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Explotación sexual en El Alto, lacra que se lleva a niñas desde 10 años




19/08/2018 - 08:24:05
P�gina Siete.- Es de noche, parecen las 19:00, pero ya son las 23:00. Y es que el d�a y la hora no importan en la calle 5 de la zona 12 de Octubre de El Alto. En el lugar, hay casas de dos pisos, de tres y de cuatro, donde se instalan vendedoras ambulantes, quioscos, farmacias, discotecas y alojamientos. All� dentro hay mujeres que ofrecen servicios sexuales, pero tambi�n adolescentes y ni�as desde los 10 a�os que son v�ctimas de explotaci�n sexual y trata; las m�s peque�as son m�s valiosas, son �carne fresca�, son �sanitas�.

Aunque parece que todo est� perdido, un �batall�n de �ngeles� trabaja para salvar a las v�ctimas de explotaci�n sexual de los lenocinios y de las calles. Este equipo forma parte de la fundaci�n Munasim Kullakita que, con el apoyo de Educo Bolivia, ha ayudado y ha brindado atenci�n integral a m�s de 200 ni�as, adolescentes y mujeres rescatadas de la trata. La m�s peque�a de las ni�as acogidas ten�a 11 a�os, pero hab�a sido rescatada cuando ten�a 10; lo que significa que fue sometida a la explotaci�n sexual incluso antes.

Las ni�as que son v�ctimas de esta situaci�n sufren adem�s el rechazo, la adicci�n, las enfermedades e ingresan al c�rculo vicioso de la explotaci�n sexual. Ah� abandonan toda esperanza.

�Creen que nadie las va a defender porque su familia las abandon�. Creen que nadie se preocupa por ellas�, dice Ricardo Giavarini, director de la fundaci�n Munasim Kullakita.

En los lenocinios de la zona 12 de Octubre, los clientes fomentan y son c�mplices del delito. Ni�as y adolescentes son forzadas a tener relaciones sin protecci�n por 80 o 100 bolivianos. Esto las vuelve altamente vulnerables a contraer alguna Infecci�n de Transmisi�n Sexual (ITS) o embarazos no deseados. Por una ni�a �sanita� (palabra que designan a las que no tuvieron relaciones sexuales), los hombres pagan un precio m�s alto: 700 bolivianos.

Seg�n la fundaci�n, vivir en situaci�n de trata puede generar adicciones en las v�ctimas: alcohol, drogas y clefa, por ejemplo. �Lo m�s com�n es que las din�micas de comercio sexual est�n relacionadas al consumo de alcohol, y les puede dar reca�das�, lamenta Ariel Ram�rez, subdirector de Munasim Kullakita. Es que las adolescentes, en los lenocinios, son obligadas a consumir alcohol junto a los clientes.

�Las ni�as que viven en situaci�n de calle son las que inhalan clefa (pegamento usado como alucin�geno), dicen que es para repeler el asco�, explica Ram�rez. Pero el constante consumo tambi�n provoca en ellas adicci�n y un deterioro en su salud f�sica y mental.

�Las ni�as y adolescentes en situaci�n de calle pueden hacer pieza hasta por comida. Por ejemplo, hay clientes que les dicen: �te lo voy a pagar el hotel esta noche�, y ellas acceden�, detalla Ram�rez.

P�gina Siete visit� el hogar y conoci� a Renata, una joven que fue rescatada de las calles de El Alto. Ella cuenta que en la Ceja aprendi� a beber alcohol, hizo amigas que �volaban� (inhalaban clefa) y ten�an relaciones sexuales o robaban para alimentarse y pagar sus vicios. �Ellas hac�an pieza (ten�an relaciones sexuales) con hombres, eran viejos. Yo pensaba �c�mo pueden hacer eso, nosotras tenemos edad para ser sus hijas y me daba asco��, dice.

