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Marcelo Ostria Trigo

Todos contra todos


2014-10-01 - 13:25:08

Se acerca el fin de esta etapa pre-electoral en la que predomina el encono, no sólo entre las candidaturas  oficialistas y opositoras, sino también entre los mismos que se han atrevido a desafiar el continuismo. Es cierto que hay diferencias, pero también es evidente que, pese a ello, se debería enfrentar democráticamente el ostensible empeño de retener el poder a toda costa.

También se esperaba que esas diferencias entre lo que proponen los candidatos, no impulsaran el sectarismo ni abandonaran la lucha común para recuperar los valores democráticos. Los acres cruces verbales entre opositores que supuestamente comparten la idea de que la democracia en Bolivia está desnaturalizada, con esta conducta disociadora están postergando la unidad tan esperada por la ciudadanía: es decir, la que debería contribuir a que nuevamente predominen las libertades y derechos democráticos.

En esto de reunir a los afines en política se ha progresado; en el pasado hubo elecciones con una veintena de candidatos; hoy son cinco: un oficialista y cuatro opositores. Pero ahora estos últimos ya están enfrentados, pese a que el desafío urgente y trascendental es hacer que la democracia funcione y que se comprenda que solo es legítima cuando hay respeto –mutuo y convergente–entre la mayoría, siempre circunstancial, y las minorías, lo que ahora no ocurre. La meta era –y debería seguir siendo– superar, en una cruzada unificada de salvación nacional, el continuismo.

En estas circunstancias hay pocas esperanzas de lograr un proyecto unificador que trascienda las elecciones de octubre. Pese a ello, se debe persistir en ese empeño edificante. Será entonces, como dijera Sir Winston S. Churchill,  que se revelen como estadistas los que piensan en las próximas generaciones, frente a los que solo miran las próximas elecciones.

Habrá que convenir en que la tarea de reconstruir las instituciones patrias y de garantizar los derechos fundamentales corresponde a los que –unidos– militan en la democracia. La unidad no se consigue cuando todos están contra todos. Los duelos verbales entre los que buscan una meta común no van a resolver los problemas nacionales, ni van facilitar la concertación que requiere la sociedad, ahora desprotegida por la falta de justicia idónea e imparcial.

Comprender –ojalá no sea demasiado tarde– que la unidad es el camino para recuperar los valores democráticos, ya es un imperativo, y lo será también después de las próximas elecciones pues siempre éstas solo son accidentes en la vida de los pueblos.

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