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Susana Seleme Antelo

La democracia es obra de muchos


2013-04-15 - 09:21:46

Y no solo de algunos que tras elecciones-unas limpias y otras manipuladas- censuran el debate político,  la pluralidad de voces democráticas,  el libre juego de opiniones y el pensamiento crítico. Como el presidente Evo Morales y sus conmilitones,  que no admiten entre sus adherentes a ‘librepensadores’, so pena de castigo o expulsión.

En nombre del “cambio” o de la ‘revolución socialista del siglo XXI’, se han inaugurado en América Latina  las democracias electoreras -o socialismos ‘sufragistas’- según las ideas del extinto Hugo Chávez,  para satisfacer los ímpetus autocráticos de sus líderes sin fecha ni tiempo en el calendario.  Es decir, de aquellos que ejercen el poder ejecutivo, legislativo, judicial, electoral, militar, policial, social y representan  el poder total, sin posibilidades de contrapesos,  al haber suprimido la independencia de poderes y de suyo la autonomía de cada uno de ellos como base filosófica de toda República.

Es la culminación del autoritarismo autocrático basado en un poder personal absoluto y despótico, cuya concentración de poder en una sola persona y en un solo partido excluye a la sociedad política y civil que es ajena al pensamiento y la ideología oficialista. De ahí que  no es gratuito que  Morales y los suyos cambiaran el nombre de República por el de Estado Plurinacional. Si en la República priman los principios democráticos de igualdad, libertad y justicia para todos,  sobre la base de la división de poderes, no todo Estado es un “Estado de derecho” con respeto a los Derechos Humanos y la alternancia en el poder político. Por eso los vulneran a diestra y siniestra, y la mejor prueba son los impulsos re-re-eleccionarios de Morales, por el momento hasta 2025.

Lo plurinacional en Bolivia es un concepto mezquino, porque si bien reconoce la diversidad, no hace hincapié  en la unidad en la diversidad, como síntesis de múltiples, lo que induce al Estado pluri, a no reconocer las diferentes regiones del país con culturas diversas y sus demandas por autonomías plenas, sin visos de separatismos.  

Con la misma lógica, ve a los pueblos indígenas del Oriente como simples minorías a las que pueda manipular para vulnerar derechos  a su territorio y la  tierra con proyectos carreteros que no solo violan su hábitat  sino su rica biodiversidad, como el TERRITORIO INDÍGENA PARQUE NACIONAL ISIBORO-SECURÉ (TIPNIS).  El Estado pluri de Morales y los suyos, sigue siendo  un Estado excluyente y racista que privilegia solo la zona aymara andina, de ahí su intento de hegemonía monocultural aymara,  a pesar de su  ley Contra toda forma de Discriminación y Racismo, en pos de la consolidación del poder total, apunta al control económico de empresas estratégicas, vía nacionalizaciones; a las cortapisas a la empresa privada productiva, como la agroexportadora con valor agregado, y a Organizaciones no Gubernamentales (ONG), fundaciones y asociaciones incluida las religiosas, sin fines de lucro que reciben donaciones para múltiples actividades. Entre ellas, la lucha contra la pobreza, la violencia de género, campos de la salud, educación, artística y cultural. A eso conduce la nueva ley que las regirá. Y no se trata solo de que el gobierno tenga un registro de cada de ellas, u obligue a la renovación de  su permiso cada dos años, con la pesada carga burocrática que ello exige y la erogación de dineros, sino para controlar los recursos que reciben de sus financiadores.

La gestión de esos recursos debe estar regulada por el gobierno, pues es su competencia, afirman. Hoy ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, pues Morales y los suyos fueron subsidiarios de o­nGs y otras  instituciones que además de contribuir a la construcción de su hegemonía política,  financiaron sus actividades contra el Estado de Derecho como carismático líder cocalero antisistema. Se benefició también de aquellas ‘ayudas’ como diputado de oposición, curul parlamentario al que tuvo acceso gracias al sistema de partidos políticos inclusivos, a pesar de todas sus falencias, tras la  recuperación de la democracia, en 1982. Ya en el bloque en el poder, Morales y su partido también recibieron financiación, cuando movilizaba a movimientos sociales para la aprobación  de una Constitución a imagen y semejanza de su visión política antidemocrática, como izquierda afín a cánones  autoritarios con visos totalitarios. Conquistada la hegemonía, en parte  con aquellas ayudas, poco a poco se impuso la dominación.   

Antes de promulgar la ley de marras, dieron un golpe mortal al Instituto de Bellas Artes, gestionado durante años y con grades esfuerzos por expertos, hoy en manos de inexpertos militantes masistas. Han visto en ese Instituto un semillero de futuros votantes para las elecciones de 2014.

Ahora apuntan a  la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC), gestora de la recuperación de la música barroca chiquitana, compuesta de orquestas y coros locales, que rescata, valora y preserva las tradiciones religiosas y laicas de esos pueblos indígenas y mestizos del Oriente. Con delectación de artista, ellos transmitieron de generación en generación las enseñazas de los misioneros jesuitas y  hoy, a más de dos siglos, siguen fabricando instrumentos barrocos, tocándolos  y cantando en su lengua nativa y hasta en latín.

Los 17 coros y orquestas compuestos por niños, niñas y jóvenes de ambos sexos, desde los 6 años  en todas esas provincias y también en la ciudad capital son reconocidos en todo el mundo y enorgullecen a cruceños y bolivianos. A título de ‘descolonización’ ¿quieren politizar APAC y su trabajo, que además trabaja en un festival internacional bianual de teatro,  para usufructo de políticos profanos?

Si la democracia es obra de muchos, en Bolivia estamos llegando a sus  limites y a la decadencia del sistema de representación política. Y es que el poder personal del autócrata debilita a los partidos políticos, destruye la participación democrática y resiente a la sociedad civil.  Las imposturas con las que el poder tergiversa y degrada el lenguaje político, social y cultural cotidiano deforma la realidad y afecta el derecho a la libertad de información, para dar lugar al pensamiento único.

Es lo que Noam Chomsky afirma,  cuando dice que las palabras también sirven para engañar y en ese proceso de ocultación, eufemismos y sustitución, los términos acaban desgastados y desapareciendo, como pretenden hacer Morales y los suyos sobre el significado y contenidos de la de la democracia y el Estado de Derecho.

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