Bolivia está atravesando por diferentes situaciones, unas más preocupantes que otras, no obstante, el resultado que se está consiguiendo es que el partido de Gobierno tenga, cada vez más, un poder hegemónico en lo social, económico y político por la manera como encara y soluciona esos problemas.
Difícilmente ese poder hegemónico cambiará antes de 2014, año de elecciones. Es presumible que la relección del presidente del Estado Plurinacional vaya a realizarse, siendo lo conveniente procurar conseguir que no disponga de dos tercios en la Asamblea Legislativa. Pero ante la ausencia de un liderazgo de oposición que se perfile como alternativa válida para los electores, el horizonte aparece sombrío.
Lo que podríamos considerar actual oposición únicamente reacciona de manera coyuntural frente a lo que se va presentando. No existen propuestas que sean serias y profundas, en las que se busquen alternativas políticas basadas en principios y fundamentos de tipo ideológico en contraposición a la hegemonía del partido gobernante, que se basa en el comunitarismo, en el pensamiento andino- centrista y en un capitalismo desarrollista ya fracasado en otras latitudes.
La alternativa debe concebirse a partir del respeto al Estado de derecho, a la primacía de las leyes, a la división de poderes y a la inclusión social, política, cultural y económica de todos los estamentos de sociedad. En lo económico, la propuesta debe profundizar la economía de libre mercado, apertura de exportaciones y mercados para productos no tradicionales, con respaldo absoluto a la legalidad, y la desaparición de los sectores informales en su mayoría sustentados por el contrabando y narcotráfico.
Conseguir un posicionamiento basado en lo anterior no sucede de un día para otro. Debe trabajarse con evidente esfuerzo y sacrificio en la construcción de ese pensamiento, para que surjan –entonces- quienes van a liderar esa propuesta. No con respuestas coyunturales como ocurre ahora, sino con propuestas serias capaces de recuperar algunos aspectos perdidos en la actual circunstancia, como los procesos autonómicos que ilusionaron a cientos de miles y que luego decepcionaron por la ineptitud e incapacidad de consolidarlos.
Ya no se trata de contar con encuestas y estudios estadísticos que alimenten las respuestas coyunturales y creen falsas expectativas difícilmente realizables en este próximo futuro. Se trata de proponer alternativas reales y sustentables frente a una propuesta política que ahora tiene hegemonía, pero que acusa el desgaste propio de ejercer el poder y de las conductas que coyunturalmente le otorgan victorias, pero no las puede consolidar.
Difícilmente se puede encarar la construcción de principios y fundamentos ideológicos de alternativa en el ámbito nacional. Esa formulación, en vista del futuro, debería empezarse por las regiones y Santa Cruz esta llamada a ser abanderada en ese proceso. Se debe trabajar en crear esa nueva conciencia enraizada profundamente en las necesidades verdaderas de la construcción de un país serio, responsable y viable para encarar el futuro.
