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Jorge V. Ordenes L.

Cuando un idioma desaparece...


2018-01-04 - 10:24:48
El taushiro ha sido un dialecto que aquí llamamos idioma porque en su momento su gente ha debido tener una organización social y un sistema de comunicación parecida al quipus o algo por el estilo. Todo indica que hoy está a punto de desaparecer porque su último hablante que, de acuerdo al NYT, se llama Amadeo García García, que vive en Intuto, Perú, hermano del finado Juan Garcia García que murió de fiebres en 1999, dijo, estas pasadas navidades, que lo peor para él era, o es, no tener a su hermano con el que hablar taushiro. “No tengo con quien hablar mi idioma… yo soy el último y conmigo desaparecerá… ¡y no puedo hacer nada al respecto!”- La verdad es que nadie puede hacer nada porque se trata de una fatalidad etno-histórica no solamente aplicable al taushiro.

El Catálogo de lenguas de América del Sur (Madrid: Gredos, 1984), de Antonio Tovar y Consuelo de Tovar, apunta que entre las lenguas del alto amazonas en proceso de extinción en Perú y Ecuador a comienzos de los 1980 estaban el simigae, ipaiza, oa, andoa, záparo, conambo, archidona, arabela y el taushiro hablado en el lado peruano del río Curaray. Cabalmente, el tauchiro está a punto de perecer porque su último y único representante todavía vive prácticamente lubricando con lágrimas y recuerdos el sepelio de su propia lengua, de su ancestro que no hay forma de enaltecerlo ni menos preservarlo. El final habrá de ser total.

Hacia finales del siglo XX una veintena de taushiros quedaban en una curvatura del río Amazonas protegidos de intrusos por una tupida foresta, algunos canes y mucho ruego al altísimo de que nadie apareciese, los descubriese y desbandase o explotase como había ocurrido en tiempos pasados con docenas de etnias que habitaban esparcidas las orillas ondulantes del gran río donde a comienzos del siglo XX sufrieron la aparición de siringueros abusivos y hasta esclavizadores que habían hecho morir a miles de amazónicos con el trabajo duro de la tichela y el jugo lucrativo del árbol del caucho. Los catequizadores católicos eran pocos y mal recibidos por los hambrientos de la goma. Luego vino el abuso de los buscadores y explotadores de petróleo que no vacilaron en continuar las pagas migras y los abusos a hombres, mujeres y niños de docenas de etnias que con el tiempo han ido desapareciendo de la gran hoya madre de lo que se vino a llamar el río Amazonas.

Ni que decir de los modernos acaparadores de tierras, destructores por excelencia de la manera de existir de docenas de etnias menores que por mucho tiempo han sobrevivido infamia tras infamia y que en siglo XXI van desapareciendo a paso acrecentado sin que nadie tenga en cuenta ni menos defienda el patrimonio que significan, la importancia histórica que conllevan, la autenticidad que los caracteriza, la sobrevivencia y pervivencia histórica que ofrecen ante la vista gorda de la autoridad político-social. Muy pocos consideran seriamente el rescate de semejante tesoro humano cada vez más amedrentado, descuidado, solitario e incluso burdamente ¡olvidado! Toda la América amazónica ha sido su patrimonio desde tiempo inmemorial. Desde comienzos del siglo XX hasta nuestros días han pasado de un apogeo vivencial legendario a un perigeo lento y mortífero, lo que no deja de ser una vergüenza para cada una de las naciones o sociedades, la mayoría dizque cristianas, que debería reflexionar y comenzar a rescatar por todos los medios y recursos semejante tesoro suramericano.

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