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La lección final de Game of Thrones




21/05/2019 - 16:19:48
Si tuviera que escoger una �nica imagen de esta �ltima temporada de Juego de tronos ser�a un primer plano del cap�tulo quinto: el de la cara magullada y cenicienta de Arya Stark, atravesada por diagonales de gris y de sangre, superviviente de la aniquilaci�n de Desembarco del Rey.

Su cara mir�ndome, superpuesta a la m�a, en un juego de abismos, porque la fotograf�a oscura que ha caracterizado los seis episodios finales ha transformado por momentos la pantalla en un espejo negro.

Tras esa m�scara un cerebro modelado durante a�os por la venganza �adivinamos� toma la decisi�n de cambiar en su lista negra a Cersei por Daenerys, una ira por otra. Me recuerda aquel momento de La il�ada en que, tras descubrir que Patroclo ha muerto, Aquiles "con ambas manos el requemado holl�n" y "la negra ceniza" se derrama "sobre la cabeza". El h�roe enmascarado decidir� luchar finalmente en la guerra de Troya y consumar su destino.

Tres mil a�os despu�s, la disc�pula de los Hombres sin Rostro toma una decisi�n much�simo m�s pol�mica. Y no es la �nica: en una serie marcada por el conflicto y la multiperspectiva, por una vez se impone el consenso entre linajes enemigos. Tyrion Lannister y Arya Stark �r�pidamente� y Jon Targaryen �siempre m�s lento� coinciden en que la iluminada y draconiana Daenerys, a quien Benioff y Weiss (escritores y directores del cap�tulo final) nos presentan en lo alto de una escalinata, entre Drogon y un enorme estandarte rojinegro con el escudo Targaryen, es decir, en una clara escenograf�a fascista, es una genocida que no cesar� de masacrar hasta que hinquen la rodilla todos y cada uno de los habitantes de los Siete Reinos.

En la �pica hom�rica no encontramos el manique�smo de las epopeyas medievales ni del cine b�lico del Hollywood cl�sico. S� encontramos, en cambio, los dioses que Shakespeare elimin� del horizonte moral de sus tragedias. Juego de tronos ha construido una impresionante y compleja �pica teleshakespeariana que con el paso de las temporadas ha ido tendiendo hacia la simplificaci�n. Sobre todo a causa del protagonismo que han ido adquiriendo algunos personajes, de modo que la red inicial se ha ido licuando en un pol�gono de pocos rostros.


En la serie nunca ha sido v�lida una lectura de buenos y malos. Pero, en esa deriva de la complejidad de la colmena a la centralidad de media docena de individuos decisivos, hemos pasado del parricidio y el relevo generacional de las primeras temporadas a una defensa a ultranza de los lazos de la hermandad.

Por un lado tenemos a Daenerys Targaryen, que perdi� a su odioso hermano, a sus dos maridos, a su m�s fiel consejero y a dos de sus tres hijos dragones; por el otro, a los hermanos Sansa, Bran y Arya Stark, hu�rfanos tambi�n, pero con v�nculos familiares muy vivos. Y en medio se encuentran Tyrion, cuyos hermanos han muerto, y a Jon Snow, el bastardo, el hijo secreto, que en el momento decisivo decide traicionar a su amante y t�a Targaryen y reforzar su identidad autobiogr�fica, su hermandad infantil. Esa decisi�n provoca la ira de Daenerys, su ataque despiadado y desproporcionado.

Robert Veban ha estudiado en La destrucci�n de la memoria la historia de los asedios, ataques y bombardeos que desde siempre han atentado contra los habitantes de las ciudades y contra sus edificios emblem�ticos: "La arquitectura se ha convertido en un campo de batalla en el cual todav�a hoy se dirimen otras luchas de tipo ideol�gico, �tnico o identitario".

Cuando Daenerys �secuestrada por la rabia y la venganza� reduce la capital de los Siete Reinos a un cementerio de escombros no solamente derriba a Cersei, tambi�n se carga el Antiguo R�gimen, con una mitolog�a que une con lazos m�ticos a todas las dinast�as de Poniente. Ella destruye con la artiller�a bestial del �nico hijo drag�n que le queda la arquitectura de su propia infancia, de su mism�sima genealog�a. Se queda as� completamente sola.


Los Stark, en cambio, ostentan una hermandad a prueba de acero valyrio. Y la de los Lannister revive �post mortem� en el �ltimo momento: de las cuatro im�genes imborrables que nos regalan Weiss y Benioff en los primeros cuarenta minutos de metraje del Trono de Hierro, la �nica que no es sobrenatural nos muestra a Tyrion desenterrando las caras de Cersei y de Jaime (y su mano de metal). Las otras tres tienen que ver, precisamente, con la �nica familia que le queda a Daenerys: ella con las alas de Drogo a sus espaldas, �ngel oscuro; Drogo surgiendo de la nieve, cancerbero; y el Trono de Hierro derriti�ndose bajo las llamas.

La importancia de los hermanos en esta �ltima temporada ha sido subrayada una y otra vez. El m�s feroz de todos los combates de "Las Campanas" lo encarnan los hermanos Clegane. Las dos escenas m�s tiernas de ese mismo episodio las protagoniza Jaime con cada uno de sus hermanos: su despedida de Tyrion y su abrazo suicida con Cersei bajo la lluvia de escombros.

Tambi�n en la ret�rica cinematogr�fica encontramos esos paralelismos. Los planos de "La batalla de los bastardos" en que Jon trata de salir de una monta�a de cad�veres son gemelos de los que el mismo director, Miguel Sapochnik, dedica a su hermana Arya en "Las Campanas", cuando intenta sobrevivir a la multitud que la pisotea presa del pavor. Y en los minutos finales de la serie unos planos encadenados nos muestran solamente los destinos de Arya, Sansa y Jon.

