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Susana Seleme Antelo

La dominación masculina


2015-12-03 - 12:40:39
El jefe del régimen, Evo Morales, el ‘Vice’ Álvaro García-Linera, y un par más de sus hombres, son la más palmaria expresión de lo que el sociólogo francés, Pierre Bourdieu (1930–2002) estudió en su libro “La dominación masculina”.

El profeta de la sociología comprometida, gurú de los intelectuales de izquierda, intelectual contestatario, como le llamaban, analiza en ese libro el ‘androcentrismo’a partir de las relaciones sociales centradas bajo el punto de vista masculino. En las sociedades androcéntricas, con una visión falonarcicista, el hombre-macho es el centro del universo: lo domina, se impone y no necesita enunciados para justificarse. En ese libro, Bourdieu señala que el cuerpo de las mujeres es un objetivo evaluable e intercambiable “para otros”, que circula entre los hombres como “una moneda” y que “es el blanco” expuesto a la mirada y al discurso de “los otros”. Vale decir, “es la eternización de lo arbitrario”, convertido en hábito –del latín habitus- “merced a condicionamientos sociales, históricos, culturales, económicos, que contribuye a la reproducción” de ese orden social. En él, “el hábito como costumbre y tradición, se refleja en una asimetría radical entre el hombre, sujeto, y la mujer, objeto de intercambio”.

“La dominación masculina” es un libro apasionante y al mismo tiempo aplastante. Lo he recordado con mayor frecuencia, ahora que los hombres del régimen hacen gala de su hábito androcéntrico con un desparpajo que los pinta como utilitarios macho-dominantes. Me remito a los últimos ejemplos.

Empiezo por el jefe régimen que tiene la lengua más larga que prudente. Hace un par se semanas, se burló de la joven ministra de Salud, Ariana Campero de 29 años, y le espetó que el departamento de “Beni es tan grande… hay que planificar ministra de Salud, no quiero pensar que es lesbiana”. ¿A título de qué semejante despropósito homofóbico? Y no es la primera vez que esta ministra es blanco de acoso machista, basado en una“arbitrariedad socio-cultural como si fuese natural”.

Semanas previas, el Vice también le dio consejos a la misma ministra: “antes de tener un hijo debe casarse, porque hombre es hombre” y la puede dejar con “la pruebita de amor colgando”. Antes, durante la campaña municipal en Yacuiba -marzo 2015- el candidato a alcalde por el MAS, Carlos Brú, le pidió a Campero que se quedara en esa ciudad “cama adentro, patrón encima”. Esos tres episodios de acoso a una mujer, son la perpetuaciónde “un orden social que funciona como una inmensa máquina simbólica que tiende a ratificar la dominación masculina en la que se apoya la división sexual del trabajo, la distribución estricta de actividades asignadas a cada uno de los sexos, de su espacio… y que ha transformado la naturaleza en historia”, escribió Bourdieu.

Es la fuerza masculina que prescinde de cualquier justificación, y se basa, en criterio del sociólogo, en “La violencia simbólica… esa que arranca sumisiones que ni siquiera se perciben como tales, apoyándose en unas ‘expectativas colectivas’ y en unas creencias socialmente inculcadas”. En el libro citado, señala que “si bien la unidad doméstica es uno de los lugares en los que la dominación masculina se manifiesta de manera más indiscutible y más visible, y no solo a través del recurso a la violencia física, el principio de la perpetuación de las relaciones de fuerza materiales y simbólicas que allí se ejercen se sitúa en lo esencial fuera de esta unidad, en instancias como la Escuela, la Iglesia, la familia o el Estado, y en sus acciones propiamente políticas, manifiestas u ocultas, oficiales u oficiosas”. Esa violencia simbólica, suave e invisible se impone en cuerpos y cerebros con “la consentida aceptación de un orden que subyuga”.

Según Bourdieu, es “el poder hipnótico de la dominación”,tanto que en Bolivia ha habido dignatarias que cantan coplas de carnaval como “Este Presidente de buen corazón, a todas las ministras les quita el calzón” o “Ahora las ministras van por los balcones, pidiendo limosnas para sus calzones”. Es el cuerpo de las mujeres objetivo evaluable e intercambiable. Ninguna de las llamadas izquierdistas-feministas del MAS, ha levantado ni el puño ni la voz en contra.

Hay más ejemplos, pero termino con el senador oficialista Ciro Zabala. En octubre pasado, afirmó que las mujeres con falda corta deberían ir a la cárcel como en Minnesota, Estados Unidos, donde usan falda larga. Pidió disculpas, pero meses antes cometió otra arbitrariedad: dijo que para terminar con la violencia de género se debe enseñar a las mujeres "cómo comportarse”, “como vestirse”, para que no se conviertan en atractivo de violadores o delincuentes.

Vuelvo a Bourdieu, quien en 2000, le hizo notar a la periodista catalana, Inma Sanchís, como la falda que llevaba puesta era una prenda de dominación “Su falda es un condicionante de todo lo que Ud. hace. Eso que parece tan natural y anecdótico, que usted lleve falda y yo pantalones, es un mecanismo de dominación masculina(…) Con la falda hay movimientos implícitamente prohibidos y eso es mucho peor que las prohibiciones explícitas. Contra una prohibición se puede rebelar, pero la falda implica un comportamiento y un imperativo moral silencioso que le condiciona”.

Y para demostrárselo, tiró unas cucharillas al suelo. El recogió una con toda naturalidad. Ella, en cambio, se agachó con las rodillas juntas y la espalda recta, como le enseñó su abuela. “Su postura está cargada de una significación moral (…) La falda es sólo un ejemplo de esa violencia simbólica” le dijo. El senador Zabala ratificó que en Bolivia la falda es una prenda de dominación.

Demasiado ‘habitus’ en los hombres de Morales. Es una tradición, pero no es un destino. Puede ser perdurable, pero no es inmutable, a pasar de ellos, otros y otras.

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