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Susana Seleme Antelo

De la violencia a la mentira


2013-05-12 - 21:14:56

Cuando la violencia de Estado “se introduce en la vida social va gritando soy la violencia... déjame pasar, sino te aplastaré... para mantener una cara respetable, la violencia llama en su ayuda a la falsedad. Cuando no puede posar su poderoso brazo ni todos los días ni sobre cada hombro, entonces sólo nos pide obedecer a la mentira y participar diariamente en la mentira” escribió el Premio Nobel ruso Aleksandr Solzhenitsyn, antes de ser expulsado de la entonces Unión Soviética, en 1974.

Salvando las diferencias de época y contextos, lo escrito por el hombre que sufrió los peores rigores del estalinismo, se asemeja a la Bolivia del presidente Evo Morales y del ‘Vice’ Álvaro García Linera bolchevique-jacobino como se define él mismo. A confesión de partes relevo de pruebas.

Para aplicar la violencia sin que parezca tal, Morales, el ‘Vice’ y sus hombres recurren a la mentira, como la promovida por el gobierno con saldo de muertos y heridos en Porvenir para defenestrar a Leopoldo Fernández, ex prefecto de Pando, encarcelado hace cinco años sin sentencia, solo por ser parte de la oposición política autonomista. Lo juzgan por genocidio, cuando todo fue montado por el  oficialismo, al punto de que trasladaron maestros rurales de La Paz para que se sumen a los campesinos del lugar y enfrenten a los leales a Fernández. Fue una operación promovida desde el ministerio de la Presidencia, a la cabeza del ministro Juan Ramón Quintana, con un saldo de 12 muertos.

Otro caso de violencia sin que parezcan tal, son las ‘guillotinas judiciales’ contra opositores y autoridades que ganaron cargos de gobernadores y alcaldes. A sola imputación de cualquier ciudadano/a sin presentar pruebas, se lo saca de sus cargos para disponer de ese poder local, e ir cerrando el copamiento político y territorial.

Un caso paradigmático de violencia arropada en falsedades y mentiras del poder político es el complot terrorista-separatista contra 39 acusados, presos o en el exilio también sin prueba alguna, solo por ser  autonomistas. Fue un plan elucubrado por el gobierno de Morales para eliminar a la dirigencia autonomista cívico-política cruceña, férreo obstáculo, de 2006 a 2009, al proyecto de poder centralista y autoritario del autócrata presidente.  Es llamado también el ‘caso Rozsa’ que presenta el único dato de terrorismo, aquí terrorismo de Estado, pues un comando  de elite de la Policía Nacional efectuó el asalto al hotel Las Américas, en Santa Cruz de la Sierra, y acometió la ejecución extrajudicial a tres extranjeros: Eduardo Rózsa Flores, húngaro boliviano, Micheal Dwyer, irlandés y  Arpad Magyarosi, compañeros de aventuras. El también húngaro Elod Toasó y el croata-boliviano Mario Tadic, imputados y presos desde aquel día, se salvaron de ser masacrados como atestiguan fotos tomadas a los 3 cuerpos de los asesinados.  

Quien era ‘testigo clave’ del gobierno y dio nombres de los supuestos terroristas, separatistas y sus financiadores, luego se declaró perseguido político, chantajeado y engañado pues el soborno de $us 30.000 ofrecidos, le fue arrebatado de las manos tan pronto concluyó la operación filmada, para dar prueba a los superiores que el dinero fue entregado. El testigo denunció  que mencionó a personas que no conocía, pero estaban en una lista que le entregaron hombres del gobierno.

A la violencia y mentiras comprobadas en este caso, se suman la extorsión y el chantaje de funcionarios del ministerio de Gobierno, algunos presos, una vez descubierta la trama delictiva.  Por  último,  la amenaza de cárcel al probo general de la ex República de Bolivia,  Gary Prado Salmón, en condición de impedido hace 40 años, cuando sofocaba un levantamiento armado de falangistas cruceños. En la audiencia que ventilaba la solicitud de cárcel demandada por los fiscales, el general Prado se defendió con la misma bonhomía puesta a prueba a lo largo de su vida. El juez desechó la demanda y le ratificó la detención domiciliaria. Fue una victoria parcial de la justicia frente a una injusticia por demás inhumana.

La arremetida contra Prado Salmón es porque él capturó con vida a Ernesto ‘Ché’ Guevara  durante la confrontación armada entre la guerrilla comandada por él y el ejército boliviano. Prado, entonces capitán, lo capturó herido pero con vida, y en esas condiciones lo entregó a sus superiores. Nada tuvo que ver con su asesinato sumario, un día después, el 8 de octubre de 1967, pero es una ‘presa’ a la que persiguen los radicales de ayer y de hoy.

