Mauricio Aira¿Qué hacer con nuestros jóvenes?
2014-11-18 - 08:04:51
Preocupante la noticia. En Bolivia existen al menos mil pandillas juveniles, que podrían agrupar a 30 mil jóvenes en el eje central. Cómo puede ser posible pregunta el ciudadano y la respuesta llega desde los núcleos que tienen que ver con el pandillaje. Es un problema social de nuestra sociedad en que actúan grupos de adolescentes que enfrentan problemas comunes y comparten intereses comunes.
La familia juega un rol determinante, puesto que la mayoría de los pandilleros proceden de hogares en crisis, donde las necesidades afectivas o materiales de nuestros jóvenes no son atendidas, la carencia de educación les priva de los valores imprescindibles para contribuir al buen camino y no caer en el bandidaje.
Archiconocidas las otras causas pobreza y desempleo, lo que lleva a los jóvenes a buscar el dinero fácil mediante el robo, la venta de droga, con tal de depender de la pandilla que le asegura de alguna manera trabajo u ocupación y dinero contante. Concluimos por tanto que los pandilleros no tienen valores, son maltratados, vienen de hogares destruidos y no tienen educación. Se entregan así a la pandilla, para defender “su territorio”. La pandilla, la asociación para la delincuencia a menudo violenta e ilegal, es el abono propicio para la expansión de todos los males de la sociedad actual.
Es que es necesario conocer estas causas primero para entender el pandillaje y segundo para apuntar a soluciones, tan urgentes y enérgicas que en ello se juega la vida de muchísimos jóvenes sometidos a la férula de la banda, que poco a poco se adueña del alma y del cuerpo del chico o chica que ha ingresado a sus filas.
Los varios estudios realizados en nuestro medio, la ciudad de Cochabamba, han identificado a los adolescentes que viven al amparo de sus abuelos o tíos, porque los padres han emigrado a España o Argentina en busca de trabajo. Los jóvenes reciben “las remesas” periódicamente que administran los abuelos, los tíos u otros familiares, que no tienen autoridad sobre sus pupilos, es más, porque disponen del dinero para sus francachelas, generalmente son éstos “los lideres de los grupos” que asolan las ciudades. No habitan tan sólo en el conurbano, sino en el centro y hasta en barrios residenciales que luchan entre sí por la hegemonía territorial, o porque desplazan al otro del territorio en que quieren gozar de cierta independencia.
Más de un sociólogo acomodó la frase “gozan o disfrutan de la violencia” compiten entre pandillas en osadía y perversión. La sucesión de crímenes, robos, asaltos, toma de rehenes, chantajes y hasta cobros por “protección de seguridad”, como leemos en las historias de los gánsters de Nueva York o Chicago. La TV, el internet, los videos de porno y violencia son la escuela de aprendizaje y de emulación que siguen estos pandilleros sin guía, ni control, arropados por la sombra de amparo que les prodigan “los jefes” verdaderos tiranuelos que sustituyen a toda autoridad.
Ver cómo algunas sociedades se están liberando de las pandillas, problema común al mundo moderno. Ver cómo el esfuerzo colectivo e integrado de padres de familia, educadores, Estado y organizaciones religiosas, también la Policía en algunos países, están realizando notables tareas para librarse del pandillaje, de sus perniciosos efectos, del daño físico y moral que provocan.
Nadie podía sospechar, que todo comienza cuando se reúnen algunos jóvenes en sus momentos de ocio. Algunos se organizan para practicar deporte, otros para estudiar, o realizar actos sociales o de emprendimiento colectivo de claro beneficio, todo marcha bien cuando están supervisados por los padres, o los maestros o los clubes.
Mientras sea la amistad el marco de la asociación y los fines altruistas que esta relación persiga no habrá problema, hasta que las tribus urbanas o las bandas de tinte violento tomen la iniciativa y estén causando estragos en la sociedad boliviana.
