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Susana Seleme Antelo

Chapetón: signo de nuevos tiempos


2015-06-15 - 17:48:43
En El Alto, abigarrada y compleja ciudad entre lo urbano y lo rural, gobierna Soledad Chapetón, de origen aymara de segunda generación. Lo hace a pesar de las desiguales relaciones de género en la construcción social e ideológica de cosificación, menoscabo y prejuicios hacia las mujeres. Hay que evaluar su triunfo no solo como una igualdad de oportunidades políticas y de género sino también por sus resultados.

Son signos de nuevos tiempos porque “La Sole”, como le dicen, ganó con el 55% de votos a la hegemonía oficialista en El Alto, uno de los más firmes bastiones del régimen que preside Evo Morales. Son buenos signos, además, porque es una mujer joven, pedagoga y con militancia política, en el partido de oposición Unidad Nacional (UN).

Ese dato, en un país machista, patriarcal, de violencia letal y simbólica contra las mujeres en las relaciones sociales, las práctica y los discursos, merece ser subrayado desde una múltiple dimensión.
La ciudad optó por Soledad atraída por su cercanía amable y sencilla, sin poses populistas ni demagógicas, por su sólido discurso a favor de políticas públicas para mejorar la calidad de vida de las/los ciudadanos, y por su compromiso anticorrupción, en momentos en que los desfalcos al Fondo Indígena golpeaban y golpean la conciencia de Bolivia.

Ese compromiso lo cumplió cuando designó a los subalcaldes de la ciudad, tal como le faculta la Constitución Política del Estado. Al hacerlo, se enfrentó a la ‘rosca’ corporativa de la Federación de Juntas Vecinales (FEJUVE) “espacio de donde provienen las más evidentes constataciones de su perversión cuando el usufructo del poder que detentan se desborda, ya no en consideración de sus bases sino más bien a costa de ellas”(Página 7. La Paz, 9.06.15).

La nueva Alcaldesa ha roto esa práctica que consistía en aplicar al ámbito urbano los “usos y costumbres” de las comunidades indígenas originarias rurales. El resultado fue la parcelación del poder, la fractura de la institucionalidad municipal, la inviabilidadpara una gestión eficiente, eficaz y transparente, pues se imponía la prebenda corporativa-sindical de los llamados movimientos sociales.

Es una prueba fehaciente de que la antipolítica del partido único y la discrecionalidad sin transparencia ni ‘gobernanza’ fue suplantada por la política como espacio de diálogo, acuerdos y respeto a la diversidad.

Cuando la FEJUVE decretó un paro insistiendo en la aplicación ‘usos y costumbres’, Chapetón insistió en su firme “compromiso para traer modernidad a la ciudad, erradicando la corrupción, por eso pido se unan a esta lucha que sin lugar a dudas afecta intereses personales que hoy quieren boicotear la gestión… unamos fuerzas para vencer y traer mejores días para todas y todos los alteños y no para una cúpula de intereses personales, porque El Alto es de todos y no de unos cuantos”. Y Soledad ganó una segunda vez frente al paro respaldado por el oficialismo, entre ellos el del ‘Vice’. La apoyaron sus votantes, que ven en ella a una de los suyos y porque están hartos de abusos y corrupción a granel.

“La Sole”, El Alto y el futuro democrático.

La nueva alcaldesa tendrá un futuro no exento de las luchas por el poder de las añejas estructuras clientelares de El Alto y del poder centralista. Esta joven ciudad, producto de la migración del campo, es la segunda más populosa de Bolivia, con una identidad urbana en formación, sin renunciar a sus orígenes indígenas, con los mismos problemas y complejidades que otras urbes de explosivo crecimientos. Es una de las más combativas, no exenta de violencia, pues ‘tumba’ presidentes –en 2003, a Gonzalo Sánchez de Lozada en la conocida ‘Guerra del gas’; en 2005 a Carlos Mesa- o revierte decretos que afectan la economía popular, como aquel que incrementaba el precio de los carburantes, en 2010.

“El origen migrante de la gran mayoría de los habitantes de El Alto rescata rasgos como el lenguaje, pero hay manifestaciones como los nombres que adoptan para sus hijos o las denominaciones de barrios y calles que dejan de lado esa identidad aymara para apelar a vocablos en español y hasta en otros idiomas” (La Razón, marzo 2015). La arquitectura alteña ha sido motivo de estudios por su llamativo estilo barroco, de impactantes y coloridos símbolos andinos. Son los “cholets” -fusión de chalet y cholo- edificios icónicos de la nueva y pujante burguesía aymara, que para el economista y analista paceño Carlos Toranzos, “son los fenicios del Altiplano”. El arquitecto delmillonario “boom” de cholets es Freddy Mamani Silvestre, inmigrante aymara de 42 años.

En esa ciudad abigarrada y compleja, gobierna Soledad Chapetón para sorpresa del centralismo autoritario y con el beneplácito de demócratas. No se trata solo de que las mujeres ganen elecciones u ocupen ministerios y otros cargos, sino que su presencia incida en el campo político, como ha hecho ella con excelente resultado, haciendo prevalecer su autoridad frente al clientelismo y la corrupta prebenda populista. Su victoria es un buen signo de la igualdad de oportunidades de género y política, siempre mezquinadas a partir de los conocidos estereotipos patriarcales. Antes ganó también en su partido con el buen criterio del jefe, Samuel Doria Medina, aunque “Ahora respondo a la ciudad de El Alto, ya no al partido”, dice Soledad, que le asestó al oficialismo la tercera derrota en el departamento de La Paz, donde perdió la gobernación, la alcaldía de la sede de gobierno y la de El Alto.

Ese buen signo porque “la Sole” es una mujer que habla de un futuro deseado y posible, y se acompaña con otros signos de victorias políticas frente al oficialismo autoritario, populista y continuista. Ahí están la alcaldía de Tarija, con el joven Rodrigo Paz Pereyra; Adrián Oliva, que ganó la gobernación también de Tarija y José María Leyes que se alzó con la alcaldía de Cochabamba. No menor fue la victoria contundente del reelecto Rubén Costas Aguilera, en la gobernación de Santa Cruz. Este signo de buenos tiempos no debe frenarse. Esperamos que en la Asamblea Constituyente, las fuerzas políticas de oposición -aunque sean pocas frente a los 2/3 del oficialismo- y las regionales se involucren e incidan en la recuperación de la institucionalidad estatal democrática, para frenar las totalitarias aspiraciones de Evo Morales de “gobernar para toda la vida”.

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