¿Cuanta gente  en el país se ha creído las mentiras del gobierno?
Tras siete años de gobierno de Morales y compañía ¿cuántas personas creen aún en la mentira del caso Porvenir; o en las del complot terrorista-separatistas contra los autonomistas cruceños, benianos y pandinos? ¿O en las mentiras con las que se juzga al gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, quien cumplió con el mandato autonómico, exigido por un millón de personas en un Cabildo, por más de 500 mil firmas y ratificado en Referéndum por 86% de la sociedad cruceña? El proceso judicial contra Costas, constituye una criminalización de la demanda de autonomía. ¿Quién cree  en las mentiras  que armó el oficialismo contra el senador  Roger Pinto, de Pando?  Las amenazas que pesaban  sobre él, lo obligaron a buscar asilo en la embajada de Brasil hace un año, sin que aún obtenga el salvoconducto.

Mentiras y falsedades son las que sustentan el llamado caso de ‘genocidio’ contra el gabinete de  Gonzalo Sánchez de Lozada, gobierno derrotado en 2003 por una insurrección popular, a la que  el poder político respondió con el uso de la violencia del aparato del Estado, siempre brutal, con saldo de muertos y heridos. El gobierno de su sucesor, Carlos Mesa, exoneró de culpas a los insurrectos, medida solicitada  por el entonces diputado Evo Morales, uno de los ideólogos del alzamiento. De ahí que toda la culpa recayó en el presidente Sánchez de Lozada, el alto Mando militar y sus ministros, que salvo el del Interior que comandaba las operaciones represivas nada tuvieron que ver en el conflicto. Cinco de esos ministros están en el exilio acusados injustamente de genocidio.

El uso de la violencia en política me lleva a la filósofa y escritora alemana Hanna Arendt, uno de cuyos mayores méritos es haber estudiado los regímenes totalitarios de la Rusia soviética estalinista y el nacional socialismo de la Alemania nazi y los símiles entre ambos. De ahí su valiente libro “Los orígenes del totalitarismo”.
Más tarde, Arendt puso el énfasis en la esfera pública, la libre organización de la sociedad civil y la dignidad de la política, no en nombre de alguna creencia ideológica, del libre mercado, del mundo libre o del capitalismo global, sino en nombre de la libertad.
Sobre la violencia, Arendt decía que “cualquier tema público en el debate que plantee discrepancias, es inmediatamente descalificado y posicionado como reaccionario”. En Bolivia se los califica de derecha, neoliberal, racista  y ahora  golpistas como a las demandas de la Central Obrera Boliviana (COB) por exigir equidad en las jubilaciones: ¿por qué a los militares 100% y al resto sólo  60%?  Que sea una medida irracional, no es el caso, sino el privilegio para unos en detrimento de los proletarios mineros. En 2006 eran solo 800 los obreros de la mina Huanuni en manos privadas, tras la nacionalización  de la misma, treparon a 4.800, con el beneplácito del gobierno. El responsable de ese exceso es Evo Morales.

Arendt apunta que cuando el discurso de las “mayorías” -que repiten el discurso de los jefes- se torna agresivo, se reduce el ser social, “a un cuerpo que destruir y un alma que manipular... esto es, hacerlos sujetos a formas de poder que no conocen límites.”  Es lo más parecido que he leído a ‘quitarle el alma a los k’aras’ del Vice, según dictó en una clase a sus alumnos y uno de ellos lo transcribió tal cual, afirma él para no aceptar su autoría.  
Textualmente dice en ‘Estrategias para destruir la dominación k´hara’: quitar el alma a la sociedad mestiza y blanca... Ser humillados, infravalorados, maltratados económicamente, quitarles sus referentes sociales y culturales...”

En suma, imponer el pensamiento único, como afirma la diputada del partido oficialista Rebeca Delgado, hoy en conflicto con la cúpula, pues afirma que “García Linera y su sindicato en el Gobierno no nos dejan pensar”.  

Para librarnos de manipulaciones y mentiras vuelvo a Sozchenytzen: “La salida más simple y más accesible a la liberación de la mentira descansa precisamente en esto: ninguna colaboración personal con la mentira... Aunque la mentira lo oculte todo y todo lo abarque, no será con mi ayuda... libertad o servidumbre”
Esa debe ser la actitud de los demócratas. 

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