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Marcelo Ostria Trigo

El final


2013-10-10 - 22:21:52

El final de una época política, de un proyecto de sistema o de un experimento social son temas preferidos en los análisis de politólogos, sociólogos, y hasta de pitonisas y hechiceros. Es que, cuando la impaciencia general aflora y se vuelve amenazante, se percibe que ha llegado el principio del fin, aunque transcurra mucho tiempo en culminar el cambio.

Recuerdo que, siendo todavía muy joven, oí a un amigo –ciertamente más informado que yo– que decía: “Hay una revolución en La Paz; se está peleando en las calles; ojalá que ganen los revolucionarios”. Atiné a preguntarle: “¿Por qué quieres que ganen los rebeldes?”. “No sé –me dijo–; solo quiero el cambio, una nueva cara”.
Recordé esto muchos años después, en 1968, cuando los jóvenes franceses reclamaban más imaginación, la que les faltaba para crear un proyecto político sustitutivo acorde con sus aspiraciones, el que nunca llegó.

Parece que se simplifica mucho cuando se dice que el ocaso de un fenómeno político y social es el resultado del aburrimiento; pero nadie aún saca de la cabeza la idea de que la mayoría en nuestros países, con el tiempo, termina por cansarse de un sistema y de un mismo gobernante, peor si este es ineficiente e incapaz.

Frecuentemente se exige “que se vayan todos” –es muy popular y fácil denostar contra los políticos con la generalización de que todos ellos son malos y funestos– como sucedió en Argentina durante la crisis financiera y política de diciembre de 2001. Pero, como es usual en estos casos, detrás de ese eslogan no hubo proyecto o propuesta para sustituir al supuesto responsable de los males. Luego solo fue más de lo mismo y, finalmente, todo desembocó en un régimen populista: el de los esposos Kirchner que, por lo que se sabe, está llegando a su etapa terminal.

Pero hay algo más determinante que el aburrimiento popular: el rechazo a la insistencia del autoritarismo –cualquiera sea su signo: de derecha o izquierda, fascista, comunista o neopopulista– de perpetuarse en el poder. Entonces la oposición toma más fuerza y los que se creían invencibles y eternos también van hacia su fin, y no muy honroso que se diga. Puede ser que este proceso tome tiempo, pero es inexorable.

Lo cierto es que los regímenes se agotan; esto con crisis o sin ella. No se aplica el refrán popular: “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, y, entonces, en unos países el cambio es pacífico a través de elecciones y en otros, mediante la fuerza. Este es el corsi e ricorsi de nuestros pueblos.

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