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Mauricio Aira

Suecia y las monarquías parlamentarias


2014-06-23 - 11:16:25

Hace apenas unos días en Madrid,  ha tenido lugar la proclamación del Rey Felipe VI por el Congreso Nacional, a resultas de la abdicación de Juan Carlos Primero que ejerció como Jefe de Estado 39 años. Toda la transición ha estado seguida por los españoles que apoyan el estilo.
Cuando se conoció la abdicación, se lanzaron a la calle miles de opuestos a la monarquía y que reclaman la República como sistema de administración, según los medios en La Puerta del Sol no pasaron de 20 mil, otros 10 en Barcelona y sumando la protesta de los antimonárquicos en otras 30 ciudades no pasaron de 50 mil, lo que da idea del nivel de apoyo al flamante monarca Felipe VI en todo el Reino.

Existe todavía un conglomerado de 40 naciones que apoyan y se rigen por las dos variantes, la monarquía absoluta y la monarquía parlamentaria en España como en Suecia modelo que ha estado siendo utilizado, como poder de carácter un tanto simbólico, regulado por la Constitución, que designa al Rey como Jefe del Estado, aunque con atribuciones cada vez más limitadas, como es el caso de Suecia, un Reino tradicional que confiere al Rey un rol de moderador, si se quiere un árbitro que mantiene el equilibrio entre un gobierno elegido democráticamente.

Mantener la monarquía constitucional, con su vertiente en la forma parlamentaria ha dado como resultado varios beneficios; conservar la unidad no sólo geográfica o física, sino de la Comunidad en sí,  que se reserva en su voluntad popular las atribuciones propias de un Estado democrático, y mantiene una figura poco menos que decorativa, en la representación del Reino, en las actuaciones de carácter oficial, por ejemplo el inicio de las labores legislativas, la presentación de los embajadores, la celebración de aquellos actos  imprescindibles para la proyección del Reino ante sus iguales. En los hechos, la Familia Real de Europa está relacionada por vínculos de sangre, reyes y príncipes son primos y sobrinos desde hace no sólo decenas sino quizá siglos de vinculación real. Cuando la nobleza tenía un poder efectivo sofre las armas y la economía.

En el caso concreto de España Juan Carlos tiene el mérito de haberse relacionado estrechamente con Ibero América, mediante contactos permanentes y visitas recíprocas que han permitido que España conozca América y viceversa. Los casi 40 años de su reinado, los ha dedicado en parte a reforzar los viejos vínculos de la Colonia, con una visión cooperadora práctica. En los hechos, no hay otro colectivo mayor que el español desplegado en tareas de cooperación, en forma de trabajo voluntario o de prestaciones profesionales subvencionadas por las arcas reales.

Si bien Juan Carlos le ha dedicado gran parte de su tiempo a su rol de Jefe de Estado, todo hace ver que tratará Felipe VI de involucrarse menos en las políticas de Estado, y reservarse el papel de consejero, cooperador, de  respaldo a las acciones de beneficio colectivo. Además, la Familia Real asume  el prototipo del ciudadano perfecto, cumplidor de la Ley y observando una conducta constructiva, humanitaria, de modelo para el resto de las familias. Rol no siempre fácil de llevar, como hemos podido ver en ciertos miembros de la realeza acusados de enriquecerse a la sombra del poder.

Repasar la historia y marcar las dos formas diferentes en la proclamación primero de Juan Carlos resultado de los afanes conspirativos en medio de circunstancias muy especiales que tuvieron que ver con la pulseta entre monárquicos y republicanos que habían pasado por una muy dolorosa Guerra Civil y la de Felipe VI, que elige el Congreso, escenario natural donde opera la Democracia y recibe “el poder” y jura ante el colectivo de representantes democráticamente elegidos.  Este gesto, sirve para ilustrar hasta qué punto el Nuevo Rey, asume su papel de Soberano, sí, pero en función de la investidura democrática de los diputados.

Augurar nuevos tiempos en que España logre remontar la crisis que todavía le está afectando, especialmente por las dificultades en salir del masivo desempleo y que superará las comprensibles ansias de “independencia” que caracteriza a ciertas regiones, en el pasado presas de un fanatismo político ciego y fratricida que le costó al Reino ríos de sangre y que no puede repetirse.

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