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Carlos Rey

Infame comercio


2014-07-21 - 10:12:36

Un Mensaje a la Conciencia
Las primeras descripciones de Colón sobre los indios se referían a los lucayos. Luego éstas fueron atribuidas a todos los indios de Quisqueya. Dice el Almirante: “Eran de hermosos gestos y cuerpos”... tenían “buen ingenio” y debían de ser “buenos servidores”....

En cuatro o cinco años... entre 1508 y 1513, ante la indetenible disminución de los indios autóctonos encomendados... llegaron a la Isla [Española] cerca de cuarenta mil [lucayos, también llamados] yucayos. Estos arribaron, en su mayoría, por Puerto Plata y Puerto Real, porque estos puertos quedan más cerca de las Islas Lucayas.... llamadas “Islas Inútiles” por los españoles... entre otras, Curazao, Aruba y [Bonaire].... También sabemos, por [Fray Bartolomé de] Las Casas, que “diez o doce vecinos de La Vega y Santiago [de los Caballeros] juntaban diez o doce mil pesos oro, con los que compraban dos o tres navíos, [tomando] a sueldo cincuenta o sesenta hombres, entre [ellos] marineros, y se iban a las Islas a secuestrar indios”....

El licenciado Morquecho narra con brutal realismo la captura de los indios de las “Islas Inútiles”: “Obraban (los captores) con mucha soltura; robaban indios [y] atormentaban a otros para que les dijeran dónde había otros ranchos [y bohíos] para traer más indios.... Tomaban las indias que más les [placían]... fuesen casadas o no... [y] se echaban con ellas [y] azotaban a muchos [y] les [hacían y] daban otros tormentos [y] los tenían presos [y] agrupados en ciertos ranchos.... Allí morían de hambre.”

“Las armadas” para la obtención de estos indios tenían pocos gastos, pues... se “proveían mal las carabelas”, sin alimentos.... Por tanto... los infelices “yucayos y gigantes”... se caían de hambre al desembarcarlos en Puerto Plata. La mayor parte, si no morían en la travesía, morían después. El máximo promotor de estas “armadas” fue el licenciado Lucas Vásquez de Ayllón, quien se empeñó grandemente con este infame comercio. Ayllón tenía en Puerto Plata una hacienda especial para reacondicionar y engordar... a estos indios antes de “herrarlos” como esclavos y venderlos [a bajo precio... 24 pesos de oro] en la plaza pública de Santiago....

Allí los “herradores”... Esteban de la Fuente, Martín Hernández, García Caxco y otros... marcaban con hierro al rojo... a los esclavos yucayos, con una marca especial en los brazos, piernas y pechos. A los indios gigantes les ponían, tatuados singularmente con tinta indeleble, los nombres de sus amos.»1

Así nos describe el historiador dominicano Carlos Dobal los indecibles tormentos que sufrieron los indios lucayos «en los albores del siglo XVI». Sin embargo, más insufrible aún es que padecieran semejantes tormentos a manos de quienes tenían la misión de cristianizarlos. El Misionero Máximo del cristianismo, Jesucristo mismo, ya había sufrido en su propio cuerpo por ellos, llevando a la cruz sus pecados, pagando así el precio supremo para rescatarlos de la esclavitud al pecado que heredaron de sus antepasados.2

Más vale que decidamos hoy mismo que el precio que pagó Cristo por nuestro rescate, no en pesos de oro sino con su sangre,3 al menos en el caso nuestro no haya sido en vano.
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1     Carlos Dobal, Santiago en los albores del siglo XVI: El solar de Jacagua (Santo Domingo: Universidad Católica Madre y Maestra, 1985), pp. 43‑45,82,94-96.
2     1P 2:21-24
3     1P 1:18,19

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