Para Lorenzzo Leonelli, director nacional de la fundaci�n Educo Bolivia, los tratantes �son personas que sacan a la v�ctima de su contexto, la llevan a un lugar nuevo, donde la vulnerabilidad aumenta. �Son raptadas o siguen a su novio. En este caso, si bien no se procede de forma violenta, hay tambi�n un abuso psicol�gico, donde el �nico ser que ellas conocen es el que se aprovecha de su vulnerabilidad�, dice. En muchos casos las ni�as del oriente son trasladas al occidente y viceversa.

La dif�cil reinserci�n familiar

�Cuando la v�ctima despu�s de un periodo vuelve a su casa, hemos visto que sufre rechazo de su familia. Como que est� manchada, le preguntan ��con qui�n has estado?� Hay el estigma, pierde el derecho de volver a la familia�, expone Leonelli. Recalca que esa es una caracter�stica com�n entre las v�ctimas de trata y tr�fico que son reintegradas con la familia.

�Hubo un caso donde se trabaj� bien con la ni�a y la familia nuclear, pero se dej� de lado la familia ampliada y ellos fueron quienes, cuando la ni�a retorn� a su casa, le cortaron el cabello, le fajaron los senos y le cambiaron la ropa. Con la excusa de que llamaba la atenci�n de los hombres en la casa y de que ellos corr�an el riesgo de caer en la red de ella�, recuerda Ram�rez.

A partir de esa experiencia, ahora la fundaci�n trabaja incluso con la familia ampliada de las ni�as. �Mientras m�s las excluyas, existe la amenaza de que se arraigue la situaci�n�, concluye.
Otro de los fen�menos que la fundaci�n registra es c�mo el familiar se convierte en el causante que induce a la v�ctima a la explotaci�n sexual.

Marisol, una joven que fue rescatada, recuerda con amargura que su mam� le pegaba y le reprochaba que no aportara dinero a la casa. �Mi hermana mayor sal�a todos los d�as. Me llevaba a conocer chicos y sacarles dinero. Yo no sab�a de los riesgos, pens� que era normal estar con hombres�, dice ahora.

�Viven en violencia familiar. La calle llega a ser un espacio m�s seguro que la familia. Hay adolescentes que salen con la idea de rehacer en la calle un ambiente m�s protector. Ah� el cuerpo llega a ser un medio para ganar plata o para poder satisfacer necesidades b�sicas. La violencia sexual comercial es una de las expresiones m�s oportunas para sobrevivir�, dice Giavarini.

Y es que seis de 10 chicas en el pa�s viven en familias desestructuradas por problemas econ�micos y se convierten en las v�ctimas de la explotaci�n sexual.

HISTORIAS DE VIDA
La mam� de Marisol la busc� despu�s de 13 a�os.

Marisol: �No sab�a que lo que mi mam� me ped�a era malo�

Marisol (nombre ficticio) vivi� con su t�a hasta los 13 a�os. A esa edad, un d�a como cualquier otro, su mam� toc� la puerta de la casa. Lleg� con el discurso de perd�n y con la propuesta de restablecer los lazos familiares.

�Me propuso viajar a la ciudad de Oruro, para conocer a la familia de ella ah�. Pens� que era ida y vuelta, pero no volv� m�s�, recuerda. Al principio, Marisol ten�a la idea de convivir con su familia, pues tampoco quer�a molestar a su t�a, quien ya era mayor de edad y ten�a familia propia.

Recuerda que pasaron pocos meses hasta que su mam� perdi� la paciencia, la pegaba y le reprochaba que no aportara dinero a la casa. �Mi hermana mayor sal�a todos los d�as. Ella me llevaba a conocer chicos y sacar dinero. Yo no sab�a de los riesgos, pens� que era normal estar con hombres�, explica siete a�os despu�s.

Recuerda que por el �trabajo� que realizaba llevaba dinero, pero no se acercaba al monto que su hermana entregaba a su mam�.

