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Fernando Rodriguez Mendoza

Las dos caras de la autonomía cruceña


2012-08-09 - 00:36:56

El viernes 20 de julio asistimos a una concentración de una impresionante cantidad de ciudadanos cruceños donde se mezclaban, sin solución de continuidad, personas de distinto origen, linaje y preparación, con un sólo objetivo: sentar presencia de apoyo a un proceso autonómico por el que esos y muchísimos más cruceños habían votado favorablemente en distintos actos eleccionarios.

Inolvidables fueron aquellas jornadas autonomistas que movilizaron cientos de miles de personas, ya sea en cabildos, como el ‘del millón’, así como en los actos eleccionarios para aprobar la autonomía departamental y exigir su consolidación y ejecución. En estos acontecimientos históricos se contó con la participación alegre de un pueblo optimista que miraba el futuro con una óptica de construcción diferente de lo que debía ser Bolivia.

La realidad y el tiempo dieron al traste con esos sueños, siendo los directos responsables no quien por lógica debía serlo –el Gobierno-, sino los mismos a quienes habíamos entregado, sin límites ni condiciones, nuestras esperanzas autonomistas. Estos, al aceptar el proceso revocatorio, sacaron al Gobierno de terapia intensiva política en la que se encontraba y le dieron el suficiente oxigeno para que recupere su fuerza y destroce los procesos autonómicos o los disminuya con una serie de trabas y restricciones.

En Santa Cruz la autonomía arrancó con un Gobierno departamental que tuvo dos caras diferentes.

Por un lado, la autonomía de gestión, de proyección y ejecución de obras es una de las facetas en la que se puede ver palpablemente un trabajo positivo, real y efectivo de la autonomía departamental. La presencia del proceso autonómico cruceño en las diferentes provincias del departamento, es evidente. Más de 800 obras demuestran fehacientemente un trabajo positivo y de presencia, tan largamente esperado para las múltiples necesidades insatisfechas de las zonas rurales.

Esta faceta de trabajo, producción y creación tiene, además, otro aspecto positivo: un manejo económico en el que no se conocen situaciones distorsionantes o en la que hubiera sospechas de corrupción. Y así  debería ser. La transparencia no es un asunto opcional, sino un imperativo. Pero se hace énfasis en este aspecto dado el entorno tan corrupto en el que tristemente Bolivia se encuentra desenvolviendo sus proyectos, para beneficio de unos pocos y detrimento de todo el país.

La otra cara de la autonomía cruceña es la política. Acá encontramos un lamentable fracaso originado en sus inicios, cuando las equivocadas decisiones del Conalde produjeron su desintegración. Se debilitaron las estructuras autonomistas que estaban naciendo, cuya mayor fuerza era justamente la unión de las mismas.
Luego, el liderazgo cruceño se redujo a un nivel tan mediocre, que finalmente ocasionó el retroceso de los que apoyaban el proceso autonómico, permitiendo que el Gobierno central avasallara espacios políticos que serán muy difíciles de recuperar.

De repente, estas dos caras de la autonomía cruceña reflejan nomás el pensamiento cruceño desde los años 60 del siglo pasado: que primero viene la gestión, la economía y la creación de empresas y después, lo político.
Considero que ya hemos llegado a la situación de encarar de frente el manejo político, con inclusión de todos quienes sean cruceños, independientemente de si son o no oriundos de esta tierra, caso contrario, el fracaso continuara inexorablemente.

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