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Susana Seleme Antelo

Nunca fueron demócratas


2012-03-12 - 05:01:01

Nada nuevo bajo el sol en Bolivia: el ‘Vice’ Álvaro García Linera se ha definido “Jacobino, bolchevique, de línea dura espartana” declaración que, sin embargo, no condice con la frívola publicidad sobre su próxima boda, de efecto distractivo frente a las angustias climáticas y sociales que soporta el país.

Hace tiempo, el presidente Evo Morales se definía “marxista-leninista-comunista-socialista”. En las antípodas de esas confesiones, se define lo que nunca fueron: demócratas.  “Por la boca muere el pez”, dice el refrán. 

Ambas autodefiniciones ideológicas puestas en práctica, remiten sin excusas a las acciones autoritarias, plagadas de ‘guillotinas judiciales’ si no para cortar cabezas, para ‘aplastar’ a los opositores y meterlos presos, perseguirlos u obligarlos al exilio, al calor de los impulsos totalitarios del autócrata. Por eso repudian la diversidad política, las diferentes concepciones del mundo y la crítica que combate el pensamiento único que pretenden imponer en Bolivia.

Al carácter jacobino-bolchevique, le agrego estalinista para apuntalar la naturaleza represiva del comunismo al que se adscribe Morales. Esa práctica deja en Bolivia exponentes duros contra los Derechos Humanos, el Estado de Derecho y los derechos civiles. Cito los más graves y cruentos:
i) 3 muertos en La Calancha, Sucre, para aprobar  una Constitución Política que el propio gobierno viola cuando conviene a sus particulares intereses políticos;

ii) el enfrentamiento en Porvenir Pando, montado por el oficialismo entre campesinos del lugar y otros llevados desde La Paz, con un saldo de 12 muertos, cuyo fin era ‘aplastar’ a un opositor prefecto autonomista, que lleva 42 meses preso sin juicio acusado de la ‘matanza’;

iii) la ejecución extrajudicial a tres extranjeros mercenarios -uno de ellos hijo de madre boliviana y de ahí su fácil vínculo-  contratados por el gobierno para infiltrar el movimiento autonomistas cruceño. Las fotos de ese macabro hecho, dadas a conocer por parlamentarios de oposición revelan tortura y asesinato alevoso.

Hay más:
iv) la brutal represión policial instruida desde el ejecutivo a los indígenas de Tierras Bajas en defensa del ya conocido TIPNIS, mientras descansaban para reponer fuerzas en su larga marcha hasta la sede de gobierno, que les tomo 66 días. Esos pueblos originarios se oponen a una carretera que partirá en dos su territorio, arrasará con el bosque y sus riquezas,  y dejará librados a  los indígenas yuracaré, mojeños y chimanes a un genocidio provocado por la invasión de cocaleros, ávidos de las tierras virgenes de ese territorio. El gobierno aprobó una consulta a estas alturas ‘póstuma’ para hacer la carretera,  a la que solo le falta un tramo de 66 kilómetros, precisamente los que hieren el núcleo del TIPNIS, cuando esa consulta debió ser previa a la firma del contrato.

v) La también brutal y desproporcionada represión contra personas con distintas capacidades disminuidas y en sillas de ruedas, tras 100 días de caminata hasta La Paz en busca del cumplimiento de una promesa electoral: un único bono de Bs. 3000, casi $us 400.

Como pensaba Juan Jacobo Rousseau, “Si no existieran intereses diferentes, casi no se notaría el interés común ... y la política dejaría de ser un arte”. Es decir,  el arte de lo posible que permite combinar intereses diversos y contrapuestos mediante diálogos, pactos y acuerdos con la democracia como garantía para encontrar el interés común, por encima de cualesquiera otros intereses privados o colectivos.

El mismo Rousseau apunta en  el discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, que “la máxima fundamental de toda la ciencia política es que los pueblos se han dado jefes para defender su libertad y no para esclavizarles”.

Lejos de Rousseau, atrapados por la anomia
Tras seis años de ejercicio del poder, se puede decir sin duda alguna,  que el gobierno de Evo Morales nunca fue democrático y tampoco se propuso como tarea defender la libertad de bolivianos y bolivianos, como dejó escrito Rousseau.  Recuerdo a José Mirtenbaum que afirmaba con dolor político: ya no éramos ciudadanos, sino ‘súbditos’.

Aunque Morales fuera ungido presidente de Bolivia por el voto popular en 2005, esas fueron las únicas elecciones limpias porque la Corte Electoral de entonces no tenía injerencia política. De ahí en más, hemos votado en seis ocasiones y los resultados quedan sujetos a la sospecha de fraude y múltiples irregularidades, pero le han dado a Morales y a los suyos sucesivas victorias políticas, con reveses regionales como las elecciones por la autonomía, que poco cuentan a la hora del balance.  Hoy vivimos lo que se denominan ‘democracias electoreras’, con Órganos Electorales subordinados a los poderes políticos, aquí como en los otros países de la geopolítica del caudillo Hugo Chávez.
Bolivia es parte de esas ‘democracias electoreras’ que usan la democracia como método procedimental para reproducir el poder de los autócratas sin importar la manipulación del voto ciudadano. La democracia como condición social, en tanto que igualdad para ejercer la libertad política respetando las diferencias, no cuenta en  el gobierno de Morales, García Linera y los demás,  y refleja lo que nunca fueron: demócratas. Y porque no lo han sido ni son, tampoco hay independencia de poderes.

Evo Morales es presidente, ya no de la República de Bolivia,  sino de las seis Federaciones de Cocaleros del Trópico de Cochabamba, cuya producción de hoja coca alimenta la economía política de la cocaína, y también presidente de un Estado Pluri-Nacional, en el que el Estado, la Nación y el gobierno devienen en una sola entidad, copia fiel del ‘Estado integral’ del ‘Vice’ García Linera.

Los jacobinos se ciñeron al ‘terror’ y olvidaron a Rousseau. En ausencia del imperativo democrático de un proyecto político  basado en un Estado de Derecho, el arte de la política en busca del bien común no existe: no dialogan, no negocian, no hacen pactos y dejan que los problemas o se pudran o adquieran ribetes dramáticos. Como los que vive el país, librado a la suerte de la anomia estatal y social que ahogan a la ciudadanía, sometida al canibalismo sectorial, sindical y corporativo de ‘informales’ y excluidos del festín bolche-estalinista. Nada espartano, si miramos los suculentos gastos en aviones, museos y satélites, al calor de coplas sexistas y machistas escritas por adulones  personajes, adictos al poder.

A diferencia de esas coplas, hay otras que cantan  un par de verdades con sabor a pueblo: “La consulta previa la quieren después, ¡Ay, este Gobierno de mamones es!!!”; “Carnaval alegre dicen que te vas, porque no te llevas al Linera más”; “El Evo defiende a la Madre Tierra, lo malo es que lo hace con su motosierra”; “El Tipnis se respeta, el Tipnis no se toca, porque este Gobierno quiere pisar coca”. Ese es el pueblo, ni bolche, ni jacobino, ni marxista-leninista, ni comunista, sí espartano pues soporta el rigor de cocaleros y aventureros encaramados en el poder.

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