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Mauricio Aira

Estigma Indeleble de Evo Morales


2014-09-18 - 11:12:00

Hoy como nunca antes en la historia de la humanidad existe el Derecho Internacional  que prevé y sanciona los delitos más graves que ofenden, afectan y trascienden el conjunto de la Comunidad de Naciones como ser el genocidio, los  crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y crímenes contra la paz o lo que se llama “guerras agresivas”.  Esta forma de derecho, relativamente joven, nace en el famoso Tribunal de Nuremberg. Nuevas instituciones le siguieron para juzgar y condenar delitos similares en la ExJugoslavia,  Rwanda,  Sierra Leona,  Camboya,  Timor Oriental, Chile y ahora también Bolivia. Se consolidó con la entrada en vigor del Estatuto de Roma de hace pocos años.

La presencia en Bolivia de Caroline Dwyer, madre de Michael, masacrado en Santa Cruz, el 16 de abril del 2009, para pedir Justicia en el caso de su hijo que llegó a Bolivia desde Irlanda, para participar en un film que Eduardo Rózsa Flores preparaba en aquel entonces, ha puesto de actualidad la masacre del Hotel Las Américas, ejecutada por un grupo de policías de élite, bajo la orden de liquidar “al foco terrorista” que no había disparado un tiro hasta entonces.

El grave hecho de sangre, de cuya autoría se declaró culpable el Jefe de Estado, a pocas horas de su ejecución. En efecto Evo Morales declaró ante Raúl Castro, Hugo Chávez y periodistas que cubrían una celebración en Cumaná, “Yo di la orden. Se produjo una balacera y tres de ellos están muertos y otros heridos” ha marcado para siempre a Evo Morales. Se ha convertido en un estigma, una marca como impuesta con hierro candente, como signo infamante que no se puede borrar es indeleble.

Cuántos recursos, cuántas acciones encubiertas para intentar ocultar, minimizar, rebajar la gravedad del delito representado en aquella matanza, cuya veracidad abruma y llena de espanto. El suceso ha sido motivo de investigación como la de Carlos Valverde que publicó primero “Qué pasó” seguido de varias ediciones ante el interés que despertó el mismo.
Produjo un video documental que vieron miles de personas y mantuvo la expectativa por nuevos detalles que surgieron en el curso de acumular los hechos, una edición, la primera tan sólo 6 meses después hasta que 2012 vio la luz “Maten a Rozsa” que mostró con pelos y señales el rompecabezas de una conspiración del poder en contra de Santa Cruz y su liderazgo.  Este segundo libro sobre la misma masacre, se lee febrilmente en círculos intelectuales, en las universidades, los talleres y hasta en los cuarteles y la conclusión es siempre la misma, ¿cómo pudo ser posible?

Es que el “estigma” que marca a EM, bien puede catalogarse como un estigma de salud mental, sobre el que profesionales médicos, medios de comunicación, la ciudadanía y otros “pacientes que padecen del mismo mal” dicen no tiener  curación. Tendencia a ejecutar su voluntad por encima de todo, sin temor a nada “metéle nomás” una obsesión enfermiza por  hacerse obedecer, que sus órdenes se cumplan lo que le identifica con conocidos personajes de la historia llamados, caudillos, autoritarios, dictadores, tiranos, mandamases, hasta que “la cadena de mando se rompe” y la verdad sale a relucir.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Mundial de Psiquiatría (WPA) el estigma está reconocido y el origen del trastorno está en situaciones de sufrimiento, discapacidad y/o pérdidas económicas que padecieron los estigmatizados, aunque se pueden dar excepciones de misticismo, heroicidad, altruismo, como el caso del  Padre Pio que vivió 40 años con heridas sangrantes en las manos, los pies y el costado, a imitación de Cristo, en el caso del franciscano fueron estigmas de santidad hasta su muerte.

Difícil entender desde la patología síquica qué es lo que motivó que EM se haya visto afectado de esta marca indeleble, que dura hasta la muerte, incurable y eterna, lo cierto es que su promesa “de gobernar sin un solo muerto” fue como un ladrido a la luna, en lo que Carlos Valverde documenta con mucho detalle, con nombres, fechas y circunstancias pasan de 104, hoy día en el Facebook, tomando en cuenta los linchamientos y ajusticiamientos  por ausencia del Estado de Derecho pasan de 300, increíble, e inconmensurable cifra, jamás superada en la historia nacional. Algo más, al producirse el episodio Sean Penn y Jacobo Ostreicher, el Gobierno se ve en el apuro de tomar previsiones y detiene a una docena de sus colaboradores por “extorsión” entre ellos  los actores del “Gabinete Jurídico de EM”, una especia de tribunal de penas, con un poder omnímodo incluyendo el policial, los retiene en Palmasola y desde ahí oh! ¡Destino!  Los protagonistas van revelando, descorriendo el telón, y confirmando la tesis de Carlos Valverde, que todo este “remedo de juicio” para encubrir los crímenes de EM, fue montado desde el Palacio de Gobierno. Las revelaciones no dejan de asombrar y oh! ¡Providencia Divina! La verdad está saliendo a relucir, lo que confirma el estigma de EM, la marca indeleble de su inclinación criminal.

Haga lo que haga, regalar la mitad del Tesoro de la Nación, crear empleos, designar ministros y embajadores, otorgar prebendas, repartir joyas como sucedió en la reciente G77, nada podrá hacer desaparecer la mancha, borrar el estigma, porque la sangre de sus víctimas clama Justicia y esta llegará con otro Nuremberg, que acosó y encarceló a Pinochet en el apogeo de su gloria en la ciudad de Londres. El estigma indeleble está en su naturaleza, en su figura, en su poder que tarde o temprano se extinguirá y le perseguirá hasta el final de sus días, para siempre jamás!

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