�Mi hermana se perd�a, no llegaba a dormir, pero mi mam� no le dec�a nada porque llevaba m�s dinero. Una noche no llegu� a dormir, me fui a la casa de una amiga, cuando volv� mi mam� casi me pega, pero le di m�s dinero que mi hermana y ya no dijo nada�, cuenta.

Su mam� era cocinera, relata Marisol, pero de ella solamente recuerda la violencia que vivi� a su lado. �Me golpeaba e insultaba , pero ya no quer�a seguir en lo mismo, as� que busqu� un empleo como mesera en un restaurante. A fin de mes mi mam� iba a la pensi�n para cobrar mi sueldo�, cuenta con detalle hoy, despu�s de a�os de reinserci�n en la fundaci�n.

Un d�a, sin dinero ni ropa, un d�a despu�s de salir del colegio, Marisol decidi� escapar de la casa de su mam� en Oruro, tom� una flota rumbo a La Paz y le cont� todo a su t�a, qui�n la recibi�. �Despu�s de un tiempo, una tarde tocaron la puerta de la casa. Era mi mam�, con funcionarios de la Defensor�a, me quer�an llevar�, recuerda con pesar.

Ese momento Marisol denunci� todo lo que hab�a sufrido con su mam� en Oruro y fue trasladada a la casa de acogida de la fundaci�n Munasim Kullakita.


Renata: �Mi novio quiso venderme a un hombre por dinero�
Renata escap� de su casa a los 11 a�os, por el maltrato.

Tiene 19 a�os, pero habla con la madurez de alguien de m�s de 50 a�os. Ha sufrido violencia familiar, ha visto morir a mucha gente y ha presenciado el prejuicio hacia las personas de la calle. Cuida a sus dos hijos con mucho celo porque quiere darles un futuro diferente al que vivi�.

Es Renata (nombre ficticio), quien lleg� a vivir su adolescencia en la Ceja de El Alto. �Mi mam� me pegaba, me llamaba �hija de ...�. Mi hermana dec�a que me sacaron del basurero, que no era de la familia, llegu� a pensarlo de verdad. Por eso, un d�a me escap� de casa, a los 11 a�os�, cuenta ahora, con cierta desconfianza.

En las calles de la Ceja, aprendi� a beber alcohol, hizo amigas que �volaban� (inhalaban clefa), ten�an relaciones sexuales o robaban para alimentarse y pagar sus vicios. �Ellas hac�an pieza (ten�an relaciones sexuales) con hombres, eran viejos. Pensaba �c�mo pueden hacer eso, nosotras tenemos edad para ser sus hijas y me daba asco��, cuenta mostrando repulsi�n.

�Ellas no ten�an problema. A veces sus parejas les dec�an que vayan a conseguir dinero, que vayan a buscar hombres. Yo ten�a mi chico, me suger�a lo mismo, dec�a ��por qu� no vas como las otras chicas? Discut�amos porque no pod�a creer lo que me ped�a�, recuerda.

Un d�a fue vendida por su propio novio a un hombre. Ella escap�. �Era la menor de mi grupo, mis amigas me cuidaban mucho. Una vez me ofrecieron droga, pero mi compa�era, que ya muri�, no permit�a que yo consuma esas cosas y ella lo hac�a por m�, cuenta.

�Mi segundo chico fue atrapado y lo llevaron a Qalauma (centro de reinserci�n social para menores de edad que han cometido alg�n delito), d�as despu�s me enter� que estaba embarazada. Ten�a 15 d�as�, comenta. Ese d�a, Renata decidi� que deb�a cambiar, por su hijo. No quer�a abortar. ��l no tiene la culpa de nada�, explica.

Cuando entr� al Hogar de Munasim Kullakita, lo �nico a lo que le tem�a era volver a ver a su mam�. �Me escond�a hasta por debajo de la mesa�, explica. A�n as�, la volvi� a ver.

�Me reproch�, me pidi� que abortara, dijo que me iba a ayudar. Ten�a cuatro meses, no la escuch�, dice la joven que ya cuenta con un peque�o capital y sue�a con ser estilista.

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