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Dante N. Pino Archondo

Mar o soberanía: El dilema


2015-05-11 - 13:05:44
Estar fuera y mirar las cosas desde un ángulo distinto, tiene su ventaja. Y quizás nos sirviera para tener una mejor ubicación desde la cual podamos opinar sin ese miedo a ser vistos como pesimistas o contrarios a la reivindicación marítima por la cual venimos luchando desde principios del siglo XX

Mirar la situación con pragmatismo, dejando a un lado posiciones emocionales que en vez de ayudarnos nos ofuscan y hacen perder el camino o meta que deseamos alcanzar, debía ser la forma con la cual reconduzcamos las relaciones con Chile.

Después de haber escuchado programas de horas enteras difundidas por los medios chilenos analizando, discurriendo y opinando sobre la demanda judicial presentada por Bolivia, y comparando estas con las que se emitieron en Bolivia, incluidas esas penosas afirmaciones del Presidente Morales bañadas de un exitismo político sindical barato, lo que puedo colegir es lo siguiente:

En Chile se tiene una idea clara sobre los orígenes de la guerra del Pacífico, sus consecuencias y la demanda boliviana permanente de retorno a las costas con soberanía. No hubo estos días afirmaciones fuera de lugar, como aquellas de que si Bolivia nació con costa o no, al contrario se dejó claro que hubo una guerra fruto de la cual se dejó a Bolivia sin salida al mar.

La pregunta que se hicieron es: qué pasará después de lo que la Corte Internacional falle, más allá de que este fallo sea o no favorable a Chile, el juicio habrá acabado pero el caso no. Es decir Bolivia seguirá insistiendo en el retorno a las costas del Pacífico por lo cual Chile debe estar preparado para ello. Los chilenos piensan que para Bolivia la Corte Internacional es un paso más en la permanente posición que tenemos y que el caso en la C.I. nos favorece más que perjudica lo que para ellos no es lo mismo.

La controversia sitúa el punto nodal del conflicto. Bolivia pide una salida al mar con soberanía y Chile no está dispuesto a aceptar una cesión de su territorio sin compensación alguna. Esto nos deja más cerca del abrazo de Charaña entre los generales Pinochet y Banzer Suarez, que dentro los 13 puntos de la agenda Bachelet – Morales. Los chilenos piensan que en ese momento histórico se estuvo más cerca de una solución y que la misma no se dio por dos motivos: la posición peruana sobre sus derechos expectaticios en relación a Arica junto con la soberanía compartida que se planteó y la resistencia boliviana entonces a ceder territorios compensatorios al corredor ofrecido.

En este contexto, el juicio en la Corte Internacional no es más que un paso para retornar al mismo punto de partida, negociar una salida soberana la cual Chile no está dispuesto a ceder. Que la Corte Internacional diga que continúen las negociaciones, no significa la obligación por parte de Chile de ceder nada. Lo probable es que la Corte Internacional no se pronuncie ahora sobre su competencia para tratar este asunto y decida que será al final del proceso cuando lo diga, mientras se abra un periodo de cinco o seis años para tratar el tema de fondo.

Si esto se produce, habremos dilatado seis años el poder negociar lo que podríamos hacer ahora, sin que exista un fallo que obligue a Chile a negociar lo que sabemos no están dispuestos a ceder. Chile tiene esto muy claro, con el añadido de que de aquí para delante Chile ya no hará ofrecimiento alguno y tendrá mucho cuidado en incluir este asunto en agendas oficiales, con el fin de evitar que Bolivia utilice los mismos como viene haciendo.

¿Qué es lo que se habría ganado entonces pidiendo que la Corte Internacional le diga a Chile que siga negociando con Bolivia, si negociar no obliga a ceder?

Y es cuando creo que debemos definir si queremos mar o soberanía. Las condiciones para tener una salida a las costas del Pacifico que nos proporcione mejorar nuestro comercio internacional con todos sus efectos multiplicadores es lo que deberíamos negociar y definir en el marco del mismo tratado de Paz y Amistad de 1929 modificando sus alcances a la nueva realidad internacional vigente, asunto que ya tuvo por parte de Chile una proposición bastante concreta, referida a la administración del puerto y facilidades de tipo legal que nos permitan actuar con eficacia y eficiencia, lo que se denominó en algún momento cualidad marítima. Si nos empecinamos en tener soberanía lo que hacemos es cerrar las puertas de todo entendimiento.

La soberanía no se cede se obtiene. Y no se obtiene con fallos de carácter internacional, por mucho que nos ufanemos en tenerlos por docenas. Chile también tiene esto muy claro.

Los momentos históricos que se crean son el producto de las acciones que los Estados generan. El gobierno boliviano actual, está jugando con este asunto al calor emocional, como lo hace con los hidrocarburos entre: vende patrias y nacionalizadores, con los recursos naturales entre: progreso y resistencia al cambio, con la misma alternancia democrática a la que se obliga la democracia real entre: el proceso de cambio y el retorno al neoliberalismo.

Esta forma de hacer política tiene réditos que son más electorales que Estatales, sirve para alimentar la demagogia patriotera y a la larga solo queda como un simple episodio más. Al gobierno le ayuda ahora en sus planes de reelección indefinida, pero a Bolivia le perjudica en su permanente demanda de salida al mar

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