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Susana Seleme Antelo

¿Quiénes deciden sobre nuestro derecho a la vida?


2013-09-03 - 18:50:42

Como partidaria de la teoría evolucionista del reino animal, del cual es subsidiario el género humano,  acepto la definición de vida como el estado intermedio entre el nacimiento y la muerte de un persona. Definición más que simple, pero certera, tratándose de una noción por demás compleja, ya que la vida está determinada por un milenario proceso de evolución que comprende elementos inorgánicos, orgánicos, biogenéticos, ambientales y de convivencia-supervivencia con la naturaleza y el resto de sus pares.

A esas condicionantes, se agregan las interacciones entre grupos humanos y entre  individuos de un mismo grupo, amén de su tendencia, la mayor de las veces con armas poco nobles, letales o  mortales, a sostener, defender  e imponer sus creencias ideológicas, filosóficas, religiosas, étnico culturales, su autoridad y su  poder  por encima de toda otra consideración que afecte a las suyas. Es decir de todas las demás. La historia de la humanidad está plagada de crudos ejemplos a los que la práctica democrática y civilizada en el siglo XX, no pudo obviarle dos guerras mundiales,  otras civiles y  un sinnúmero de muertes, dolor y espanto producto de la intolerancia y el desprecio a los otros que piensan diferente.

En ese conjunto de dramáticas variables, inscribo la disputa por la despenalización del aborto, que libra una guerra silenciosa, sin estridencias ni balas ni otras armas ostentosas. Reitero: despenalización del aborto, planteamiento diametralmente distinto a la promoción del aborto, como la presentan quienes en nombre de la vida o “pro vida”, echan rayos y centellas contra quienes esgrimimos su despenalización.

¿Por qué la autoritaria  postura frente a esa acción, acompañada casi siempre de la negación a hablar en un contexto sinérgico no solo como una cuestión de fe o de carácter penal sobre la sexualidad humana libre y placentera;  sobre los derechos sexuales y reproductivos de la mujer que antes de ser madre reproductora del género humano es mujer?  ¿Por qué no hablar de la opción sexual ajena a tabúes; de la maternidad y la paternidad responsables, deseadas y planificadas sin el espanto del pecado, de la sanción social y penal de un sistema judicial, quizás el más patriarcal de todos los sistemas de las sociedades judeocristianas?  ¿Porqué esa  arbitraria  e inequitativa imposición de leyes punitivas dictadas siempre por hombres, haciendo gala de su carácter patriarcal sin tomar en cuenta los derechos individuales de las mujeres y el respeto a sus derechos humanos?  

Peor aún, desconociendo que la despenalización del aborto es un tema de salud pública y no del ámbito jurídico o religioso, para garantizar el derecho a la vida de las mujeres desde su nacimiento hasta su muerte por causa natural o enfermedad, sin que se sometan a abortos clandestinos, insalubres y mal practicados y con peligro a sus vidas por embarazos no deseados, por violación, incesto, minoría de edad,  salud física y mental.  

Lo que nunca argumentan quienes se oponen a rajatabla a la despenalización del aborto, es que realizado en condiciones adversas e inseguras, reportan la tercera causa de muerte materna en Bolivia, según el estudio de la Encuesta Nacional de Demografía  y Salud Pública  (ENDSA 2008, Internet). Este contundente dato fue obviado por la Unidad de Análisis de Políticas Sociales y Económicas (UDAPE) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a pedido del gobierno,  en su Informe sobre Desarrollo Humano 2010, según denunció en su momento el economista Gonzalo Chávez, en el matutino Página Siete de La Paz. *

Como  el censo 2012, esa fue otra manipulación estadística, que tampoco tomó en cuenta  que 9,1% de la mortalidad materna en el mundo se debe a abortos mal practicados, de acuerdo a datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS 2011). Quienes criminalizan a las personas que estamos a favor de la despenalización del aborto, tampoco reconocen que en países donde  rigen políticas menos obtusas y restrictivas sobre el tema, la mortalidad materna tiene una tasa de 12 por cada mil mujeres,  frente a 32 por cada mil en América Latina. En suma, así como dos y dos son cuatro ¿quiénes velan mejor por el derecho a la vida de las mujeres?

*Fragmento de la respuesta de Gonzalo Chávez al PNUD sobre los datos la mortalidad materna, en la nota: “Pescotis en el reino de los Pacpacus”.  “En mi articulo del domingo pasado comentamos que el Boletín publicado por la dupla, UDAPE – PNUD omitió, por una decisión de orden político, los datos sobre el aumento de la tasa de mortalidad materna, que llegó a 310 muertes por 100.000 nacidos vivos en el 2008, según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDSA) realizada por el Instituto Nacional de Estadística. En el 2003, este indicador fue de 229 muertes por 100.000 nacidos vivos. El PNUD, a través del Centro de Información de las Naciones Unidas en Bolivia (CINU), respondió con una nota de título pretencioso: “Aprendices de pajpacus, no. Investigadores prudentes, sí”. Ambos artículos se publicaron también en mi blog. El artículo comienza mal porque desmerece el debate, posteriormente, da una muestra de escaso conocimiento de estadísticas y termina un poco mejor, porque aunque algo tarde, reconoce la necesidad de abrir la discusión sobre la forma de medir indicadores sociales. El objetivo de mi artículo fue cumplido, aunque para eso tuvimos que hacer un pescotis en el reino de los aprendices, de los autodenominados, investigadores prudentes, o serán más bien ¿investigadores pacpacus? La nota del PNUD le pasa el muertito al INE. El Boletín PNUD–UDAPE habría omitido el dato sobre mortalidad materna porque este no podría ser comparable con el obtenido en anteriores ediciones de la ENDSA, por problemas de errores muestrales.

En la primera parte de la respuesta, los responsables del PNUD, creen que es superflua la polémica en torno al dato de la mortalidad materna. Juzgan innecesaria la controversia sobre el derecho a la vida. Esta es una manera sui generis, para decir lo menos, de apoyar el desarrollo y la democracia, y así cumplir los objetivos del Milenio. Cuando, a partir de un dato equivocado u omitido, se toman decisiones de políticas públicas erróneas en el área de salud, se compromete la vida de centenas de mujeres. Así que subirse al muro de la ‘neutralidad institucional’ no es el mejor camino a seguir”.

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