Daenerys, en cambio, es condenada a aparecer una �nica vez durante la destrucci�n de Desembarco del Rey, como si se hubiera convertido en su drag�n. Y se nos niega la posibilidad de despedirnos de ella y de Drogo, para que su soledad sea tambi�n la nuestra. Justo antes de morir se refugia en un recuerdo de la infancia, al igual que Tyrion le dio las gracias a Jaime por haberlo protegido de ni�o. Pero ni un solo personaje vivo la conoci� de ni�a. Y sus enemigos, en cambio, son fieles a la alianza que forjaron cuando Robert Baratheon ocupaba el Trono de Hierro.



En el mon�logo clave del cap�tulo, Tyrion le dice a Jon: "Cuando asesin� a los esclavistas de Astapor, seguro que solo se quejaron ellos, al fin y al cabo, eran malvados; cuando crucific� a cientos de nobles merinos, �qui�n iba a discutirlo?, eran malvados; �y los khals dothraki que quem� vivos?, ellos le hubieran hecho algo mucho peor; all� donde va, los malvados mueren y la aclamamos por ello".

�Habla solo de los habitantes de Poniente? �No se est� refiriendo tambi�n a nosotros, los espectadores frente a nuestros espejos negros? El poder de Daenerys creci� gracias a los inmaculados y los dothrakis y los consejeros y los dragones, s�; pero tambi�n porque nosotros la apoyamos, seducidos y acr�ticos.

En sus �ltimas temporadas, los fans que hab�an le�do los libros han tenido que aprender a aceptar �o no� que los personajes televisivos cobraran vida propia, emancipados del papel. En nuestra �poca de audiencias hiperactivas y a menudo cocreadoras, millones de seguidores han visto defraudadas sus predicciones y se han cre�do en su derecho de protestar, exigir, incluso llorar.

Quienes aceptamos el pacto con todas sus consecuencias, en cambio, nos hemos visto arrastrados por una avalancha de avalanchas sucesivas, que casi siempre nos han sorprendido, porque atentaban contra nuestro horizonte de expectativas. �No es �sa una de las virtudes principales de los mejores relatos? �No es, por eso, un gran acierto que haya sido la daga de Jon y no Aguja la autora del regicidio? �Qui�n se imaginaba que el s�mbolo central de la serie, el Trono de Hierro, se derritir�a y que su lugar lo ocupar�a una silla de ruedas de madera?

Bran, el Roto, pero tambi�n el memorioso, es nuestro hermano: el espectador que se encuentra en el interior de la ficci�n, pero que lo observa todo con distancia pan�ptica. Tanto para los convencidos como los esc�pticos, Juego de tronos ha sido una experiencia memorable, porque la emoci�n, el amor, el odio, la sorpresa, la cr�tica y la indignaci�n constituyen la materia de la memoria. De la de Bran y sobre todo de la nuestra.


Como todas las series, Juego de tronos ha sido en su temporada final retroman�aca: adicta a su propio pasado. Desde el primer cap�tulo, "Invernalia", en que los personajes entran en el castillo norte�o en un orden que evoca directamente a "Se acerca el invierno", el episodio piloto; hasta el �ltimo, "El Trono de Hierro", en que las discusiones sobre burdeles de los nuevos consejeros del nuevo rey nos recuerdan las de los viejos consejeros de los reyes anteriores (y nos hacen imaginar qu� hubiera pasado si Daenerys hubiera seguido con su plan ut�pico, si el futuro hubiera sido peor).

Recordaremos durante mucho tiempo d�nde y con qui�n est�bamos cuando nos pusimos en pie ante la muerte hom�rica de Hodor; c�mo nos conmovi� o nos sublev� la masacre de la Boda Roja, los terribles y maquiav�licos juegos de Ramsay, la batalla contra los muertos o el exterminio de Desembarco del Rey; y hasta qu� punto apoyamos a Daenerys o a quienes la traicionaron.

Juego de tronos nos ha enfrentado con nuestras contradicciones. Tal vez esa haya sido la esencia del fen�meno. Quisimos seguir teniendo acceso a los destinos de Cersei, Jon o Tyrion pese a que George R. R. Martin no hubiera acabado la siguiente novela. Pensamos que pod�a ser feminista una ficci�n que, al tiempo que daba poder a algunas de sus protagonistas, mostraba pornogr�fica y gratuitamente cuerpos femeninos. Nos emocionamos con una obra en que la mayor�a de los personajes han sido torturados y que han aceptado esa tortura como parte de su destino. Nos horrorizamos cuando mor�an los protagonistas y nos quejamos cuando dejaban de morir. Quisimos que Arya matara a Daenerys, como si una fuera mejor persona que la otra, como si ambas no hubieran perpetrado masacres con absoluta sangre fr�a, como si las dos no hubieran convertido ciegamente su visi�n en una misi�n que no pod�a ser compartida.

Benioff y Weiss han logrado que cada uno de nosotros creemos un pacto de amor y odio, es decir, de hermandad �tan fuerte como el que ha unido a los Lannister y sobre todo a los Stark hasta el final, tan poderoso como el que ha salvado a Arya y cuya ausencia ha condenado a Daenerys� con su relato sin precedentes de fantas�a medieval en clave pol�tica contempor�nea. Y al final nos han quitado nuestras m�scaras de ceniza y p�xeles y han hecho que regresara desde el m�s all� y con toda su verdad el verso de Baudelaire que se encuentra en las puertas de la modernidad (como "Abandonad toda esperanza" se encuentra en las puertas del Infierno): "�Hip�crita lector �mi semejante�, �mi hermano!".

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