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Dante N. Pino Archondo

La calidad del gasto


2013-04-01 - 02:44:14

Por mucho menos de lo que sucede ahora, otros gobiernos, incluidas las dictaduras se hubieran visto en la ineludible decisión de renunciar.

Vivimos una época de bonanza económica, hay dinero, dicho en términos simples y por tanto hay capacidad para gastar. El consumo es una función del ingreso que dispones.
Y es por lo que tenemos ahora y no tuvimos antes, que debemos juzgar lo que se hace. Es decir cómo se está gastando. El concepto de la calidad del gasto, es lo que debe llevarnos a concluir si vamos o no por el buen camino.

El gasto del gobierno es una variable importante y lo es tanto como el nivel de sus ingresos. Lo que se ha analizado (Fundación Milenio Informe sobre la economía) es el comportamiento de esta variable – ingreso – respecto a la variable – gasto – y los resultados demuestran que son los ingresos provenientes de las exportaciones de gas y minerales, principalmente, los que tienen un efecto importante sobre los ingresos fiscales. Es decir los ingresos fiscales son una variable que depende de las exportaciones de esas materias primas. Cuando mayor son en valor nuestras exportaciones, tanto mayor es el ingreso fiscal.

Si el gasto fiscal no creciera demasiado, en relación a los ingresos, podríamos consolidar el superávit fiscal y tener un colchón amortiguador para confrontar un ciclo de caída en el valor de las exportaciones. Pero la observación del comportamiento del gasto fiscal nos dice lo contrario. El gobierno expande el gasto, con cierto rezago, acompañando el aumento de los ingresos y parece no tener en cuenta un comportamiento previsional.

Crece el gasto corriente en sueldos y salarios, incrementando la burocracia estatal, crece el pago de intereses y capital al crédito interno y externo, crecen las compras de bienes y servicios  y aumentan los gastos denominados “otros egresos corrientes” en 297 por ciento del 2010 al 2012. No hay calidad de gasto y su aplicación no ha cambiado en nada, comparado con todos los gobiernos anteriores. El inmediatismo económico permanece intocable. Vivir el día sin importar el mañana.

No parece por tanto coherente hablar de un proceso de cambio en el terreno económico. El gobierno de Evo Morales es tan liberal como los otros con el aditamento de que aplica el gasto sin calidad. Y esto podemos medir cuando observamos los índices de salud, educación, sanidad ambiental. Nada ha cambiado substancialmente respecto a las tendencias que se mostraban. Los gobiernos progresistas, que se quieren denominar socialistas, no pueden medirse, sino es por la calidad del gasto que aplican en su economía. Y esto los compromete con el cambio fundamental en la calidad de vida de sus habitantes, que no puede estar en el consumo de vehículos de lujo, vivienda para lucrar, derroche de alcohol y fiestas, aviones presidenciales, satélites, frondosas delegaciones que acompañan al Presidente a jugar futbol, compras del sector público con sobreprecios para alimentar una burguesía parasitaria. Nada de esto es socialista ni progresista.

Si sumamos al derroche parasitario empresarial en el que se encuentra comprometido el gobierno, la violación descarada a la Constitución Política del Estado y las leyes neoliberales que aún perviven en contradicción muchas veces con esa Constitución, los escándalos públicos de extorsión judicial, juicios montados con asesinatos incluidos, vanidad esparcida por el territorio con bautizos de Evo aquí y allá, menosprecio a los derechos humanos y protección a los negocios del narcotráfico, estamos en un proceso al filo de la navaja.

Lo que debiera ser suficiente para terminar con un gobierno de esta clase, resulta que es algo sin la debida importancia. Y entonces tenemos que mirarnos al espejo como sociedad y  tomar conciencia acerca de nuestra conformidad con todo lo actuado. No solo conformidad sino complicidad que le facilita las cosas al gobierno, que lo hace más fuerte en lugar de debilitarlo y que parece retroalimentarse con toda la dirigencia social y política que tenemos, en una especie de acuerdo o pacto por el cual mientras haya dinero para derrochar, todo está permitido.

Parece que la sociedad boliviana ha caído en la trampa de la liquidez, no importa cuán grande sean los esfuerzos para que todo este panorama cambie, la realidad es que no lo hace y por el contrario se profundiza.

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