La misión de Abapó, fundada por los padres franciscanos el año 1771 a solicitud de unos caciques chiriguanos, se encuentra en el estratégico enclave donde el Río Grande sale de las montañas hacia la llanura aluvial cruceña tomando rumbo Norte.

Las ruinas de la antigua misión franciscana resisten todavía el paso del tiempo, semiocultas entre la maleza, ubicadas a pocos centenares de metros del trazado de la carretera pavimentada Abapó-Santa Cruz.

Dos torres de adobe, con sus campanarios todavía en pie, se yerguen en el frontis de la capilla que presidía el emplazamiento del asentamiento religioso el cual, junto a las reducciones de Piraí y Cabezas, fundadas un año más tarde, formaba un conjunto de avanzada misionera en la periferia chaqueña, como lo fue regionalmente la red de misiones jesuíticas un siglo antes en la Chiquitania.

Curiosamente, las ruinas no han merecido hasta hoy la atención de las autoridades locales ni nacionales para preservar estos vestigios que hoy permanecen en medio del monte, sin ningún cuidado, sin una sola señal para llegar al histórico lugar, expuestas a la intemperie y la acción destructiva del tiempo y el clima.

Texto y Fotos: Jorge Orías Herrera

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