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Álvaro Riveros Tejada

Putin y los idus de marzo


2014-03-09 - 11:09:10

Emulando la pertinacia y tozudez de la mosca, que acostumbra volver al sitio donde causa molestia, Vladimir Putin, el Zar del Siglo XXI, acaba de intervenirla república autónoma de Crimea, con el mismo y manido argumento que utilizó para invadir Osetia del Surhace seis años, para defender los intereses y la seguridad de los rusos que viven allí. Empero, para entonces Moscú contaba con un motivo de mucho más peso que el actual: el entonces presidente de Georgia, MijailSaakashvili, había lanzado una operación militar en esa república autónoma, para "restablecer el orden constitucional".Esta vez, Ucrania no ha atacado a Crimea.

A fin de entender con exactitud los motivos e intereses que se juegan en esa lejana región del planeta, donde aún subsisten regímenes autocráticos que sobrevivieron a la tiranía comunista soviética, es necesario recordar  que Crimea fue obsequiada a Ucrania en 1954 por el entonces líder soviético NikitaJrushov-ucraniano él-como una muestra de la unidad de los pueblos ruso y ucraniano. Sin embargo, ese "regalo",que nos recuerda al de Melgarejo a los brasileros, muy pronto se convertiría en el veneno que ha emponzoñado las relaciones entre Moscú y Kiev, especialmente, tras la desaparición de la Unión Soviética en 1991.

Al reservarse el derecho de intervenir militarmente en Ucrania, este déspota ha desconocido tácitamente lo estipulado en el Memorando de Budapest firmado en 1994, mediante el que los EE.UU. y el Reino Unido, así como la propia Rusia, se comprometen a garantizar la seguridad, la soberanía y la integridad territorial de Ucrania y a no usar la fuerza contra ella, como contraprestación a la decisión de Kiev de deshacerse de sus armas  nucleares heredadas de la URSS. Desconocer un acuerdo semejante sería como desconocer aquel que firmaron los EE.UU. y la desaparecida URSS, después de la crisis de los misiles, donde una de sus cláusulas, fielmente respetada por EE.UU. hasta hoy, estipula su compromiso de respetar Cuba y no intervenirla por ninguna circunstancia.

Es sugestiva la enorme coincidencia existente entre las actitudes del régimen putinista y las muchas que han aflorado en nuestro continente.  Dios los crea y el diablo los junta. La crisis que vive Venezuela es sorprendentemente parecida a la de Ucrania, con una economía que está en bancarrota, saqueada por sus micosmandantes ydonde los nuevos gobiernos, por más dinero que pudieran obtener de fuentes de crédito occidentales encabezadas por el FMI, tendrían enormes dificultades a tiempo de remontar vuelo por causa del influjo de sus naves nodrizas:Rusia y Cubaque tienen todavía capacidad de hacer más daño.

El papel desempeñado por Obama y la Comunidad Europea, aunque parezca tibio, refleja la prudencia y serenidad que deben primar en estos casos y otros parecidos. Putin tendrá que elegir entre la verdadera democracia, el respeto por los derechos humanos, la libertad de expresión, la seguridad jurídica para los negocios limpios, que suele atraer buenas y permanentes inversiones o ampliar con violencia su megalomanía zarista decimonónica, para convencerse de que los idus de marzo le serán adversos.

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