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Los hijos pueden parecerse a la pareja anterior de la madre (y sin infidelidad)




01/10/2014 - 14:53:44
Un estudio con moscas apoya esta antigua teor�a, denominada telegon�a.

El primer amor nos suele dejar un recuerdo imborrable. �Pero puede tambi�n dejar una huella m�s duradera, que perdure incluso en la siguiente generaci�n? Este es el argumento de la novela Madeleine Ferat, del franc�s Zola (1840-1902).

Escrita en 1868, narra las vicisitudes de Madeleine, la protagonista, que se enamora de un cirujano, Jacques, que con el tiempo resultar�a ser el mejor amigo, casi un hermano, del que se convertir�a en su marido, al que entonces no conoc�a. Cuando �ste descubre el pasado de su esposa se asegura de poner tierra de por medio para acabar con el romance. Sin embargo, la hija de Madeleine y William tiene un gran parecido con Jacques, el primer amante de la esposa, a pesar de que la distancia y el tiempo transcurrido aseguran la legitimidad de la peque�a.

�De d�nde sac� Zola esta, a priori, descabellada idea? Aunque hoy nos pueda parecer que no tiene mucho sentido, en la segunda mitad del siglo XIX era un tema de moda. Lo recog�a tambi�n otro novelista brasile�o, Joaquim Maria Machado de Assis, en "Don Casmurro". Se hablaba entonces de la �impregnaci�n� de una mujer por un hombre al que anteriormente hab�a amado y su influencia en la descendencia posterior, que �l no hab�a engendrado. La idea, sin embargo, no era nueva, y ya la hab�a planteado el fil�sofo Arist�teles, probablemente fruto de alguna de sus sagaces observaciones.

Una �curiosa observaci�n�

Esta vieja creencia sin duda se vio alentada por una �curiosa observaci�n� documentada en la Royal Society de Londres en 1820. Un noble ingl�s, el conde de Morton, quer�a domesticar una especie de cebra hoy extinguida conocida como cuaga (Equus cuagga). Originaria de Sud�frcia tiene un pelaje pardo rojizo, con el lomo y los cuartos traseros libres de rayas, que s�lo aparec�an en la cara, cuello, costados y crines.

Cuando Morton cruz� un cuaga con una yegua �rabe, obtuvo h�bridos parecidos a la cebra, como era de esperar. Pero la sorpresa lleg� cuando volvi� a cruzar posteriormente a la yegua con un semental pura raza �rabe. La descendencia ten�a el color y las caracter�sticas del cuaga. "No cabe duda de que el cuaga ha afectado al car�cter de la descendencia que posteriormente ha engendrado el caballo negro", razonaba Darwin (1809-1882), el padre de la teor�a de la evoluci�n, que utiliz� este hecho en su argumentaci�n para defender la pang�nesis, una teor�a sobre la transmisi�n de los caracteres de padres a hijos.

El bi�logo alem�n August Weismann batiz� como telegon�a este curioso fen�meno, que pod�a incluso observarse en la descendencia de mujeres viudas con un segundo marido. En ocasiones, los hijos del segundo matrimonio se parec�an al primer marido y mostraban caracter�sticas propias de �ste tan llamativas como el pelo rojo aunque sus progenitores fuesen morenos.

La telegon�a, que posteriormente fue desterrada, sosten�a que los hijos pueden parecerse a la pareja anterior de la madre en lugar de a su progenitor. Y Weismann propon�a para explicarlo que los espermatozoides que hab�a alcanzado el ovario despu�s de la primera uni�n sexual pod�an penetrar en ciertos �vulos que todav�a eran inmaduros, �impregn�ndolos�.

Pruebas a favor

Pues ahora, una trabajo publicado en la revista Ecology Letters demuestra por primera que esta forma de herencia no gen�tica puede darse en moscas. Para ello, un grupo de cient�ficos australianos liderados por Angela Crean cruzaron moscas inmaduras, como suger�a Weismann, con machos grandes y peque�os. Cuando ya eran f�rtiles, cruzaron a las hembras de nuevo y lo que encontraron fue que �a pesar de que el segundo macho engendr� la descendencia, el tama�o de la progenie lo determinaba el de la anterior pareja sexual de la madre�.

