Historias de la Inquisición: el fraile que hizo un pacto con el diablo para poder tener un romance con una muñeca de trapo
17/01/2018 - 09:58:49
Infobae.- El documento era claro. Y tenebroso. Hab�a sido presentado por Francisco Xavier Palacios, un modesto fraile de la Orden de Santo Domingo destinado en Oaxaca, M�xico. Era 1790 y el Tribunal del Santo Oficio -o Inquisici�n- quer�a conocer los argumentos de este hombre que quer�a desviarse de su anunciada vocaci�n por la vida religiosa. Y tambi�n esa historia que circulaba respecto a su supuesto encuentro con satan�s.
"Yo, Francisco Xavier Palacios, hago donaci�n de mi alma al Pr�ncipe de las Tinieblas en su posesi�n de que me hace cumplir lo que le he pedido. Yo no reconozco a otro Dios sino a �l, as� prometo de hoy en adelante no creer nada de lo que creen los cristianos y reniego del nombre de cristiano". Ese fue el documento que present� ante la corte que lo juzgaba y atend�a su caso. Pero los intrigantes hombres de la Iglesia sospecharon que el fraile pretend�a algo m�s y que en su comparecencia ment�a.
La historia de Palacios sali� a la luz tras el hallazgo de uno de los tantos documentos dados a conocer por el Archivo General de la Naci�n de M�xico durante los a�os de la temible Inquisici�n.
Todo comenz� a partir del amor entre Palacios y una jovencita de nombre Josefina. Ciego de amor, el hombre cuya vida religiosa era poco interesante y para anda devota, hizo caso al pedido de su amada quien le exigi� que se internara en el monasterio de la Orden de Santo Domingo para ahondar en su vida asc�tica. Pero el muchacho, que no estaba muy interesado en ser fraile, pronto se cans� de la monoton�a de la meditaci�n y de verse rodeado de otros monjes.
Fue as� que ide� un plan. Amenazado por Josefina en no dejar por ninguna raz�n el monasterio e imposibilitado de hacer nada, Palacios decidi� volcarse a la ficci�n. Fue as� que invent� que hab�a hecho un "pacto con el diablo" por el cual no le quedar�a m�s opci�n a las autoridades que expulsarlo para no contaminar al resto de la comunidad.
Pero su descripci�n del demonio y los t�rminos del supuesto acuerdo no convencieron a los monjes. Fue por eso que se dio intervenci�n a la Inquisici�n, quien juzg� a Palacios e investig� el caso en profundidad.
El joven fraile dijo que durante mucho tiempo estuvo invocando al diablo. Y que finalmente una de las f�rmulas pronunciadas hizo posible la aparici�n del macabro sujeto. Lo describi�: "21 a�os, rostro regular, semblante �spero, de aspecto melanc�lico, vestido con capa negra y birrete blanco". Las palabras que salieron de la boca del pr�ncipe de las tinieblas fueron las siguientes, seg�n el relato de su interlocutor: "He venido a que cumplas lo que me prometiste". Palacios dijo haber firmado con sangre el acuerdo con el amo del infierno, seg�n figura en el documento.
En su contrato, el t�mido fraile dijo que adem�s el joven diablo le hab�a dado una mu�eca para que adorara en su nombre. Era la primera vez que el imperturbable inquisidor �Antonio Bergosa y Jord�n� escuchaba hablar de una mu�eca entregada en persona por el demonio a uno de sus fan�ticos. Las sospechas crecieron y nadie crey� la versi�n de un abrumado Palacios quien finalmente confes� la verdad: jam�s jur� lealtad al demonio y mucho menos lo hab�a conocido, desde luego.
�Y la mu�eca? Se preguntaron todos. Hecha de trapo, fue un regalo que Josefina le hab�a hecho para que no se olvidara de ella. Ten�a un objetivo er�tico y no tenebroso, seg�n las �rdenes que le hab�a dado su propia amada: "Te mando con lo que has de jugar aunque yo no quisiera que jugaras con eso, sino conmigo, cielo de mi vida", le escribi� su novia seg�n consign� el diario espa�ol ABC.
Bergosa y Jord�n qued� convencido de que ese juguete era "para fomentar su lujuria para deleitarse con ella torpemente con la memoria de sus tratos con dicha mujer". La sentencia no fue la muerte, desde luego, sino la c�rcel. Palacios fue recluido en una de las celdas secretas de la Inquisici�n por haber negado la religi�n, no por su trunco contrato con el demonio de 21 a�os.
