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En la cama con los romanos: cómo el sexo marcó la historia del Imperio




20/11/2018 - 10:57:07
BBC.- El sexo alcanz� una indeleble e inextricable importancia pol�tica e hist�rica en los anales de Roma poco despu�s de su fundaci�n en 753 a.C., seg�n el historiador romano Tito Livio Patavino (tambi�n conocido como "Livio").

Desde el principio, el sexo estuvo vinculado con desarrollos constitucionales trascendentales para el Estado romano.

La violaci�n de las mujeres sabinas, en el a�o 750 a.C., fue un ejemplo cuidadosamente ejecutado de construcci�n de naci�n con el que los romanos repusieron su menguante suministro de mujeres f�rtiles arrebat�ndole las esposas e hijas a sus vecinos sabinos.

Poco despu�s, el sexo estuvo implicado primero en el derrocamiento de la monarqu�a tir�nica y el establecimiento de la rep�blica, y despu�s en la restauraci�n de esa rep�blica, tan fundamental para la democracia romana.


Cuando la virtuosa Lucrecia se quit� la vida en el 510 a.C. tras ser violada por Sexto Tarquinio, lo convirti� en el �ltimo rey de Roma.

Su muerte provoc� una rebeli�n que derroc� a la monarqu�a.

El destino de la legendaria noble romana jug� un papel clave en la transici�n de un Reino Romano a una Rep�blica Romana.

M�s tarde, en 449 a.C., el sexo tambi�n estuvo implicado en la defensa de esa rep�blica, cuando las autoridades se empezaron a comportar como monarcas.

En el contexto de la lucha entre patricios y plebeyos, fue creada una instituci�n llamada el decenvirato, constituida por 10 hombres cuya misi�n era regular las relaciones entre los ciudadanos.

El primer decenvirato estaba conformado por patricios y los romanos estaban descontentos por su corrupci�n, abusos y porque no convocaban elecciones.

Apio Claudio Craso, quien presid�a el primer decenvirato, se obsesion� con una bella plebeya llamada Virginia, hija de Lucio Virginio, un respetado centuri�n, y comprometida con Lucio Icilio, un antiguo tribuno de la plebe.

Cuando el patricio Apio Claudio utiliz� su poder para quedarse con ella, su padre la asesin� a pu�aladas para impedir que fuera violada.

Lo que sigui� fue una sublevaci�n que derroc� al decenvirato y restaur� los valores de la Rep�blica.
La pudicitia y el vir

La pudicitia, o preservaci�n de la virtud sexual, era un concepto central de la �tica sexual de los antiguos romanos.

Esa pudicitia le cost� la vida a Lucrecia y Virginia, quienes pasaron a ser leyendas que sirvieron de ejemplo para realzar el comportamiento que las mujeres deb�an consagrar.

Una vez casadas no deb�an esperar ning�n placer del acto sexual, pues su papel era simplemente para procrear.

Adem�s, deb�an aceptar las infidelidades de sus maridos, siempre y cuando las amantes no fueran casadas, pues, como hombres, era una muestra de su vir -destreza sexual y virilidad-.

Solteros o casados, estaban en libertad de acostarse con prostitutas, bailarinas y hasta con otros hombres, con la condici�n crucial de que fueran ellos quienes los penetraran. Los hombres que se dejaban penetrar eran considerados deficientes en vir y en virtus (virtud), y eran denunciados y vilipendiados como afeminados.
Valores familiares

Al final de la Rep�blica, sin embargo, el sexo il�cito y extramarital empez� a ser considerado como perjudicial.

Augusto, como primer emperador del Imperio romano, se dio cuenta de eso y, aunque �l mismo no era reacio a disfrutar de las esposas de otros, intent� restablecer algunos buenos valores familiares por medio de leyes.

Sin embargo, las intenciones de Augusto fueron eclipsadas por la conducta de su�nica hija biol�gica Julia, quien se dice que fornic� hasta en el podio desde el cual su padre hab�a presentado su legislaci�n moralista.

Augusto finalmente la exili� en Pandataria, una remota isla libre de hombres frente a la costa de Campania.


El esposo de Julia, su hermanastro Tiberio, quien sucedi� a Augusto como emperador, segu�a la moda del travestismo popularizada por Julio C�sar a�os antes cuando, a los 20 a�os, vivi� como mujer en la corte del rey Nicomedes IV.

El emperador Tiberio se vest�a de mujer para sus desenfrenadas celebraciones en Capri, mientras que su sucesor, Cal�gula, a veces aparec�a en banquetes disfrazado de Venus.

Ner�n, atormentado por haber matado a su esposa embarazada Poppaea Sabina, quiso sustituirla con alguien que se pareciera a ella y encontr� a Sporus, un joven exesclavo a quien mand� a castrar antes de la boda.

Ner�n, de quien se dice que disfrut� del incesto con su madre, Agripina la Joven, protagoniz� adem�s los notorios banquetes de Tigelino: envuelto en la piel de animales salvajes, era liberado de una jaula para "mutilar" oralmente los genitales de hombres y mujeres atadas a estacas.

La "reina de las putas imperiales"

De Mesalina, emperatriz de Claudio, se dice que se escabull�a regularmente de la cama mientras Claudio dorm�a para visitar un burdel f�tido, por lo que se gan� el t�tulo de "reina de las putas imperiales".

Cuenta el autor romano Plinio el Viejo que en una �pica org�a Mesalinadesafi� a una veterana prostituta a una marat�n sexual de 24 horas. La emperatriz gan� tras acostarse con 25 hombres.

El sexo tambi�n ocup� un lugar destacado en la corta "vida indescriptiblemente repugnante" del emperador Heliog�balo (AD c 203-222).

De acuerdo con la sensacionalista "Historia Augusta", una colecci�n de biograf�as de emperadores romanos, herederos y reclamantes de Adriano a Numeriano:

"Tom� lujuria en cada orificio de su cuerpo, enviando agentes en busca de hombres con penes grandes para satisfacer sus pasiones (...) El tama�o del �rgano de un hombre a menudo determinaba el cargo que le otorgaba".

Las cosas fueron a�n m�s lejos cuando Heliog�balo ofreci� enormes fortunas a cualquier m�dico que pudiera darle genitales femeninos permanentes.

Su comportamiento provoc� el rechazo de la Guardia Pretoriana y del Senado romano y, en un complot tramado por su abuela, Heliog�balo, de solo 18 a�os, fue asesinado.


Avanzando al 525 d.C., el sexo todav�a era un aspecto importante de la vida romana.

La emperatriz Teodora era 20 a�os m�s joven que su esposo Justiniano I.

Hab�a trabajado en un burdel de Constantinopla actuando en burlescos obscenos.

En uno de ellos, "Leda y el cisne", se acostaba de espaldas y los otros personajes esparc�an cebada en su ingle, que luego picoteaban gansos disfrazados de Zeus. En otro, invitaba a actores a copular con ella en el escenario.

Sin embargo, cuando asumi� el cargo de emperatriz, realiz� una gran cantidad de reformas sociales que proteg�an a las mujeres del abuso f�sico y sexual y de la discriminaci�n.

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