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Álvaro Riveros Tejada

Álvaro Riveros Tejada


2013-09-06 - 05:19:36

Cuando Saulo de Tarso iba de camino a Damasco y experimentó una aparición de Jesús resucitado que lo cristianizó, convirtiéndolo en  el apóstol San Pablo, fuente ineludible de la doctrina y espiritualidad del cristianismo, jamás se habría podido imaginar que dos mil años después de tan prodigiosa revelación, la naturaleza humana en nada cambiaria y protagonizaría tamaña hecatombe, como la que se cierne sobre la tierra donde el Señor lo mandó entrar a predicar.

Desde tiempos inmemoriales,tres fueron los factores que generaron las más terribles luchas humanas: la religión, la política y la posesión de la tierra. Es el caso de la actual milenaria Siria, donde sus pueblos se han enfrascado desde hace dos años en una de las guerras civiles más encarnizadas y salvajes que se tenga memoria, la misma que hasta la fecha ha dejado un saldo de más de 115.000 muertos, de los cuales cerca de 6,000 eran niños  y una cifrade heridos y expatriados en países vecinos,que linda con un tercio de la totalidad de su población,poniendoen vilo al planeta y al borde de un holocausto nuclear.

No cabe duda que el origen de semejante debacle nace de la famosa “primavera árabe” que se llevó por delante a más de cinco países de esa región, y donde el factor principal es el religioso,donde organizaciones ultra fundamentalistas se han trazado como objetivo la aniquilación del Estado de Israel y la ocupación de Jerusalén, para  dejar la ciudad bajo el dominio musulmán, y la supresión del cristianismo y demás religiones consideradas infieles.

Como Dios no abandona a sus ovejitas, al plantearse el problema de la sucesióntras la muerte del profeta Mahomacreó dos ramasdentro el islam, la chiita y la sunita.Los sunitas siguen a los primeros califas posteriores a Mahoma, mientras que los chiítas sostienen que se debe continuar con la línea familiar del profeta, es decir, su yerno Alí. Dicha división ha tenido implicaciones políticas y sociales funestas en el Medio Oriente y es la actual razón de los terribles enfrentamientos que se vienen suscitando en esa región. Mientras los sunitas representan el 90% de los musulmanes que imperan en la mayoría de los países de la zona, los chiitas son una minoría con 100 millones de adeptos. Es el caso de Irán, que cuenta con el único gobierno musulmán chiita, sin contar el régimen alauí de Siria, que es una secta dentro del chiismo. No es casual, por lo tanto, que estos dos países apoyen y sean apoyados por Hezbolláh.

Pero el problema no queda ahí. Informes de inteligencia advierten que dichas organizaciones fundamentalistas y terroristas han extendido sus redes de acción hacia países del ALBA que se han adelantado comedidamente a dar su apoyo al sátrapa sirio. Allí se han asociado con cárteles de la droga, como un medio para recaudar y lavar fondos, compartir tácticas y desde allí alcanzar y tocar el territorio estadounidense. Una de sus cabeceras de playa está en Venezuela, cuyo gobierno guarda una estrecha relación con Teherán. Otra de esas redes estaría coordinada por MohsenRabbani, el ex diplomático iraní cuya captura pide la Argentina por el atentado a la mutual judía en 1994.

Ante tan estremecedora evidencia, sólo nos resta echar mano a las declaraciones del Papa Francisco cuando expresa: “Mi corazón está profundamente herido por lo que está ocurriendo en Siria y angustiado por el dramático desarrollo que se prepara (…) Todavía tengo en el corazón y en la mente las terribles imágenes de los pasados días. ¡Existe un juicio de Dios y de la historia del que no se puede huir! Suficiente razón para afirmar que el caso es muy sirio.

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