As�, aunque el padre fuera grande, porque hab�a sido muy bien alimentado con prote�nas en su fase de larva, la j�venes moscas ser�an de tama�o peque�o si el macho con el que se cruz� la hembra por primera vez en su etapa inmadura era peque�o. �Este hallazgo muestra que tambi�n se puede transmitir algunos rasgos adquiridos a la descendencia de parejas posteriores de una hembra�.

La primera vez

Adem�s este descubrimiento est� de acuerdo con lo que ya entonces se supon�a: �la primera �impregnaci�n� tendr�a m�s probabilidades de influir en la hembra que las posteriores, en parte porque es m�s joven, y en parte porque las impregnaciones posteriores tendr�an que compartir su influencia con las anteriores�, como explica Yongsheng Liu, del instituto Henan de Ciencia y Tecnolog�a de Xiangsiang (China) en un art�culo publicado recientemente en la revista �Gene�.

�El esperma, despu�s de penetrar en el �tero, es absorbido por el organismo femenino y ejerce una influencia sobre los �vulos que a�n no est�n maduros�, como suger�a ya Weismann.

Liu argumenta que hay descubrimientos recientes que permitir�an considerar que esta antigua teor�a no es tan descabellada. Por ejemplo el hecho de que los genes del feto pasen a la sangre de la madre, o, como public� Bendich en Science en 1974, que el esperma pueda penetrar en otras c�ulas del organimos distintas de los �vulos. Otro argumento: la capacidad del ARN masculino presente en las embarazadas para provocar reordenamientos gen�ticos que var�an la expresi�n de los genes. Seg�n Liu, el ARN de los espermatozoides podr�a tambi�n alcanzar los �vulos inmaduros provocando esa "impregnaci�n".

Intercambio de ADN

"Podemos imaginar que durante el coito millones de espermatozoides que contienen ADN se depositan en el cuerpo de la hembra y los que no se utiliza en la fertilizaci�n son absorbidos por el mismo. Si este ADN extra�o se llega a incorporar en las c�lulas som�ticas y los �vulos inmaduros, la descendencia podr�a mostrar esta influencia en su constituci�n gen�tica, y de ese modo proporcionar otra base para telegon�a", argumenta Liu. Una influencia que dejar�a su huella visible en el parecido con la anterior pareja de la descendencia engendrada con otro compa�ero distinto.

Este fen�meno, conocido como telegonia, no es muy frecuente, como tampoco lo es que el ADN o ARN de los espertazoides pueda influir en otros �vulos a�n no maduros que pueden llegar a fecundarse posteriormente, lo que a�ade, seg�n Liu una prueba m�s a sus argumentaciones, que parecen verse refrendadas por el hallazgo hecho ahora en las moscas.

En ciencia los dogmas casi nunca son eternos. Y algunas teor�as que hab�an ca�do en el olvido por falta de conocimientos, como las leyes de la herencia de Mendel, posteriormente han sido probadas y encumbradas. Precisamente en 1900 las leyes de Mendel, olvidadas desde su publicaci�n en 1866, fueron redescubiertas por Hugo de Vries. Diez a�os m�s tarde, Thomas Morgan, bas�ndose en ellas, sit�a en los cromosomas los misteriosos portadores de los caracteres de Mendel. La gen�tica empezaba a cobrar fuerza y todo lo que no encajara en ese nuevo paradigma, como la telegon�a, estaba condenado al destierro.

Ahora nuevos descubrimientos citados por Liu podr�an explicar algunas observaciones y creencias antiguas respecto a esa posible y curiosa forma de transmisi�n no mendeliana. En ciencia, casi todo puede ser si consigue probarse.

ACTITUDFEM

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