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2024-04-18
Bolivia


La izquierda Fracasó en 20 años en el poder de América Latina


19/02/2018 - 08:07:58
El Día.- Tomar el poder sin cambiar el mundo” es el último trabajo intelectual de Pierre Gaussens, libro que fue presentado el pasado jueves 8 de febrero en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la Universidad Autónoma de México (UNAM).

Gaussens, becario post doctoral del CEIICH-UNAM, en contacto desde la capital mexicana con El Día, hace un balance crítico sobre estos casi 20 años de los gobiernos “progresistas”, caracterizados de "izquierda" que predominaron en América Latina. Él de manera inapelable refiere que la izquierda latinoamericana fracasó. Con respecto a Evo Morales, como uno de los protagonistas principales del momento sociopolítico de la región.

P. “Tomar el poder sin cambiar el mundo”, ¿se refiere a estos 20 años de gobiernos de izquierda de América Latina?
P.G.: Así es. El título del libro es una inversión del título de otro libro, el de John Holloway: Cambiar el mundo sin tomar el poder, publicado en 2002, cuyos planteamientos en torno a la revolución, desde la experiencia de la rebelión zapatista, han marcado el debate interno a la izquierda latinoamericana a lo largo de los años 2000, a favor de una estrategia de cambio basada en los movimientos sociales y no en el Estado. Retomando e invirtiendo ese famoso título, lo que he buscado es demostrar la vigencia de esta apuesta desde abajo, a la luz del fracaso de la praxis de gobierno de la izquierda, en mi caso, desde la experiencia del gobierno de Alianza País en Ecuador, país donde radiqué del 2007 al 2012.

P. ¿Cómo catalogamos este periodo de Chávez, Lula, Kirchner, Morales, Correa, Ortega, Mujica?

P.G.: Si bien es cierto que hay especificidades nacionales, propias de cada país y de su historia política, existe un patrón general compartido por esta serie de gobiernos. En lo fundamental, este gran esquema expresa dos cosas: la primera, una reconfiguración del Estado y su clase dominante, la burguesía, mediante el ascenso al poder de una fracción que había sido históricamente excluida del mismo; y, la segunda, la implementación por ella de una política económica de tipo keynesiano, es decir, más intervencionista y proteccionista que su antecesora, abiertamente neoliberal.

P. ¿Ese giro del péndulo hacia la izquierda fue realmente así o solo una apariencia?
P.G.: Es indudable que en comparación con el periodo anterior de los años ochenta y noventa, abiertamente neoliberal, aperturista y pro-norteamericano, esta serie de gobiernos sí representa un giro a la izquierda para el panorama político regional. Ahora, este giro solo significa una tendencia hacia la izquierda, pero de ninguna manera significa que esos gobiernos sean todos o realmente de izquierda. Todo depende de lo que entendemos hoy por “izquierda”, como categoría que esos mismos gobiernos han contribuido a desdibujar. A mi juicio, una mayoría de ellos sería más bien de centro-izquierda o socialdemócratas.

P. ¿Por qué ese giro repentino que luego va en viceversa?
P.G.: El giro a la izquierda de los años 2000 representa una respuesta desde arriba a la impronta de las luchas sociales desde abajo, las mismas que habían adquirido una gran fuerza a lo largo de las dos décadas anteriores, de tal manera que lograron poner en jaque a los gobiernos abiertamente neoliberales. Frente a la inestabilidad política provocada por la resistencia social, la respuesta fue dada por gobiernos que se vieron obligados a realizar concesiones, al incorporar algunas demandas sociales dentro del mismo Estado, con el fin de pacificar a la sociedad civil. La razón de ser de esos gobiernos radica en garantizar niveles mínimos de “paz social”, entendida como seguridad para la inversión de capital. Una vez cumplido este objetivo, ellos pierden su razón de ser.

P. ¿La muerte de Hugo Chávez, ha sido un punto de inflexión en la agenda del socialismo del siglo XXI?
P.G.: Si queremos entender y explicar a esos gobiernos, debemos restar importancia a la figura de los jefes de gobierno, por más carismática que sea, para poder ir más allá de la grandilocuencia de los discursos oficiales, y atenernos a los hechos concretos. En este sentido, el llamado “socialismo del siglo XXI” no es más que una de las muchas coartadas discursivas de esos gobiernos. Asimismo, los procesos políticos que ellos representan van más allá de la biografía de sus líderes. La muerte de Hugo Chávez dejó en el poder al mismo partido político. A nivel de los procesos sociales y de la historia larga, esta muerte resulta anecdótica.

