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Álvaro Riveros Tejada

Silencio de los corderos


2014-09-17 - 10:57:21

El General Morâo Filho, líder de la contra-revolución brasileña de 1964, murió en el año 1972, sin tener el honor de conocer a Luis Inacio Lula da Silva, ni al micomandante Hugo Chávez, ni a Cristina Fernández de Kirchner, ni a Daniel Ortega, ni a ninguno de los políticos que se encaramaron del poder de sus países, gracias a la estrategia del Foro de Sao Paulo empero, profetizó en un libro suyo lo siguiente: “Póngase en la presidencia de la República a cualquier mediocre, loco o semi analfabeto y 24 horas después, una horda de aduladores estará en torno suyo blandiendo el elogio como arma, convenciéndolo de que es un genio político y un gran hombre y que todo lo que hace es correcto.

En poco tiempo el ignorante se transformará en sabio, el loco en un genio equilibrado, el primario en un estadista y, en dicha situación un hombre, empuñando las riendas del poder ilimitadamente y, embriagado por la zalamería, pronto se transformará en un monstruo peligroso”.

Al parecer, los hombres se tornan nigromantes cuando las circunstancias por las que les toca vivir se vuelven intolerables y salen de toda racionalidad, hasta el punto de ver el futuro con una nitidez extraordinaria.  Peor aún, cuando prevén que la irracionalidad y la improvisación amenazan con echar al trasto a toda la sociedad.

Extrapolando dichas profecías a la realidad que nos toca vivir a los bolivianos, especialmente en esta época de elecciones, donde se requiere de toda la lucidez posible que nos permita emitir nuestro voto sin temor a equivocarnos, consideramos que la única forma de no desperdiciarlo es guiarnos por la razón, priorizando los valores y méritos profesionales de los candidatos y rechazando todo vestigio de vulgarización y procacidad de la campaña, como los vicios que la han caracterizado, centrándose solamente en los defectos personales  y la vida íntima de éstos, temas que a los bolivianos no nos interesaen lo más mínimo.

De ahí que el éxito de esta próxima consulta consistirá en observar las sabias enseñanzas de la filósofa ruso-norteamericana Ayn Rand, cuando señaló: “Cuando usted percibe que para producir precisa obtener la autorización de quien no produce nada; cuando comprueba que el dinero fluye para quien no negocia con bienes, sino con favores; cuando usted percibe que muchos se hacen ricos por el soborno y la influencia, más que por el trabajo, y que las leyes no nos protegen de ellos por el contrario, son ellos que están protegidos de usted; cuando percibe que la corrupción es recompensada y la honestidad se convierte en auto sacrificio; entonces podrá usted afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”.  

A fin de evitar ese extremo, es necesario levantar nuestra voz y dejar de lado la timorata y peligrosa indecisión, a fin de no caer en el silencio de los corderos.

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