprime y se reafirma en su propósito de una tarea sin término. Así se perpetuaron, entre otros, Fidel Castro y los integrantes de la infame dinastía gobernante en Corea del Norte.

Hay circunstancias en que, por las torpezas, errores, corrupción y matonaje y la constante mentira, comienza el deterioro de la imagen del caudillo. A esto sigue la pérdida del miedo en los ciudadanos. Y si esto produce inquietud y crisis, los caudillos populistas se solidarizan entre ellos.

El mesianismo surge con la falsa esperanza “en un futuro mejor y en la solución de problemas sociales mediante la intervención de una persona en la que se pone una confianza absoluta”. Pero la historia nos recuerda que hasta algunos caudillos aconsejaron: “Confianza ni en mi camisa” (Mariano Melgarejo).

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