P. De pronto estos gobiernos resultaron en todo lo contrario de lo que prometieron ser. ¿Por qué?
P.G.: Los gobiernos del giro a la izquierda fueron obligados bajo la presión y por la fuerza de los movimientos sociales a retomar varias de las demandas históricamente promovidas desde abajo (plurinacionalidad, reforma agraria, nacionalización…). No lo hicieron voluntariamente sino a regañadientes y, a menudo, de mala fe. Lo que prometieron ser fue para poder llegar al poder y apaciguar la situación, mediante la construcción de una imagen de cambio, aunque en realidad poco cambiara. Esta manera de cambiar las cosas para mejor conservarlas, esta ilusión de cambio para el mantenimiento del orden, en apariencia contradictoria, es lo que desde la ciencia social conocemos como “gatopardismo”, “revolución conservadora” o “revolución pasiva”.

P. Estos gobiernos gozaron de una bonanza histórica. ¿En qué medida influyó todo eso?
P.G.: Esto influyó grandemente. El boom de los precios de las materias primas en los mercados internacionales orientó la política económica de esos gobiernos hacia la renta de los commodities, es decir, hacia las ganancias derivadas de la explotación de los recursos naturales, con una profundización del extractivismo en todo el continente. Lejos del cambio anunciado, en realidad, las políticas de estos gobiernos hacen regresar a América Latina al papel histórico que ha cumplido dentro de la división internacional del trabajo, el de proveer en materias primas al resto del mundo. Es la historia de las “venas abiertas” que se repite, una y otra vez.

P. La corrupción y la "angurria del poder" pareció ser la lógica de estos 20 años. ¿Fue así?
P.G.: Todo gobierno busca perpetuarse en el poder del Estado. Lo sabemos desde Maquiavelo. El hecho de que un gobierno sea de izquierda, o se presente como tal, no le exime de esta exigencia reproductiva. La creencia de que, por girar hacia la izquierda, esos gobiernos iban a ser más democráticos, se basa en la idea, bastante ingenua, de que el conservadurismo es monopolio exclusivo de la derecha. A lo largo de estos años, lo que acabó demostrando la izquierda latinoamericana es lo contrario, que también ella es capaz de ser conservadora, y a veces más que la propia derecha.

P. ¿Y qué de la prometida revolución y el cambio social?
P.G.: Uno de los principales problemas, con esos gobiernos, es que con cierto éxito lograron confiscar y apropiarse de la simbología revolucionaria de la izquierda, vaciándola de todo su potencial emancipador y convirtiéndola en una retórica oficial hueca. El triunfo de esos gobiernos “revolucionarios” derrotó la posibilidad del cambio social que animaba las luchas populares de los años previos. En estas mismas luchas siguen estando las semillas de la transformación social, y es por eso que los gobiernos dedican tanta energía a apaciguar los conflictos sociales, cooptar a las dirigencias y reprimir las luchas populares.

P. ¿Qué los agotó o hizo que fuera imposible ese cambio?
P.G.: La razón de ser histórica de los gobiernos del giro a la izquierda, en América Latina, en realidad nunca fue impulsar el cambio social, sino garantizar condiciones de gobernabilidad, es decir, estabilidad para las instituciones del Estado y seguridad para la inversión del gran capital. Al contrario, los verdaderos enemigos de esos gobiernos son los mismos pueblos organizados que, con el despliegue de sus luchas, habían puesto en jaque al sistema político y económico dominante, como en Bolivia, a inicios de los años 2000.

P. ¿Qué le dice estos 12 años continuos de Evo Morales en el poder?
P.G.: El gobierno del MAS es muy ilustrativo del giro latinoamericano a la izquierda, quizás porque ha sido, entre todos, el gobierno que más simpatía y esperanza había despertado a su llegada al poder, debido a la figura del “primer presidente indígena” (olvidando de paso al zapoteco Benito Juárez). Por lo tanto, de manera inversamente proporcional, es también el gobierno que más desilusión ha podido producir.

P. ¿Qué aspectos positivos y negativos puede describir del gobierno de Evo Morales?
P.G.: Los principales aspectos negativos en torno al gobierno del MAS en Bolivia son generales y compartidos con otros gobiernos del giro a la izquierda. Para solo mencionar tres de ellos, están una corrupción endémica (con el caso Odebrecht a nivel continental), una política extractivista que destruye la naturaleza y refuerza la dependencia de la economía nacional a su explotación, así como una criminalización sistemática de la protesta social, que en el caso boliviano, se hizo patente con el Tipnis. La lista es larga, y hace extremadamente difícil poder rescatar aspectos positivos.

P. ¿Esa persistencia en la repostulación de Evo el 2019 es propio de gobiernos populistas?
P.G.: No es típica de estos gobiernos, sino de todo gobierno en general, sea de izquierda o de derecha. En estos últimos años, lo hemos visto con diferentes gobiernos en diversos países. Lo que cambia es la estrategia para lograr la reproducción en el poder. Está el esquema de una alternancia ficticia, tipo “Putin-Medvedev”, y está el esquema del heredero, como en el caso “Chávez-Maduro”, pero con el riesgo de una posterior traición, tipo “Uribe-Santos”. En fin, es la historia de las pequeñas guerras de palacio. En el caso boliviano, el problema quizás se deba a la impopularidad de la vicepresidencia y la mayor dificultad de designar a un heredero legítimo al trono.
P. ¿Encuentra alguna contradicción entre el primer gobierno de Evo Morales y otra a partir del 2009 con la nueva Constitución?
P.G.: Hay una cierta ingenuidad política en ver una contradicción entre una primera etapa, la del proceso constituyente, y una segunda, la de su aplicación legal, porque sería idealizar la primera y satanizar la segunda, sobre el tópico trotskista de la “revolución traicionada”. En realidad, las contradicciones ya estaban presentes desde el inicio, se hicieron patentes dentro del mismo texto constitucional, y evidentes a nivel de un proceso constituyente sumamente conflictivo, del que fueron marginadas las organizaciones sociales del Pacto de Unidad, y donde el nuevo partido negoció con la oligarquía para el ejercicio del poder.

P. ¿La izquierda desaprovecho un momento histórico?
P.G.: Definitivamente. El fracaso está a la altura de las esperanzas que habían sido depositadas en esos gobiernos. Es estrepitoso, contundente e inapelable. La izquierda latinoamericana fracasó al ejercer el poder. Nos guste o no, todo balance serio sobre este ejercicio resulta forzosamente negativo. Muestra de ello es que son cada vez más los intelectuales críticos hacia esos gobiernos, y cada vez menos quienes los siguen defendiendo a capa y espada. Gente como Atilio Borón o Emir Sader grita en el desierto.

P. ¿Ese pueblo del cual se distanciaron podrá reinventar otra opción política?
P.G.: Depende de lo que entendemos por “opción política”. Si por ella nos referimos a algún partido político o plataforma electoral, para volver a conquistar el poder del Estado, sí es posible, pero no creo que sea deseable. La mayor enseñanza que nos dejan los gobiernos del giro a la izquierda es que, como lo había dicho Marx, la revolución no se hace por decreto, que el cambio social no pasa por la acción vanguardista de una élite desde arriba, sino que la “opción política” para la transformación social descansa en las capacidades de organización y movilización de los de abajo, desde abajo.

P. ¿Qué podemos decir de la democracia: cuán deteriorada o fortalecida está?
P.G.: La democracia es una de las grandes víctimas de esos gobiernos. El fortalecimiento del Estado y su “democracia” formal, representativa y altamente procedimental, se hace en detrimento de la democracia real, la que encontramos en las asambleas de las comunidades rurales, en los consejos barriales, en las asociaciones civiles, los comités gestores, los colectivos, los gremios o las cooperativas, entre otros espacios populares que las lógicas corporativas y clientelares del Estado buscan controlar desde arriba. En los hechos, esos gobiernos han provocado la burocratización de muchos de estos espacios.

P. ¿Este vuelque en viceversa del péndulo cuán favorable o negativo es para América Latina y su integración?
P.G.: Las políticas keynesianas de los gobiernos del giro a la izquierda, con la construcción de grandes obras de infraestructura, comunicación y transporte, no se destinan a la integración de los mercados internos, mucho menos a la convivencia de los pueblos, sino a la integración del mercado regional (de Brasil con sus países vecinos) y de este último con el mercado asiático (China), a través de la Iniciativa de Integración de la Infraestructura Regional de Sud América (IIRSA), para garantizar la profundización del despojo capitalista en el continente y la reproducción de su papel en la división internacional del trabajo.

P. En perspectiva sociopolítica ¿qué se viene para América Latina?
P.G.: Como dicen los zapatistas, se viene una tormenta, la profundización inédita del despojo capitalista en el continente, basado en la explotación y destrucción de la naturaleza. La apuesta está en el extractivismo. Lo que viene es más minería, más hidrocarburos (pero ahora, no convencionales), más hidroeléctricas, más agro-negocios, con más monocultivos, semillas transgénicas y bio-piratería. Entonces, también se viene más resistencia social frente al despojo. El denominador común de las luchas de hoy es el ecologismo, porque el mayor reto que hoy enfrentamos es ecológico.

P. ¿Las utopías del pasado siguen latentes para América Latina?
P.G.: Por supuesto. Como lo planteo en las conclusiones del libro, “lejos de constituir una distracción o peor aún, un pasatiempo, solo la producción de utopías alternativas puede permitirnos avizorar los múltiples contornos del horizonte común hacia el cual caminar. Son las utopías que alimentan nuestras creencias y esperanzas en el porvenir. Son las que permiten rebelarse contra el presente, por más difícil que sea.

"La democracia es una de las grandes víctimas de esos gobiernos. La izquierda latinoamericana fracasó al ejercer el poder. Es estrepitoso, contundente e inapelable".

"La mayor enseñanza que nos dejan los gobiernos del giro a la izquierda es que la revolución no
se hace por decreto".

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